Charlas breves con escritores: Karen Veizaga
Cuéntanos un poco de tu trayectoria y tus cosas favoritas en la vida
Soy lectora desde mis seis años, oficio que me ha llevado a vivir muchas aventuras emocionantes y ser otras personas. Imagino que seguiré haciéndolo hasta que ya no pueda.
Luego estudié psicología, área en la que llevo varios años trabajando en proyectos de desarrollo, derechos humanos y, sobre todo, de niños, niñas y adolescentes, tanto de manera directa como tras el escritorio. Me gusta mucho crear cosas que les sirvan a las personas y eso puede ir por una amplia gama de actividades en la carrera que elegí.

También soy una persona que escribe, a veces informes, reportes, pero sobre todo historias, ya sean de ficción o de no ficción. Desde niña solía escribir cosas, pero me puse a hacerlo con mayor seriedad desde la pandemia.
Amo leer, escribir, ver películas y la música. También disfruto mucho de estar con mis amigos y amigas, con mis seres queridos.
¿De qué maneras ha influenciado la psicología en tu vida? ¿Es solo una carrera o algo más?
En realidad, yo quería estudiar literatura, pero frente a la oposición familiar donde se jugaron una serie de factores, opté por estudiar psicología, ya que era la fila más corta el día que fui a inscribirme a la universidad. Cuando empecé la carrera, me encantó y es algo que me gusta mucho hacer y que abrió mi mente a otras realidades y formas de vivir. Siento que me aporta mucho como ser humano y en todo lo que hago en mi cotidianidad.
Entonces estudiaste psicología casi por casualidad, pero te encantó. ¿Qué cosas en específico puedes hacer desde la psicología para crear y ayudar a otros? ¿Cómo es que la psicología abrió tu mente?
Hago proyectos, recursos pedagógicos, planifico actividades individuales, grupales y ese tipo de cosas. Todo eso tiene como fin la construcción de mejores entornos para vivir, el bienestar emocional, el cuidado de la salud mental a pequeña o gran escala, en el individuo y en la sociedad.
La psicología y las actividades que se ligan a su ejercicio me han dado bastante. Es un espacio para cuestionar de manera constante por qué pienso lo que pienso, por qué siento lo que estoy sintiendo. Es un espacio para conocerse a una misma, con lo malo y lo bueno, aceptarse, sanar, dar y recibir. Quizás, al iniciar en el estudio de la carrera, te vas dando cuenta de varias cosas, pero cuando la ejerces, cuando tomas conciencia de que, de cuando en cuando, necesitamos hacer terapia, te vas permitiendo estos regalos que van directo al alma, que hacen que te sientas mejor contigo y con los demás. Y eso que yo no ejerzo desde la clínica.
Estuve en un colegio católico. Aprendí que más allá de lo bueno y lo malo, de lo que te enseñan como correcto o incorrecto, está lo funcional, están las formas que los seres humanos tenemos para sobrevivir a nuestros dolores y traumas, para protegernos. Así podemos construir colectividades también.
Mi trabajo en el área social me permitió conocer muchas personas, realidades y formas de encarar el mundo, distintas a las mías. Disfrutaba mucho de hacer investigación cuando me tocaba, pero también implementar proyectos en diferentes lugares del país, con diferentes públicos. También hice varios amigos y amigas que son un gran tesoro, me comparten su realidad, las luchas que realizan en su cotidianidad.
¿Qué es lo que más disfrutas de la lectura? Es decir, del acto de leer cualquier libro o un libro en específico.
Me gustan las historias, puedo enamorarme de personajes, obsesionarme con las situaciones que atraviesan y no dejar de pensarlos cuando estoy trabajando o haciendo otra cosa. También aprecio la forma en que están escritos, cómo se van dejando ciertas pistas, como se hace magia en la construcción de las historias, que ese es el artificio de la escritura.

¿Tú dirías que leer ficción es escaparse de uno mismo?
