Mañana estreno reloj

Una nueva entrada para esta sección dedicada a destacados textos de ficción con un cuento del autor Willy Camacho, parte de su libro de cuentos El misterio del estido (Ed. 3600), disponible en su sexta edición por delivery con Venbo.
Editado por : Adrián Nieve

Podrido fin de semana, 
no encuentro nada que hacer, 
ciudad de cristos y hampones, 
quién podrá saciar mi sed. 

Tango Feroz 

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El autor en la presentación de la sexta edición de su libro. / Foto: María Cristina Paredes

—Con el Yerbas no se juega, Teco, si no le pagamos, estamos jodidos.
—¿Y de dónde mierda vamos a sacar plata? 
—Yo qué sé. Algo hay que carburar.
—Mejor jugamos oculta-oculta unas semanitas, hasta conseguir billete. 
—Tas loco. Él sabe dónde vivimos, si no nos jode a nosotros, puede joder a nuestras familias. 
—Puta, todo es tu culpa. Yo te dije que no vayamos a su boliche, nada es gratis con ese cuate. 
—No me jodas, bien que querías mandarte un vuelo, yo no te he obligado. 
—Ya, no te rayes. Alguito se nos va a ocurrir. 

Omar podría haber ido a otro médico, uno mejor, uno más caro, pero prefirió decirle a su madre que el doctor costaba cien, cuando en realidad ese matasanos le cobró veinte. Ochenta pesos libres para su guitarreada tradicional de viernes. Omar, más conocido como el Tomar, podría haber recibido un buen diagnóstico, y en vez de antibióticos le hubieran recetado un par de desinflamantes. Así, el Tomar habría podido beber como de costumbre, hasta quedar dormido en la mesa, apoyando la cara en su vómito. Con antibióticos, no. Con antibióticos en el organismo no podía embriagarse. El Tomar podría haber empezado el tratamiento el sábado, pero decidió mostrarle la receta a su madre para que fuese más creíble el pago de cien pesos al médico, y ella le obligó a comenzarlo de inmediato. El Tomar podría haber sido un poco menos ignorante, un poco más curioso, un poco menos ingenuo, y haber sabido que beber con antibióticos no hace daño, solo interrumpe el tratamiento. El Tomar podría haber hecho muchas cosas, pero solo hizo una, la que siempre hacía los viernes. 

El Teco y Joaquín trataron de vender algo de ropa, algunas cosas que pudieron sacar de sus casas, pero ni con eso lograron reunir lo que adeudaban al Yerbas. Sabían que era imposible pedir una prórroga, por lo menos sin salir medianamente golpeados.  Y Joaquín, que siempre se había hecho conocer por buen pugilista, macho a toda prueba, no podía permitir que toda su imagen se derrumbara por una deuda estúpida. 
Fue cuestión de tiempo y suerte: tenía que pagar al día siguiente, estaba presionado y su padre con una gripe muy fuerte; el viejo no podía salir a trabajar esa noche, o sea que el taxi estaba libre. Solo tuvo que poner cara de inocente al hablarle: “Che, papi, esta noche prestame tu taxi pa que trabaje, así me gano unos pesitos pa mis libros”. Y el viejo, agobiado por el resfrío, sorprendido por la voluntad del primogénito badulaque, pronunció el sí en medio de un estornudo, señalando con el kleenex el lugar donde estaban las llaves. Todo arreglado, tenía que contactarse con el Teco. 

—Ya está, Teco, esta noche vamos a conseguir billete, mi viejo me ha prestado su móvil. 
—No seas cojudo, ni laburando toda la semana conseguimos pa pagarle al Yerbas. 
—A ver, huevoncito, ¿con quién crees que estás hablando? 
—Ya, no te rayes. Pero ubicate... 
—Ubicate vos, so pendejo. No vamos a veinticuatrear como pelotudos, solo vamos a rumbear por las calles hasta encontrar algún borracho. Lo llevamos hasta una calle oscurita y ya está, le birlamos todo lo que tenga. Si no alcanza, buscamos a otro. 
—Puta, viejo, eso está turbio... 
—¿Prefieres que el Yerbas te alargue la sonrisa? 
—No, pero... 
—Pero nada. ¿Eres macho o no? 
—No jodas, sabes que sí... 
—Entonces, listo el bisnes. 

