¿Existe una literatura femenina?, Una lectura sobre la maternidad en el animal sobre la piedra y cadáver exquisito

Rudy Terceros reseña dos libros (‘El animal sobre la piedra’ de Daniela Tarazona y ‘Cadáver exquisito’ de Agustina Bazterrica), pero va un poco más allá y, azuzado por el pasado, se cuestiona acerca las diferencias entre escritura femenina y masculina, pero también acerca de la maternidad en este ensayo que hace dialogar a dos novelas.
Editado por : Adrián Nieve

Uno de los temas que considero más alejado de mi comprensión es la mujer, no solo por la brecha biológica que me separa, sino por la manera en que, en mi experiencia, la sociedad ha dividido supuestos roles de género: “No entres a la cocina”, “tu mamá es quien debe darte el alimento (o sea no tu papá)”. Esas eran frases recurrentes en mi infancia. Y si no era mi madre, debía ser mi abuela, o mi tía. Esto hizo que la femineidad constituyera un misterio desde siempre.

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“¿La maternidad es una manera de sostener una ideología social? O, tal vez, ¿un solemne acto de rebeldía o de autoafirmación? Y en modo más general, ¿puede entenderse la femineidad/maternidad a través de la literatura? ¿Existe una literatura femenina y/o masculina?” / Imagen: Adrián Nieve

Con todo, cuando discutí con un docente sobre la manera de escribir (mi acercamiento a la femineidad fue a través de las letras) se presentó la frase: “las mujeres escriben como mujeres y los hombres como hombres”, frase harto absurda para mí, por lo que me propuse “escribir como mujer” y así apareció la novela Aventuras en un pueblo perdido, publicada por Santillana (por ejemplo). Aunque esto no fue suficiente para entender, algo era seguro: aquella femineidad era un tema que podía descubrir en las letras. 

“El entendimiento del misterio femenino se puede lograr a través del arte”, me dijo la escritora Giovanna Rivero en una clase, casi la oí añadir: “no te sientas mal por ser hombre”. Y es esta calidad la que me impide, al menos en un principio, entender tres aspectos: la menstruación, el orgasmo femenino y la maternidad; lo primero meramente aceptado, el segundo buscado, pero el tercero, la maternidad, al parecer obligado socialmente, más allá de la necesidad de perpetuación de la especie, si es que es una necesidad. “Si el Estado necesita criaturas, sostenía Kolontái, debe cuidarlas, poniendo en marcha instituciones sociales, como salas de lactantes y jardines de infancia”, indica Esther Vivas en su libro Mamá desobediente (El Cuervo, 2020), en el sentido de la exigencia social a la mujer a ser madres para luego ser abandonadas en la crianza de los niños. Y es la maternidad la más recientemente observada –y problematizada por un servidor– a la luz de las novelas Cadáver exquisito y El animal sobre la piedra.  

¿La maternidad es una manera de sostener una ideología social? O, tal vez, ¿un solemne acto de rebeldía o de autoafirmación? Y en modo más general, ¿puede entenderse la femineidad/maternidad a través de la literatura? ¿Existe una literatura femenina y/o masculina?

Antes de intentar responder esas preguntas, refiramonos a las novelas en cuestión:

En Cadáver exquisito escrito por la argentina Agustina Bazterrica, publicado en 2017, nos encontramos con una distopía en la que se ha desencadenado un virus que ha determinado que los animales ya no son aptos para el alimento, por lo que el Estado ha autorizado el consumo de carne humana.

“Universidades prestigiosas afirmaron que era necesaria la proteína animal para vivir, médicos confirmaron que las proteínas vegetales no tenían todos los aminoácidos esenciales, expertos aseguraron que se habían reducido las emisiones de gases, pero había aumentado la malnutrición, revistas hablaron sobre el lado oscuro de los vegetales”. En este contexto Marcos Tejo, que hasta entonces solo aceptaba la ideología reinante y trabajaba en un frigorífico donde se faenaba cabezas humanas, recibe como regalo una mujer destinada exclusivamente al alimento a quien llama Jazmín. Marcos Tejo y su esposa habían perdido a un hijo y Jazmín queda embarazada de él, algo prohibido por ley, con lo que Tejo comienza a ver las nuevas posibilidades y “usos” de Jazmín. La maternidad en la novela está presente tanto en un sentido de perpetuación de la especie como en un sentido de reproducción de cabezas humanas para el consumo humano, así, ambas maneras sostienen la ideología de esa sociedad.