No lo creo. Creo que te permite ser otro, llevando lo que eres, tanto cuando la lees como cuando la escribes. Leer te cambia. Creo que, si disfrutas de un buen cuento o una buena novela, al terminarla, ya no eres la misma persona. Ya sabes algo más, ya tienes una historia más en la cabeza, que dependiendo de cuál sea, puede llegar a trastornarte en un buen sentido. También puedes decir “wow, quiero aprender a escribir así”. Y cuando se trata de escribir, esa transformación es aún más profunda. Puede significar algo importante, a nivel personal, la historia que estas contando o puede ser un desafío a vencer, pero no seguirás siendo la misma persona luego de un libro.
Cuando ya alguien te habla como lector, de lo que tú has escrito, ese es otro tema más amplio que, al menos a mí me hace sentir que no soy la misma persona que escribió ese libro.
¿Leer ficción ayuda con la empatía?
De algún modo sí. Te vas poniendo en el lugar de los personajes, a pensar si tú harías lo mismo o no, a recordar si viviste algo similar. Pero no podría decir que todos los lectores son empáticos.
¿Cómo convives con la escritura? ¿En qué momentos de tu día a día aparece?
Hay períodos en que no me es posible escribir tanto como quisiera, pero me pasa que hay historias, situaciones, cosas que los demás me cuentan que me sirven como ideas para historias. Suelo anotarlas en una libreta para volver a ellas más tarde. También, cuando me encuentro en proceso de escritura, voy pensando en la idea mientras hago otras cosas, en los personajes, en la forma en que me gustaría abordar la historia, desde qué punto de vista contarla. Puedo escuchar una canción y decir “le gustaría a mi personaje, él o ella hubiera hecho esto mientras la escucha”. Cosas así. Las anoto en mi libreta o en notas de mi celular o mi computadora y vuelvo a ellas más tarde para seguir elaborando la historia.
Con mayor frecuencia, escribo los fines de semana o en las noches.
Entonces, ¿escribir para ti es un proceso constante, alimentado por el día a día, pero que como acto ocurre solo a veces?
Podría ser. No es exactamente a veces, sucede cada fin de semana en la mayoría de los casos. Pero a veces prefiero mi ocupación de lectora.
En tu biografía de la revista 88 Grados dices que amas “leer y hacer experimentos con la escritura y la psicología”, ¿puedes darnos algunos ejemplos?
Creo que el haber estudiado psicología me ayuda a entender las emociones y pensamientos de las personas y poder plasmarlos cuando escribo. Tengo la sensación de que cuando escribo no ficción, mis relatos son bastante íntimos y reflejan sensaciones corporales, sentimientos que a las personas no nos gusta mostrar o preferimos esconder.
Cuando escribo no ficción, me gusta ser respetuosa y empática con la vida de las personas sobre las que escribo, mostrar también mi punto de vista porque ya estoy implicada, pero tratar de transmitir lo que ellos o ellas vivieron desde sus ojos y también desde los míos como testigo, como contando el efecto que genera en mí su historia. Mi aparición puede ser explícita o muy sutil.

Estas sensaciones corporales y sentimientos que a las personas no nos gusta mostrar o preferimos esconder. ¿A cuáles te refieres? ¿Por qué crees que los escondemos?
Creo que como personas tenemos mecanismos de defensa que protegen nuestra esencia. Podemos mostrarnos súper fuertes, seguros, presumidos para ocultar ciertas inseguridades, por ejemplo.
Escondemos esa esencia para evitar ser lastimados en líneas generales. Puede que hayamos tenido experiencias previas en que nos lastimaron o que hay partes de nosotros que no nos gustan y no aceptamos.
¿Cómo nace En tránsito? ¿Qué lo inspiró, qué lo influenció, qué puedes contarnos del proceso de escritura del libro?
Durante la pandemia me inscribí a un Diplomado de Escritura Creativa. Mi último trabajo era un proyecto de libro. Decidí proyectar un libro de cuentos.
