La danza como las matemáticas
Presenciar el trabajo del Taller Experimental de Danza de la Universidad Católica de La Paz, con la obra “Mano a mano, entre tangos y milongas”, el 29 de abril de este año fue un trastoque de planos temporales planteado como un juego, un lindo juego en el cual la expresión humana es el motivo de transformación y el arte una herramienta. Las emociones se manifiestan a través de lenguajes, múltiples como nuestras expresiones. Primero observamos el documental “La danza como las matemáticas”, la huella fílmica digital que registró el trabajo de la maestra₁, mostrando su coherencia creativa y profesional. El documental mismo es un signo que a su vez muestra otro: la huella que el taller dejó en cada uno de sus integrantes que relatan sus vivencias y cambios durante su estadía en elmismo, de esa forma el ahora se convierte en el antes.

El antes es aquello intangible para los que no vivimos el proceso, pero los relatos nos permiten evidenciar el arte y artificio del taller, buscar la sensibilidad de cada uno para permitirle que, a través del lenguaje de la danza, su expresión propia tome forma y se convierta en arte por sí misma. Esta metamorfosis no es evidente a los ojos del espectador, porque los participantes mismos ya fueron transformados. En su misma entidad convierten sus cuerpos en elementos vivos del lenguaje de la danza, apropiando el vocabulario a sus necesidades, objetivos para ellos solos, subjetivos como el arte mismo.
Es este arte mismo, en toda su subjetividad, que nos permite disfrutar de los placeres y peligros de la ambigüedad, su lenguaje (como conjunto de signos) permite estructurar, agrupar, jerarquizar y racionalizar cada elemento de la obra, que al final se convierte en un canal perfecto para lo irracional: la emoción del performance. Aquí no existen casillas ni etiquetas, cualquier sentimiento es efímero en relación al otro, el tango como cortejo, la milonga como desesperación, un zapato como signo, las miradas que se cruzan como la insinuación sexual misma, todo en una delicada entrega corporal de parejas. La interacción, ahora real y no documental, acentúa una melancolía: el dulce y tortuoso ritual juvenil de la sexualidad. No es necesario saber, solo presenciar el momento para que la danza lo viva por nosotros, esa es la máxima perversidad del arte.
El arte es perverso por naturaleza, muestra una ilusión platónica que nos lleva fuera de la caverna, o en el peor de los casos nos deja con la duda eterna, es por eso que la quimera del arte se funde en un mundo plenamente abstracto, donde los planos y las funciones son determinadas en su relación consigo mismas. Las matemáticas expresan el mundo en forma de números, sin disciplina, sin emociones, sin interpretaciones, así mismo la danza no interpreta la realidad, es la misma realidad que se funde a través de la cualidad personal del que la ejecuta. Por esto el arte no se define en cuanto a su función, sino en su capacidad para permitirnos ser humanos.

₁ El autor se refiere a la maestra Norma Quintana.