Diabulus in opera
“Hagamos una revolución,
que nuestro líder sea el sol
y nuestro ejército sean mariposas”.
Mägo de Oz
Jesús María Hernández –baterista y líder de la banda española de folk metal Mägo de Oz– está sentado frente a un presentador de televisión que le pregunta con qué momento de su carrera se quedaría si pudiera elegir solo uno. El violinista de la banda está a lado suyo y responde sin vacilar: “La cárcel”. Ambos ríen y recuerdan el que, casi con certeza, será el último concierto de la banda en Bolivia.
Los renglones torcidos de dios
La mañana del 8 de junio de 2018, entre aplausos y bravos, Mägo de Oz recibió un reconocimiento de la Asamblea Legislativa Plurinacional de Bolivia, como homenaje a sus 30 años de carrera artística. La banda estaba de gala y sus rostros parecían iluminados por la emoción de los reflectores y flashes del recuerdo de su primer concierto de la adolescencia; excepto Zeta –el vocalista– que necesitaba cuidar su voz del resfrío mal curado del que salía. Ninguno imaginaba que, horas después de la cancelación de Diabulus in opera y del inicio y final del primer concierto fallido, Lidia Ivonne Cruz –road manager– sería arrestada junto a Txus y Mohamed –el ya mencionado Jesús María Hernández y el violinista, de forma respectiva–.
Previo al anuncio oficial de la cancelación, fans de ciudades tan distantes como Cuzco esperaban afuera del Teatro al Aire Libre Jaime Laredo para presenciar un concierto de metal sinfónico, único en Sudamérica, como había sido anunciado por la organización del evento. La desilusión en la fila de ingreso fue general cuando la noticia se hizo pública. Las partes habían llegado a un acuerdo: el concierto se realizaría, pero el formato sinfónico estaba descartado.
“Para en vano me han hecho gastar pasaje y para en vano me han hecho venir”, dijo Julio, uno de los 60 integrantes de la Orquesta Filarmónica de El Alto, que debió haber tocado en el concierto. El tono exaltado de su voz era producto a la frustración provocada por dos meses de preparación previos al concierto, con ensayos de hasta cuatro horas.
La danza del fuego
El rider técnico, además de ser un documento imprescindible para la realización de un concierto bien organizado, es la materialización de un pacto tácito de respeto mutuo entre el equipo técnico de la banda y el equipo técnico de la organización del show. Desde equipos de sonido y luces, hasta pequeños caprichos de los artistas son incluidos en él. La famosa clausula Van Halen, por ejemplo, establecía que el contrato de la banda podía cancelarse si es que los ambientes donde estuvieran llegaban a contener algún caramelo M&M de color marrón, un sencillo truco que permitía saber al equipo de avanzada si es que se había leído con detalle las especificaciones técnicas para el show.
“No pedimos limusina, ni pedimos champagne. Todos son equipos técnicos para que podáis ver y escuchar como se merece un concierto”, dijo Txus, rodeado de los músicos y el equipo técnico de Mägo de Oz, en un comunicado oficial sobre lo sucedido en Bolivia. Entonces, ¿por qué no cancelaron? ¿Por qué tocaron el viernes en la noche?
En 2016, un concierto de Aerosmith fue cancelado en Santa Cruz debido a fuertes vientos que provocaron la caída del techo del escenario un día antes de su realización. Patricia Leyton Puig —influencer marketing manager— explica que detalles como el tamaño de los tornillos del escenario son inspeccionados con rigurosidad por los equipos de avanzada de las bandas.
Un contrarider debe ser presentado antes de la firma del contrato con la banda, explica María Fernanda Antuña Nuñez –directora de Turu Producciones, Mandala Música y TDV Bolivia–. Es un juego de tira y afloja que permite llegar a un punto medio para la conformidad de ambas partes. María Fernanda recuerda espectáculos exitosos realizados en Bolivia, como el Cosquín Rock de 2017 –con la participación de artistas de la talla de Fito Páez, Enanitos Verdes o la banda cruceña Animal de Ciudad–, como prueba de que la organización de grandes eventos en el país es posible. Pero la ley de Murphy dice que si algo malo puede pasar, pasará: y pasó.