Parece que el par de cuentos que presenté estaban bien nomás. Fue una sorpresa para mí que Willy (Camacho) me llamara y me propusiera hacer realidad un libro completo.
Algunos cuentos de ese libro empezaron a escribirse hace muchos años ya. Algunos se inspiran en vivencias mías, cosas que me contaron o de las que fui testigo o cosas que alguna vez me imaginé que se podían hacer. Creo que estas ideas, tal vez podría llamarlas inquietudes, fueron madurando en mi cerebro hasta llegar a convertirse en historias.
Durante la pandemia fue la época en que me dediqué a escribir de manera más constante y responsable. Tenía planificado terminar el libro unos ocho meses antes, pero mi mamá se enfermó y entró a UTI. Entre el tiempo que estuvo enferma y tardó la recuperación, dejé a medias el proyecto, que retomé con mucho ahínco para presentarlo en la Feria del Libro de 2022.
¿Cómo describirías tu estilo de escritura en este libro?
Creo que mi escritura devela mucho la intimidad de sus personajes y, como explicaba previamente, rescata mucho las sensaciones corporales que se presentan cuando pasa algo, cómo se siente en el cuerpo la alegría, el miedo, la rabia, el dolor. En algunos casos, los personajes cuentan sus recuerdos, y nos damos cuenta de cómo esas vivencias los han transformado en quienes son en el presente. Las situaciones de trauma creo que están presentes en todos ellos, como una especie de destino del que no pueden escapar. Creo que, de una u otra forma, los seres humanos construimos de ese modo nuestra propia historia, la vida que llevamos.
¿Dirías que el trauma y el cómo se lidia con él es una constante en tus cuentos?
Leyéndolos en retrospectiva, creo que sí. La mayor parte de los relatos llevan en sí hechos violentos, dolorosos, que calan en la vida de los personajes.

¿Por qué cuentos? ¿Qué es lo que más disfrutas de ese formato?
Los cuentos tienen su feeling, es como que resuelves la situación, las acciones de forma más concreta y directa. Pienso que las sensaciones que los cuentos producen son brutales en el sentido de que te caen como un baldazo de agua fría, como un balazo mientras te encuentras bailando feliz en una fiesta. Por muy largos o cortos que sean, no te permiten dar muchas vueltas o las vueltas que vas a dar son calculadas y bien medidas. Esa sensación que producen, ya sea desagrado, disgusto, fascinación o lo que fuere, se siente con mucha fuerza. Como las novelas tardan más en leerse, sus situaciones y acciones se van elaborando de a poco, si bien puedes sentirte intrigado o intrigada, es como que la brutalidad se atenúa.
Claro que disfruto ambos, dependiendo de mi estado de ánimo, o las emociones que estoy buscando. En estos momentos me encuentro en estado lectora de cuentos.
Tanto en tus cuentos, como en tus crónicas de 88 Grados, ¿cuál es tu proceso para crear en uno y seleccionar personajes en el otro?
En el caso de la escritura de ficción, escudriño en esas ideas que me atormentan y que necesito elaborar y escribir. Primero pienso en los personajes, luego voy diseñando un hilo conductor de la historia. Claro que no todo sale cien por ciento como estaba planificado en principio. A veces se generan modificaciones que enriquecen el relato o hasta pueden cambiar un poco el rumbo.
Para las crónicas, pienso que todas las personas tenemos muchas cosas interesantes que contar, aunque a veces no nos parezca. Algo que oigo por ahí me atrapa, las cosas que hacen personas que conozco, les pregunto a los protagonistas si es que puedo escribir sobre ello, hablo con las personas para que me cuenten su historia desde sus ojos. Luego pienso en la mejor forma de contarla y hago un hilo conductor, que luego voy alimentando con los hechos, los sentimientos, etcétera. Trato de acercarme con respeto al mundo del otro.
Y bueno, al final siempre está la edición, que es un sufrimiento aparte.
¿No disfrutas el proceso de edición? ¿Por qué?