El animal sobre la piedra, escrito por la mexicana Daniela Tarazona (2011) relata la historia de la mutación de Irma quien, luego del fallecimiento de su madre, “inicia una búsqueda, por todas las vías posibles, para recuperar a quien ha perdido”, (propuesta de lectura de Ana Negri). Irma cambia de cuerpo para irse convirtiendo en un reptil que a su vez busca perpetuar su nueva especie gestando una nueva vida. “Estoy viva [dice Irma]. Alcanzaré la consagración a través de mis actos. Por eso estoy embarazada, quiero procurar la descendencia, reproducirme”.

En ambas novelas se explora un tipo de maternidad —si es que existen clases de maternidad— de una manera más consciente o por lo menos, más buscada por los personajes.

¿La maternidad es una manera de sostener una ideología social? Si observamos las ideas de Slavoj Zizek, en el sentido de que en realidad los actos humanos ya han sido concertados de antemano por una ideología ya interiorizada, en realidad no habría una conciencia cierta del impulso materno. “La reflexión filosófica está, así pues, sometida a una experiencia misteriosa similar a la que se sintetiza en la antigua fórmula oriental ‘tú eres eso’: allí, en la efectividad externa del proceso de cambio, está tu lugar adecuado; allí está el teatro en el que tu verdad se representó antes de que tú tuvieras conocimiento de ella” (Zizek, El sublime objeto de la ideología, 2003).

Así pues, Irma ya estaba condicionada a buscar ser madre, por el escenario en el que representa su papel, exterior a ella. Su deseo de procurar su descendencia no era suyo realmente: “¿Cómo nacerá algo de mí? [dice Irma]. Dar vida es un deseo que no se formuló bajo el influjo de mis pensamientos sino ordenado por pautas de mi especie”. 

Entonces esa orden fue planteada desde el exterior: “Las máquinas de este fin de siglo han convertido en algo ambiguo la diferencia entre lo natural y lo artificial, entre el cuerpo y la mente, entre el desarrollo personal y el planteado desde el exterior” (Haraway, Manifiesto Ciborg, 1984).

Era lo que marcaba la ideología inherente en ella misma, una ideología marcada por la sociedad desde el exterior: una nueva especie, un nuevo ciclo. Mas si nos referimos a un cuerpo femenino con el don de la palabra, pese a su metamorfosis a reptil, Irma continúa siendo consciente de sí; luego, quiere reproducirse para que el ciclo siga, aunque sea nuevo.

En Cadáver exquisito nos encontramos con una escena que ejemplifica también esta maternidad “necesaria” para perpetuar la ideología de una sociedad caníbal. “El Gringo sigue con lo anterior, que parece que le interesa más, y le explica que los padrillos se compran por la calidad genética. Que él le dice padrillo de retajo, pero que técnicamente no lo es porque sirve a las hembras, se las monta. […] Mientras caminan para la salida pasan por el galpón de las preñadas. Algunas están en jaulas y otras están acostadas en mesas, sin brazos ni piernas”. Las madres han sido reducidas a simples aparatos reproductores para perpetuar unos humanos que alimentarán a otros humanos, todo con un aire de normalización. 

Aunque suene espeluznante, Bia Ruggia interpreta esta distopía como una crítica a nuestra realidad actual: “¿Qué tipos de explotación entre humanos son tan (o más) violentos que el canibalismo, pero están naturalizados en nuestra sociedad actual?”, así mismo Haraway dice: “La reproducción sexual es una más entre otras estrategias de perpetuación, con costos y beneficios en tanto que función del sistema ambiental”. Nos asombra que una novela presente personajes que literalmente comen carne humana, pero no nos asombra una sociedad donde la explotación laboral coma la vida de otro ser humano. “¿La maternidad es un yugo y el mercado laboral no?”, se pregunta Esther Vivas.

