Transfigurada la noche

En este texto se habla de música clásica, de un poema, del fin de una época y también del lenguaje musical, que como el agua siempre busca cauces nuevos para llegar a su destino: el interior de aquel que lo escucha y lo entiende.
Editado por : Alicia Mariscal Monge

Llevar al límite el canon estético de un siglo es cargar la responsabilidad de cambiar la percepción de la realidad para las personas que viven a través de esta. Los lenguajes con los que nos expresamos permiten delimitar el mundo en que vivimos, los seres más sensibles son capaces de ver las delicadezas y giros de estos medios expresivos, así, Arnold Schoenberg1 puso en jaque la concepción del mundo en una sociedad al borde de la decadencia cultural debido al conformismo que la invadía a finales de siglo. Así nace Noche transfigurada, una obra que llevó al límite el sistema tonal de los grandes maestros.

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Ilustración del autor.

Existe un peligro en ver al arte como un paradigma, establecer ideales puede cegarnos de entender la obra como una interpelación o, por otro lado, buscar una narrativa cierra las posibilidades emocionales del bello e intangible abstracto sonoro. Noche transfigurada va más allá del relato, basado en un poema homónimo2, busca establecer un canal emocional para que el mismo oyente lo invada a través de sus propias emociones. Sentir las innumerables modulaciones no es solo una cuestión meramente teórica, es palpar cómo el aire cambia, los colores emergen y de la sonoridad emergen bosques inconmensurables, quedando todo vulnerable y voluble a los cambios emocionales por los que atraviesa la obra. Las cuerdas frotadas generan esa textura tangible, como si el espacio vacío de la respiración cobrara forma para deformarse, creando una bella y peligrosa tensión entre la pareja, que debe entenderse para su última redención.

Los pasos en el bosque están ahí, más allá de la rítmica inicial que nos sumerge en la duda, ella carga un hijo y no es de él, abominables estructuras atormentan a las melodías, parece haber una conexión interna que lleva la unidad a capacidades nunca antes vistas en las melodías mientras la armonía parece destrozar nuestras creencias en la vida, las construcciones sociales y el amor superficial. Es este proceso largo y doloroso que va transfigurando la obra, del oscuro re menor al bello pero también ambiguo re mayor, dos minutos antes del final hay un silencio, expresivo hasta el desborde y, por contraste, se yuxtapone el verdadero re mayor, indeciso como la vida, por eso más real y no por eso menos satisfactorio, es un forte pleno, nos dice que hasta ahí llegaron 900 años de tradición musical escrita, arribamos a este punto cansados, pero realizados. Transfigurada la obra, nuestra percepción de la realidad se encuentra en el limbo de la moral subjetiva, lo que creíamos bueno no lo era tanto, lo malo era solo una limitación autoimpuesta. Dos personas caminan, una especial tibieza recorre entre ellos, la música no será la misma y lo más profundo de nuestro inconsciente se da paso entre lo nuevo y la belleza extrema.

 

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Arnold Schoenberg, Gehendes Selbstportrait (1911).

1 Compositor, teórico musical y pintor austriaco de origen judío. Es reconocido por ser de los primeros compositores que se adentró en el sistema atonal (sistema musical que carece de toda relación de los tonos de una obra con un tono fundamental y de todos los lazos armónicos y funcionales en su melodía y acordes, sin estar sujeto a las normas de la tonalidad). 

2 Richard Dehmel es el autor del poema al que se hace referencia, este sirvió de inspiración a 
Schoenberg para componer la obra "Noche transfigurada".

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