Adolfo Cárdenas Franco o la destrucción de la literatura (Breve descripción de un caso sin remedio)

Los noventas recién comenzaban cuando Adolfo Cárdenas sacó un libro-objeto que el escritor Manuel Vargas describe en este texto/cápsula del tiempo que nos acerca un poquito al estilo de Adolfo Cárdenas y sus particularidades.
Editado por : Adrián Nieve

Chojcho con audio de Rock p'sahdo (La Paz, 'de la piut, 1992) es el título de un pequeño libro-objeto que acaba de publicarse en la carrera de artes de la UMSA. Su autor: Adolfo Cárdenas Franco (La Paz, 1951). Pero esto merece una mayor explicación.

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"...varias de las hojas interiores, nos muestran una presentación gráfica que busca al intento la informalidad..." / Ilustración del libro de Adolfo

El libro
Decíamos que es un objeto. Consta de 200 ejemplares numerados, tiene 54 páginas y ha sido impreso con la técnica de la serigrafía (letras azules y brillantes, ilustraciones cafés). Tanto la tapa —o la thapa, según se indica en los créditos— como varias de las hojas interiores, nos muestran una presentación gráfica que busca al intento la informalidad, relacionada con los propios cuentos, como luego veremos. Porque es un libro de cuentos. Y este Chojcho es el tercer título con parecidas características, cocinado en los hornos de la Carrera de Artes. El jefe del horno es el pintor Edgar Arandia, los panaderos son los alumnos del taller de serigrafía, comandados por el joven maestro Mario Yujra. Un cuarto título está ya en preparación.

El autor y su obra
Adolfo Cárdenas Franco fue profesor de inglés. Vivió en Obrajes y en Estados Unidos. Da cursos de literatura en Suma Artis y en lugares parecidos. Actualmente enseña Estética o algo por el estilo en la Carrera de Artes. En 1989 publicó su primer libro, también de cuentos: Fastos marginales. No sé si habrá terminado de pagar el costo de esa edición. Los críticos serios no le hicieron caso, pero sé que en los primeros meses el libro se vendió bastante. Igual que en el segundo. 

En el primer libro su autor busca violentar a los posibles lectores violentando el propio idioma castellano y a los conceptos tradicionales del género cuento y de la belleza literaria.

Antes de ingresar al cómo, en el caso de cada cuento del libro que nos ocupa, digamos que don Adolfo utiliza, recrea, ¿se inventa?, el habla de los jóvenes marginales de la ciudad de La Paz, castellano con estructura y voces aymaras, más unas gotas de inglés subdesarrollado. El título del libro ya es un buen ejemplo. Si logramos acostumbrarnos a este lenguaje, aunque no deje de ser una piedra en el zapato, seremos premiados compartiendo el mundo de creencias, acciones y sentimientos de los personajes, individuos, ¿muñecos?, que son parte de un estrato social y una época histórica precisos.

Composición: el feriado de todosantos
Es el título del primer cuento. Si decimos que está lleno de faltas de ortografía, es decir poco. Porque precisamente se trata de una composición de una niña de colegio, que comienza así:

"Materia: Lenguaje
Profesora: Grabiela Cervantes
Alumna: Virginia Parihuancollo
Curso: 4to. Azul
Composición:
EL FERIADO DE TODOSANTOS
Bueno a mí lo que mas me imprecionó en el feriado fué que nos ajuntamos todos y vinieron mis tiyos y mis primos chiquitos y su hermana de mi mamá ques mi tiya pero que yo le digo solo de su nombre porques joven y se llama Nolverta quelo trajo a su marido y otro señor y otra señora que no se quienes eran". (p. 7)

Y sigue una historia entre chistosa y grotesca —compadres, thanta-guaguas y desgracias— vista con la inocencia de una niña que seguro tuvo una mala nota al presentar su composición.

La Madame
Es el título del segundo cuento, que comienza así:

"A J. Manuel Serrate alias el Elvis-pelvis, le bastó nada más que una mirada soslayada para darse cuenta que tenía a la madame en el bolsillo. Sonrió con suficiencia al cruzar junto a la susodicha —enamorada hasta los fondillos— ensayando el gesto que según sus compadres de jarana tenía la virtud de sancochar los meados de todas aquellas a quienes iba dirigida." (p. 13).

Terrible historia de amor, donde la Madame, con sus artes al estilo de la novela gótica, se dobla en otro personaje, del cual ella misma acaba teniendo celos, terminan el trío —ella, su doble y el Elvis-pelvis— como víctimas de sus propios hechizos, en un ambiente de Nuestra Señora de París o de "Una Rosa para Emily".

Chojcho con audio de Rock p'ssahdo
Es el título del tercer cuento. Historia del grafitero El Rey y de su enemigo El Lobo. Pero aquí ya no puedo transcribir el comienzo del cuento porque, además del texto, se reproducen los grafitti -la hoja del libro como espacio físico que complementa a la narración-, además de la voz de un locutor de radio, anotaciones en una libreta y comunicaciones de un radio-patrullas. Obviando el grafitti, podemos leer:

"... otra vez el Rey, el lobo? y frente a la pega, aura si que mi teniente vastar con su calzón revuelto toda la noche y quen pasa la cuenta: yo; yo solito che; que no seas tarugo indio de mi finca; que no te pases en rojo..." (p. 31)

"-UUUUUUUUUUUUUUUUUUUUHHHHHH!!!
- Qué puedes decir de estas pulsaciones manón!!!
--- Uzza, febriles broder; franquean el límite escénico para estigmatizar la moral podrida del stablishment, chequeas?!
- Is. Han sido las palabras del más ssstar de los violeros de La Zap que se dirige al box de nuestros colegas de la 97, sector por donde merodea nuestro homenajeado." (p. 40)

Para terminar con esta breve descripción —los comentarios los hará usted, lector, porque yo no tendría cuándo acabar—, diremos que la violencia de estos textos está sostenida por cierto humor negro —¿mejor sería decir "humor indio"?— y una inocencia que nos conmueve y nos mueve a la risa. El desorden, la informalidad, la burla, son finalmente apariencias, son las técnicas de las que se vale un autor "leído" para hacer más efectivo su mensaje contestatario. Creo que ningún escritor en Bolivia ha arremetido con tal fuerza —es aún temprano para hablar de la efectividad— contra la literatura entendida como frases bonitas y correctas e historias impecablemente contadas.

La Paz, septiembre de 1992

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Este texto forma parte del especial Adolfo Cárdenas