¿La maternidad es un solemne acto de rebeldía o de autoafirmación? 

Al principio de Cadáver exquisito conocemos a un Marcos Tejo con el deseo de habituarse a la ideología reinante en su mundo. “Volvió a su casa [Marcos Tejo] porque su padre había enloquecido. Los médicos le diagnosticaron demencia senil, pero él sabe que su padre no soportó la Transición [de comer carne de animales a comer carne humana]. Muchas personas se dejaron morir bajo la forma de una depresión aguda, otras se disociaron de la realidad, otras simplemente se mataron”. Pero Marcos se resignó a vivir así, trabajando en un matadero de humanos; se consuela pensando que así se gana la vida y puede pagar los cuidados médicos del padre. Se puede decir que Marcos al dejarse llevar actúa sin pasión, sin verdadero interés por sus actos, tal vez esa apatía sea su manera de lidiar con la muerte del hijo y el abandono de la esposa (cuya manera de duelo fue simplemente alejarse de él). Luego ocurre, aquel discurso de “solo obedezco órdenes”. Digo que Marcos actúa sin pasión porque ha perdido el entusiasmo frente a la vida, esa falta de pasión hace que su humanidad parezca desvanecerse, no reclama, no se deja morir como otros han hecho al verse obligados a comer gente, ni siquiera parece estar en depresión (al menos no en el sentido de cuestionarse la nueva moralidad), solo obedece la nueva norma y ayuda en el procesamiento de humanos para el alimento. 

Después la vida de Marcos pierde sentido, ya no puede solo evadirse y se enfrenta a la necesidad de cuidar de una mujer, Jazmín, destinada a la matanza o reproducción para la alimentación. Es entonces que, sea por la razón que sea, yace con esa mujer y logra una nueva descendencia. Jazmín, embarazada, parece cambiar su destino, está claro que Marcos no desea comerse a su hijo, ni venderlo por piezas como se “hace en estos casos”. Quiere al hijo que Jazmín le dará. Parece que debe enfrentarse a su desapasionamiento de solo obedecer la norma frente a su nueva esperanza de volver a ser papá y no perder a su hijo. 

Marcos ahora está fuera de la ley, claro que Jazmín no es totalmente consciente de lo que ocurre. La esposa de Marcos, Cecilia, regresa del retiro llamada por él y se entera de lo que ocurre: 

“–¿Qué hace una hembra en mi cama? ¿Por qué no llamaste a un especialista?
–Es mi hijo [responde Marcos a su esposa].
–¿Vos estás loco? ¿Querés terminar en el Matadero Municipal ¿Cómo pudiste estar con una hembra? Estás enfermo”.

Y eventualmente acepta esta oportunidad de ser madre. “Cuando el bebé [varón nacido de Jazmín] ya está preparado y tranquilo Cecilia se lo entrega. Él lo mira sin poder creerlo, es hermoso, dice, es tan hermoso […]. Él se levanta y le entrega su hijo a Cecilia, que lo empieza a acunar, le canta. Él le dice ‘ahora es nuestro’ y ella lo mira sin poder responder, emocionada, confundida”.

La maternidad de Cecilia se realiza, Jazmín es sacrificada para el consumo normal y todos viven felices. Como acto de propuesta de lectura de rebeldía aquí la maternidad se presenta a pesar de todo; seguramente una visión feminista del tipo “[l]a maternidad es incómoda porque se empeña en mostrar nuestra animalidad” (Vivas) impondría un enorme “pero” a la búsqueda de maternidad, esa es precisamente la rebeldía de una mujer feminista que quiere ser madre. Aunque este terreno, el del feminismo, parece un lugar rico para disquisiciones sobre maternidad, la presente propuesta no lo abordará por considerarlo propio de un tema aparte del que se propone.

Para Irma se diría que la maternidad es una muestra de autoafirmación. Irma, la de El animal sobre la piedra, ha aceptado su nueva naturaleza.  “Mi cresta es mayor ahora. Ya se asoman los picos que me darán la distinción absoluta [dice Irma]. […] Cuando salgo a la calle llevo un sombrero de palma que engaña a los demás. Lo hago también para quebrantar la certeza de los otros [sobre su aspecto reptiliano]. No soy lo que ven”.