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Imagen: Editorial 3600

El Tomar está aburrido. Los demás cantan desafinadamente, en una lucha de alaridos por el destaque de solista. El Tomar no sabe qué hacer. Toca la guitarra, trata de afinar, pero la sarta de ebrios lo perjudican en su intento. Maldice al médico, a los antibióticos, a sus amigos. Ni siquiera le dan ganas de acercarse a alguna chica; sin tragos encima, ninguna mujer es linda. Enciende un cigarrillo, hace argollitas de humo, mata el tiempo como puede, fingiendo entender los chistes, simulando carcajadas, soportando las burlas. Aun así, el tiempo pasa ligero. Mira su reloj, son casi las tres.  Mejor irse. Sin el alcohol en la cabeza adquiere conciencia. Su madre, como siempre, le ha dado permiso hasta las dos, más por costumbre, por ejercer su rol, pues sabe que el Tomar jamás cumple. Hoy sí va a cumplir, o por lo menos se va a acercar. Se pone la chamarra, sin decir nada, se para y se va. Nadie se da cuenta. 

Puta qué frío. Yo debía manejar. Hasta qué hora tendré que esperarlo a este boludo. Hecho al macho. Carajo, algún día le voy a medir el aceite. Le pagamos al Yerbas y todo termina. Juro. La cana nunca va a sospechar solo agarran a los prontuariados.  Puta que fríooooo. Si le pongo un trotecito. Yaaaa. Nica. Que se apure. Que se apure.  Diosito diosito dame calorcito. Carajo hasta poeta me estoy volviendo. Huevadas estoy pensando. Si conseguimos buen billete rajo a un putero. Piernitas ricas calientitas. Ay carajo, que frío. La próxima manejo yo que no joda. Yaaaaa. La próxima. Nica. No hay próxima. Nunca más hago esto. Juro diosito. Mañana mismo voy a pirar. Nunca más voy a buscar vuelo con el Joaquín. Pendejo. Hecho al de los contactos. Maraco de mierda.  Jura que el Yerbas es su cuate. Carajo si fuera cuate no nos cobraría. Pero pa’ joder borrachos, machito el pendejo. Y ni siquiera él va a laburar. Yo voy a tener que noqueralo al yuca. Ni modo. O él o yo, así nomás es la vida. Con un jalecito sería más fácil. Ahí viene el huevón. Una persinadita pa que diosito de fuerzas. Listo. Ahora que pare.

Me cago. Justo hoy no hay ningún pija. Por lo menos la música está buena. Los Indomables son muy buenos. Está canción que traigo amigo es una más de doloooor.  Puta que son buenos. Si sobra algo después de pagarle al Yerbas me compro una viola.  Listo. Ese huevoncito me está haciendo parar. Parece de chichis. Qué cara de cojudo.  Hecho al pendejo debe ser. Ocho. Diez. Doce. Cuánto le digo. Puta ya ocho nomás para que se anime. Si le decía quince, seguro pagaba. Qué importa. Ocho o quince es lo mismo, con tal que tenga más en la billetera. Sus gambas están bien. Unos cincuenta nos van a dar los albertos. El reloj parece original. Ese se queda para mí. Qué le pasa.  Haciendo gestos el huevón. Seguro no le gusta la música. Jailoncito pelotudo. Qué querrá pues. Que se joda por boludo. Poray se baja. Mejor cambiaré de radio. Nega nega. Si se baja lo teso yo mismo. Ojalá el Teco esté esperando tranquis. Ese maraco poray se ha ido. Caga si se ha ido. Ca-ga. Mañana le saco su puta. Y si se mariconea también. Carajo hay que ser machos para esto. Y ese es un meonci... Ah más bien no se había ido. Cagaba el boludo. Sí. Sí. Sí. A Miraflores voy. Este pelotudo seguro se cree actorcito. Y este otro pelotudo qué me mira feo. Que no me joda. 