La autoedición es un mal necesario. No es que tenga que ver con un disfrute o no disfrute del proceso, pero es como pelear con uno mismo. “Esto no es necesario. Esto está mal escrito. Aquí repetí cincuenta veces la palabra quizás”. Puede que me exija demasiado, pero me vuelvo más seria conmigo misma cuando me edito.
Ya el proceso de edición con el editor sí lo disfruto. Aprovecho para mandarle saludos a Juan Pablo Gutiérrez, quien edita lo que escribo para 3600 y para 88Grados antes de ser publicado. Es muy paciente y amable. Siento que él ubica las cosas que cuento, cuando no conoce algo sobre lo que he escrito, lo investiga, lo busca y las conversaciones que tenemos me aportan bastante. Siempre me deja en claro que tiene sugerencias, pero que la decisión, la última palabra es mía.
De hecho, una anécdota es que el último cuento de En tránsito figura en el libro por sugerencia suya. Antes iba a estar otro.

¿Qué clase de lectores crees tú que quedarán atrapados por este libro?
Pienso que es un libro que podría ser leído a partir de los 15 o 16 años, aunque sé que hay lectores que hemos leído libros que tal vez no estaban catalogados para nuestra edad. Dependiendo de la etapa de vida en que se lea, pienso que cada libro puede adquirir un significado o un matiz distinto porque vas haciendo eco de experiencias que has atravesado, que te resuenan a partir de lo que lees y si no es así, si no se relaciona con lo que has vivido, pueden mostrarte otras formas de ver el mundo, otras experiencias. Por esta razón, no creo que haya un límite de edad o un tipo específico de público.
¿Estás escribiendo algún libro nuevo? ¿Qué estás preparando para el futuro?
Estoy escribiendo una novela que me gustaría terminar en este año.
¿Qué retos te está presentando el estar escribiendo en formato novela?
Tengo la sensación que últimamente me he concentrado en leer y escribir cuentos, por lo que la escritura de la novela está siendo difícil. Por otro lado, al escribir esta novela ando más alerta, investigando (recordando) cosas relacionadas al tiempo en que está escrita para que tenga verosimilitud. Me enfrasco en música de la época, lo que estaba de moda y todo eso.
La música para mí es vital en lo que escribo y cuando escribo.
Para ir terminando, ¿qué estás leyendo actualmente?
Estoy leyendo los Cuentos completos de Roald Dahl, una experiencia que estoy disfrutando y de la que estoy aprendiendo bastante. A la par, estoy leyendo Cosmos de Michel Onfray, es un libro de filosofía, que es algo que también me gusta leer.
¿Qué autores o autoras recomiendas leer?
Dentro de los autores nacionales, me gusta mucho la escritura de Guillermo Ruiz Plaza, me encantaría que las personas lo conocieran más. Si se presta atención a sus libros, se descubren muchos detalles que hacen aún más interesante y fundamental su manera de escribir.
De los internacionales recomendaré a Roald Dahl. Adentrarme en su obra ha sido muy satisfactorio para mí. Siempre puedo recomendar a Saramago, a quien le tengo un cariño especial, a Pessoa (a veces me da por usar El libro del desasosiego como una suerte de baraja del tarot), a Cortázar, a Borges, a Faulkner, a quien se pueda leer.
Pienso que, si tenemos la oportunidad de leer algún libro o autor y nos atrapa, estamos en el camino correcto.

¿Qué libros te antojas leer, pero todavía no lo hiciste?
Mi lista de libros por leer es extensa, tanto que de pensar en ella tengo la inclinación de dejar esta entrevista y ponerme a leer.
Quiero leer El misterio del estido de Willy Camacho. Tengo pendiente Los decapitados de Iván Gutierrez, Hemos sido felices por mucho tiempo de Mauricio Murillo. Igual quiero leer Mandíbula de Mónica Ojeda, quiero leer a Alejandro Zambra, me antojo Pájaros negros y Pájaros negros 2 de Patricio Jara, porque también me gusta leer sobre música y si sigo, la entrevista no podrá terminar.