Así que, una vez aceptada su nueva realidad, el siguiente paso es perpetuar su nuevo yo con el acto de la reproducción. “No digo nada porque estoy impedida. Quizá mi instinto distinga que me encuentro en peligro. Él está dándome la espalda, veo que comienza a masturbarse. Lo hace durante unos minutos, incrementando la fuerza y la velocidad de su mano. Se levanta y deja sobre la arena una mancha de semen. El instinto me lleva a sentarme encima, desnuda, y pego mi nuevo sexo a esa mancha de semen sobre la arena”. Es verdad que habla de instinto, así que no sería realmente un acto consciente de autoafirmación; pero lo que ocurre es que esa búsqueda de reproducción deviene de su nueva naturaleza de reptil: quiere perpetuar su especie, seguir siendo.

Al mismo tiempo, esa búsqueda de maternidad puede entenderse como algo que le ayuda a superar el duelo por la muerte de su madre. En palabras de Negri: “Se trata, por tanto, de una familia unida por la extrañeza y es precisamente a partir de esa extrañeza que Irma consigue cierto grado de reencuentro con ella [su difunta madre]. Y será sólo en cierto grado, porque no le resulta suficiente para paliar la pérdida, el vacío que aún la atraviesa, de tal suerte que irá más lejos en su intento por acercarse a su madre y buscará una condición semejante a la de ella: la condición de madre […]. Irma pretende acercarse a su madre mediante la identificación que le brinda la maternidad”. En ese sentido la maternidad, inherente a su femineidad, sirve a Irma no solo en el sentido de perpetuar su especie como a primera vista parece, sino que busca acercarse a su propia madre, parecerse a ella, a través de ese lazo reservado, al menos hasta este momento de la historia de la humanidad, únicamente a la mujer.

En Cadáver exquisito vemos a un cuerpo reducido a la reproducción como manera de normalizar el consumo de carne humana, en El animal sobre la piedra una forma de sostener el cambio de la protagonista es su búsqueda de reproducción, en ambos casos parece que Haraway cuenta con razón al postular: “Perversamente, la apropiación sexual de este feminismo posee aún el estatuto epistemológico de trabajo, […] En el reino del conocimiento, el resultado de la objetivación sexual es ilusión y abstracción […]. Ser constituida por el deseo del otro no es la misma cosa que ser alienada en la separación de la violencia del trabajo y de su producto”.

Ese ser femenino constituido por el deseo del otro parece estar presente en ambas narraciones, desde una perspectiva de que existe una ideología que obliga a ser madre, o ya sea por la necesidad de mantener una especie o por una necesidad de cubrir una carencia. 

¿Existe una literatura femenina y/o masculina? ¿Quién escribía a las mujeres antes?

Pero, en modo más general, ¿puede entenderse la femineidad/maternidad a través de la literatura? ¿Existe una literatura femenina y/o masculina? Mac Kinnon dice que el feminismo adoptaba necesariamente una estrategia analítica diferente del marxismo, contemplando primero no la estructura de clase, sino la de sexo, género y su relación generativa, […]. Por consiguiente, desarrolla una teoría de la conciencia que pone en vigor lo que cuenta como experiencia de las “mujeres”: cualquier cosa que nombre la violación sexual, más aún, la propia sexualidad por lo que respecta a las “mujeres” (Haraway)

¿Quién escribía a las mujeres antes? Los hombres desde su masculina perspectiva. Quizá sin importarles o siquiera informarse sobre aquellos tres aspectos que señalé al principio, tan vedados a la biología masculina. Quizá el dolor y el placer puedan entenderse con cualquier cuerpo, pero la maternidad, no. 

La paternidad, como cuidado y manutención, no se entiende como machismo protector de la mujer. Aquí me refiero a la manutención del hijo, obligación de ambos progenitores, claro, pero con diferentes perspectivas: un hombre no puede dar de lactar, por ejemplo. Puede aportar leche de fórmula, pero eso definitivamente no es lo mismo que entregar una parte del cuerpo, que ha sido exclusivamente creada para nutrir al hijo. La paternidad, decía, como cuidado y manutención puedo entenderla, pero la maternidad solo puede entenderse como el acto que involucra un cuerpo que gesta otro cuerpo. ¿Por qué decide hacerlo? Es lo que hemos intentado entender en los párrafos anteriores. 