Van a rodar cabezas
Con resignación, los fans de Mägo de Oz esperaron afuera del teatro para presenciar el concierto de consuelo la noche del 8 de junio de 2018. Los ponchillos y paraguas que los cubrían de una llovizna, que después se convertiría en tormenta, los hacían parecer una desordenada fila de caramelos descoloridos.
El público parecía extrañar la voz de José Andrëa, vocalista boliviano que fue parte de Mägo de Oz hasta 2011. Mohamed tocó el violín con una máscara de diablada sobre la cabeza, tal vez buscando animar al público local con sus melodías de folklore celta. Lo peor parecía haber quedado atrás, se olvidó incluso la sensación térmica invernal. Minutos después, la copiosa lluvia le quitó protagonismo a la banda, dejó evidentes charcos en el escenario y desgastó la poca paciencia que quedaba en el público.
“¡Por lo menos digan chau!”, se oyeron voces. Después de haber interpretado tres canciones, entre silbidos y abucheos, la banda se retiró del escenario y no volvió: fue la tibia gota que derramó el vaso que desencadenó la tormenta perfecta.
La posada de los muertos
Lo que sacamos fue una colonoscopia gratis, dijo Txus. Debió haber preferido seguir su carrera como jugador de fútsal en su juventud –cuando fue una promesa del Real Madrid y portero de la selección de España– la madrugada que pasó en las instalaciones de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen de La Paz. Como atajando remates a su portería, respondía las preguntas de la prensa y del personal encargado de la investigación. Tiempo después, recordaría aquel episodio en el programa español de televisión Vodafone, comparando la experiencia con un documental sobre las peores cárceles del mundo.
Se habló de la cancelación injustificada de un concierto en Potosí, de pruebas irrefutables de extorsión, de fallas técnicas insalvables, de un certificado médico falso que intentaba demostrar una infección respiratoria de Zeta y de denuncias por diversos delitos. La mediación de la diplomacia española en Bolivia y de la Defensoría del Consumidor Financiero fueron necesarias para acordar la repetición del concierto fallido al día siguiente.
“Mägo de Oz, te aseguro que no llega más a Bolivia, ni queriendo ni no queriendo”, dijo la organización del evento en una entrevista días después.
Hasta que el cuerpo aguante
La noche del segundo concierto, el domingo 10 de julio, volvió a ser lluviosa. “Hoy no estamos aquí para celebrar los 30 años de aniversario de Mägo de Oz, ¡estamos aquí para celebrar que tres de nuestros compañeros han salido de la cárcel!”. La voz de Javier Domínguez Gregorio –Zeta– era la de un bajo descalibrado y la organización afirmó que el vocalista bebió con los fans la noche de los arrestos.
Las tres primeras canciones y el guion, palabra por palabra, fueron iguales a las del concierto del 8 de julio: el público supo que todas las ciudades eran las mejores que la banda hubiera visitado antes, sin importar su nombre, ni aunque la experiencia hubiera resultado un infierno. Como otro consuelo, a pesar de no haber tocado y con la frente en alto, el director y los músicos de la Orquesta Filarmónica de El Alto se presentaron en el escenario y fueron aplaudidos por el público.
En 1992, en Bogotá, el coronel encargado de seguridad en el concierto de Guns N’ Roses sufrió un paro cardiaco a bordo de una tanqueta al ver el caos que dejaron los fans que no habían podido ingresar al concierto. Algo similar sucedió en un concierto de Mägo de Oz en Puebla, México, en 2013. Quizás la voz oficial de la organización del concierto recordó aquel desmán al afirmar que nadie contrataba a la banda por segunda vez. No obstante, más de un productor de Latinoamérica se pronunció a través de videos para brindar su apoyo a Mägo de Oz después de lo sucedido en Bolivia
Entre cánticos subidos de tono para la organización del evento y ojalanovuelvannuncamás para la banda, sin alma, sin fuerzas para destruir el escenario o pedir la devolución de las entradas, los más leales fans de Mägo de Oz vieron o sobrevivieron el último concierto de la banda en Bolivia.