Antibióticos. Doctor de mierda. Claro que su hijo se chupa con o sin. Toda la noche hueveando. Yo no soy así cuando chupo. Mearse en la puerta del baño. Métale al trago los mangueros. Qué lejos estoy, qué lejos estoy. Ni cantar pueden. Ya la pagarás, no llores Brenda. Hasta la letra le cambian los cojudos. Las tres. Mi vieja me va a cortar las dos. Y ni siquiera he chupado. Antibióticos. Doctor de mierda. Ni un puto taxi. Debía sacar el bólido. Doce pesos es. Ladrones. De día ocho nomás cobran. Pero que no me jodan ahorita. Doce. Doce les voy a dar. Ocho y punto. Y ese pendejo qué me mira feo.  Por un garrote se cree paco. Ya no me mires. Quieres tu laque en el orto. Ni un puto taxi. Mira ese bolas lo que buitrea. Está como para bolsiquearlo. Que ni me mire. Seguí buitreando cabrón. Mirame y te parto la nasa. Allá hay un taxi. Dime doce y cagas. Que pare este pendejo. Mi vieja me va a cortar las dos. Me emputa rogarles. Ocho y punto.  Qué dice este pendejo. Baja tú música, huevón. Ocho y punto. Más bien parece buen tipo. Que suerte. Solo tengo ocho. Pero me decía doce y le partía el alma. Puertas automáticas. Buen coche este cholo. Pero si ve mi bólido se caga de envidia. Lo que faltaba. Pobre cabrón. Pastillas de amnesia. Porque no se toma veinte para olvidar esta música de mierda. Y su perro jodiendo. Moviendo la cabeza. En una que se descuide le parto la cabeza al perro. Y sigue moviendo. Quién sería el cojudo que inventaría estos perros. Pastillas de amnesia doctor, donde venden. Que hijo de. Y mi doctor un huevón.  Antibióticos. Su hijo se chupa igual. A la mierda. Este pelotudo va a hacer subir a un borracho. Eso más este cabrón. Le digo o no. Va ser para sacarme la mierda. Pero solo le voy a pagar cinco. Que me diga ocho. Caga. Cinco y punto. El borracho que pague tres. Por qué no pondrá música decente. En su vida ha debido escuchar Pink este cholo.  Puta. De paso bolivarista. Calcomanía de a quivo. Así nomás son. Cholis cholos. Con razón. Uno del tigre tendría Pink. Pero así fuera del tigre, cinco y punto. El borracho que pague. Y que no empiece a roncar. No jodas. Que no empiece a buitrear. Me bajo. Juro que me bajo. Y este pendejo que apague su radio. Mejor le pongo una siesta. Me duermo y los sacudo de un pedo. Ja ja ja ja ja ja. Seguro lo hago buitrear al borracho. Ja ja ja ja ja ja. Mierdamierdamierda. Qué pasa cabrones. Puta no entran mis dedos. Mierda. Mi nasa. Hijo de puta. Mis dedos no entran. Carajo, mis dedos no entran. Huevón. Me suelto y cagas. Maracos maleantes. Mierda mis dedos no entran. Un cana. Un cana. Mirá 
cabrón. Carajo mirá. Mis dedos no entran. Mirá. Cana cojudo. Cagan. Me suelto y... Te voy a partir las bolas, choli ladrón. Mierda mis dedos no entran. Te voy a matar. Soltame, te voy a matar. Que vea alguien. Carajo. Alguien. Mis dedos. Mi cuello. No entran.  Soltame pendejo. Vas a cagar. Cabrón. Yo mato. Soltame. Soltame por favor. Solo tengo ocho. Mierda. Por favor, por favor. Mi vieja. Por favor. Mierda. Por favor. Mi vieja.  Soltame. Por favor por favor. Mi vie. Por fa. Por. 