Esa maternidad leída en las dos novelas ayuda a acercarse a la comprensión. “Antes de comenzar con las disquisiciones teóricas de lo femenino y lo insólito, tendremos que tener como punto de partida lo que la crítica ha denominado lo “fantástico femenino” (Alemany, “Lo insólito y lo femenino en algunas narradoras latinoamericanas actuales” (ensayo), 2020). 

Alemany propone comprender esa nueva perspectiva narrativa desde la mujer escrita por la mujer. “En 2014 María G. Akravoba se planteaba si es lo fantástico un género o un modo literario, y si podemos hablar de un ‘fantástico femenino’ y llegaba a la conclusión de que la ambigüedad se establece como un rasgo inherente tanto para el texto fantástico como para los textos escritos por mujeres, lo que se expresa a través del uso de la voz narrativa, del cuerpo, del fantasma y del espejo”. Así, propone una nueva narrativa como un “vehículo simbólico” para entender el mundo de otra manera, el mundo visto desde lo femenino. “Es más, me atrevería a decir que este tipo de discurso, renovador, y que significa una vuelta de tuerca, es patrimonio de las narradoras y no tanto de los narradores” (Alemany).

Y es que los narradores seguirán, para Alemany, unos cánones más ortodoxos al acercarse a lo fantástico y, en cambio, las mujeres como las autoras de Cadáver exquisito y El animal sobre la piedra “son mujeres que escriben sobre otras mujeres, y no necesariamente desde lo autobiográfico, pero sí desde lo emocional. La incursión en el mundo interior, entendido como paralelo a la realidad, logra crear universos inusuales que actúan desde el nivel discursivo y son los recursos tropológicos los que revisten estas ficciones de un carácter insólito, aunque finalmente acaben en lo real” (Alemany).

Lo metafórico visto en El animal sobre la piedra o la crítica social de Cadáver exquisito finalmente aterrizan en una realidad vista desde la perspectiva de sus autoras.  

En las novelas de Bazterrica y Tarazona presenciamos una perspectiva sobre la maternidad, ya sea como objeto ideológico o como una exploración de la decisión de ser madre (sea como sea y a cualquier costo). En el presente texto se ha propuesto una línea de lectura que pretende entender si la maternidad es una manera de sostener una ideología social o si es un solemne acto de rebeldía o de autoafirmación. Las novelas analizadas parecen decir que sí a ambas propuestas: la maternidad es al mismo tiempo necesaria para que sigamos existiendo como humanidad y una búsqueda personal. ¿Por qué no aceptar la convivencia de ambas propuestas? Así de complejo es el ser humano. 

Por otro lado, al ser la literatura una forma de arte, es precisamente un modo para entender nuestra naturaleza. “Las mujeres escriben como mujeres y los hombres como hombres”, decía aquella frase propuesta en aquella clase de escritura, seguramente es así. Pero si bien existe una perspectiva (llamémosle masculina o femenina), esa perspectiva es inherente a cada autor, no debería importar su género; ni siquiera su propia naturaleza, ¿acaso es necesario ser un niño para escribir para niños? ¿Acaso es necesario vivir en un mundo de dragones para imaginar sus voces? Claro que no, aunque la propuesta de una narrativa femenina seguramente es mucho más complicada que solo imaginar cómo podría ser.

¿Existe una literatura femenina distinta de la masculina? Seguro que sí, pero porque cada autor tiene una búsqueda desde su propia mirada, desde su extrañamiento de lo que ve, sea que vea una rosa seca en primavera o la maternidad; es la literatura, la poesía, la que actúa como elemento develador, no la mano del autor o autora. Me pregunto si Giovanna Rivero estaría de acuerdo con esto.

Entonces se me ocurrió hacer una temeridad, hacer una locura que considero que fue mi sistema poético del mundo, un intento de intentar lo imposible.
Lezama Lima.

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