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Imagen: Editorial 3600

Joaquín estacionó el auto al lado de un basural; se bajó y encendió un cigarrillo.  En la oscuridad del momento, el Teco solo podía ver la vibración de la punta incandescente: Joaquín temblaba, tal vez por el frío, o quizá por lo que acababan de hacer. Y el Teco queriendo hablar, queriendo no pensar en lo ocurrido, en su metida de pata, en su fuerza bruta. Juaqui, Juaqui, ya pues, qué hacemos, pero Joaquín seguía fumando, calmando poco a poco la tembladera. Juaqui, qué hacemos, mierda, qué hacemos. Ya, callate, pendejo, no metas bulla. Pero Juaqui... Te has pasado, huevón, a ver, fijate bien, poray solo está desmayado, poray no lo has tesado. Puta madre, no respira, Juaqui... Hablá suave, carajo. No respira, Juaqui, lo hemos timbrado. ¿Hemos?, hemos suena a manada, pendejo, vos solito la has cagado. No jodas, Juaqui, no ha sido queriendo, el cojudo estaba pataleando, hasta vos le has dado una ñapi en la nasa, mirá, mirá, carajo, le has partido la nasa. Ya callate, huevón, más bien lo bajaremos del auto.  Joaquín botó la colilla y metió medio cuerpo al auto, ayudando al Teco, que extrañamente se mantenía calmado. Ahora qué. Ahora, un puchito pa calmarnos y nos vamos. Pero, Juaqui, alguien nos puede chequear. ¿Aquí?, es un callejón, pendejo, nadie nos está viendo, tranquilizate. Estoy tranquis, no pasa nada, estoy tranquis. Puta, un sangre fría has resultado. No jodas, ¿qué más puedo hacer?, ¿o vos estás de miedo, Juaqui? Cojudito, ¿yo de miedo?, ni cagando, pero la primera vez siempre es jodida. ¿Y cómo será la segunda, no? Qué te pasa, Teco de mierda, te has timbrado a un men y ya estás queriendo repetir. Solo estoy jodiendo, Juaqui, esta es la primera y la última. Oye, huevón, ¿por lo menos le has sacado la billetera? Pensé que tú... ¿Yo?, huevonazo, yo estaba con las manos en el volante. Puta, no te rayes, ahorita chequeo.  El Teco registró al Tomar, que yacía de espaldas en medio de papeles mugrosos, cáscaras fétidas, pañales desechables, mierda de perros, o de gatos, o de humanos, con la cara bañada en su propia sangre y el cordón de zapatos aún en el cuello. No tiene mucho este boludo, solo setenta. Sacale las gambas y el reloj, pero ése es para mí. ¿Y la charra, Juaqui? Ya no pues, imbécil, ya está manchada con sangre, pelotudo, ¿no miras? Ya parala, Juaqui, te estás pasando de pendejito, meta y meta a insultarme.  ¿Y qué vas a hacer, por matar a un cojudito por la espalda crees que puedes conmigo?  El Teco lo miró con rabia, pero conocía bien la habilidad pugilística de Joaquín, así que prefirió contenerse una vez más; ya habría tiempo, después, para ajustar las cuentas. Ya, ya, no te rayes, Juaqui, solo estoy jodiendo. Pues ya no jodas. A ver, setenta, más lo que nos den por las gambas, tal vez diez, tenemos ochenta, ¿qué tal si vendemos el reloj también?, luego te consigues otro. No, Tequito, el reloj es mío, mejor dámelo de una vez, boludín, no vaya ser que te aficiones. Puta, entonces solo tenemos ochenta. Yo debo ciento veinte, y tú, noventa. Yo tengo los treinta que reunimos con la venta de ropas, Juaqui, con eso más ya tenemos ciento diez, nos faltarían cien, otro trabajito esta noche y estamos arreglados. En realidad, solo faltan diez, Teco. No pues, Juaqui, faltan cien, en total debemos doscientos diez, alcanzó a decir el Teco antes de que Joaquín le pusiera un cordón alrededor del cuello y apretase con toda la fuerza que disponía. El Teco intentó zafarse, pero sus dedos no entraban, su garganta y el cordón parecían una sola cosa. La vista se le fue nublando y comprobó que, contrariamente a lo que contaban, en pocos segundos es imposible que toda la vida pase frente a los ojos del que muere; sin embargo, sí podía escuchar las palabras jadeantes de Joaquín: tas mal, Tequito, solo me faltan diez, con lo que me den por tu charra mi deuda está pagada, huevoncito, y mañana estreno reloj.

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