Apuntes sobre el liberalismo
Con la victoria de Javier Milei en Argentina y el fortalecimiento del “movimiento libertario”, el avance de partidos de derechas y ultraderechas en Europa y en algunos países latinoamericanos, el liberalismo ha vuelto a ser una doctrina política visible, no solo en espacios académicos sino, sobre todo, para amplios sectores sociales. Usualmente calificada como “ideología de la burguesía”, el liberalismo remonta sus orígenes al pensamiento político europeo del siglo XIX. Entendida como una doctrina política que propugna el progreso irreversible, técnico, material, intelectual y moral de la humanidad. A menudo descalificada por intelectuales de izquierda como filosofía e ideología burguesas, es decir, en tanto sistema de pensamiento al servicio de esa clase social, el liberalismo también puede ser entendido como un sistema de pensamiento articulado sobre el concepto de libertad, pero más precisamente a las libertades individuales, lo que contemporáneamente se conocen como derechos y facultades (libre tránsito, libre expresión, libre asociación, entre otras). Por liberalismo también se suele referir a aquella tradición de pensamiento que da preponderancia a la individualidad sobre la masa o cualquier tipo de colectivismo, pero un análisis de su historia, permite comprender que existen varios tipos de liberalismos dependiendo del énfasis al concepto articulador de cada doctrina. Liberalismo económico, referido a la defensa de la riqueza y la propiedad privada. Liberalismo político, abocado a defender conceptos como gobierno representativo, democracia parlamentaria y división de poderes. Liberalismo intelectual, centrado en todas las formas posibles de tolerancia, sobre todo a la tolerancia de ideas en un marco de pluralidad intelectual. Fue el filósofo inglés John Locke uno de los primeros intelectuales que trabajó el concepto de libertad en términos modernos, sus principales obras están vinculadas a diferentes tipos de libertad, pero a partir de su concepción de la misma como una cualidad esencial del hombre, inseparable de su naturaleza. En dos siglos, diferentes liberalismos han seguido un desarrollo desigual, pero con un alcance considerable en la civilización occidental. En países como Bolivia el liberalismo siguió un decurso similar a los demás países de Latinoamérica, pero con particularidades que retan valoraciones simplistas e ideologizadas. En rigor, lo correcto sería hablar de liberalismos para diferenciar al conjunto de ideas y discursos utilizados por revolucionarios independentistas, la élite republicana durante los primeros tres cuartos del siglo XIX, miembros del partido liberal de comienzos del siglo XX e intelectuales destacados de ese siglo. En este breve escrito quiero esbozar dos concepciones del liberalismo en tanto concepto político, primero la de John Locke y segundo la del politólogo Pierre Manent.
Locke fue uno de los precursores del liberalismo clásico, del liberalismo político y de ser uno de los configuradores de las bases del ideario ilustrado que se desarrollará durante el siglo XVIII. Sostuvo la prexistencia de los derechos individuales y la libertad natural del hombre en base al contractualismo y al derecho natural moderno desarrollado a partir de las reflexiones de filósofos como Hugo Grossio. Locke fundamentó la existencia del gobierno civil como solución a los inconvenientes existentes en el Estado naturaleza, principalmente la precariedad en el goce de los derechos individuales y el riesgo para su defensa en caso de disputas ante la ausencia de algún tipo de autoridad que medie entre los intereses individuales. Es por eso que, tanto el Estado como el Gobierno, emergen para Locke de acuerdos de voluntad, de contratos, son productos de un proceso de reflexión racional para solucionar el problema de la convivencia social. Bajo esta perspectiva, los cuerpos políticos se fundamentan en las decisiones racionales de los hombres, en virtud de las necesidades para precautelar sus derechos individuales y perfeccionar su disfrute. En la propuesta de Locke, es de suma importancia el análisis del concepto de libertad, siendo esta una cualidad consistente en no estar sometido a poder, a otra voluntad en el campo de lo establecido por la ley natural. Ley que podría sintetizarse como un conjunto de valores y normas morales racionalmente comprensibles. Para Locke, cuando el Estado y el gobierno civil se encuentran vigentes, la libertad sólo se sujeta a las disposiciones emanadas por el Poder legislativo, aquel poder conformado por el consentimiento de los miembros de la comunidad política. Las normas emanadas de ese poder serían estructurantes de la vida social, y es a ellas a las cuales las vidas privadas de los individuos deberían ajustarse.
Otro aspecto propuesto por Locke es la defensa de la propiedad privada individual, a partir de su concepción como un derecho natural. La propiedad sería el resultado de la conjunción del esfuerzo corporal individual y el trabajo individual enfocado en la materia, en las cosas, con la finalidad de su transformación para su aprovechamiento. Ese proceso de proyección del esfuerzo vital singular de cada hombre y la transformación de las cosas, haría fundamentable la defensa de la propiedad como un derecho individual. Para Locke, las cosas existen en el Estado de naturaleza, pero desde el momento en que son extraídas, modificadas por el esfuerzo individual, por el trabajo, existe un acto de agregación, como si esas cosas contuvieran parte de la energía vital individual, lo que permitiría la existencia de la propiedad privada. Entonces, el trabajo es el medio por antonomasia de apropiación de los diferentes objetos existentes en la naturaleza, eso hace que la propiedad no sea en principio un derecho ilimitado, pues su existencia está vinculada y limitada por el trabajo individual y la utilidad de este para reproducir la vida de los individuos. Locke insiste en que el principal objetivo de la sociedad civil es la defensa de la propiedad privada, acto en el cual demuestra su mayor razonabilidad y justifica su existencia, pues los miembros de la comunidad política renuncian a la defensa directa de sus intereses en favor de la autoridad política, autoridad que es constituye en el árbitro/representante de la propia comunidad para establecer reglas de convivencia, la potestad sancionatoria de la ley y delimitar el despliegue de la capacidad disciplinaria del Gobierno para mantener el orden social.
Más allá de las ideas de Locke para darle las bases conceptuales al liberalismo que se concretización en Europa Occidental durante el siglo XIX, se puede elaborar una síntesis sobre su contenido político y filosófico a partir de las reflexiones más contemporáneas de Pierre Manent. Este autor es consciente de las dificultades existentes para definir al liberalismo, pero identifica algunos puntos centrales para diferenciarlo de otras corrientes políticas. El liberalismo para Manent es una doctrina crítica al poder absoluto del Estado, sea por sus fundamentos metafísicos/religiosos, y por el consto irracional de su funcionamiento carente de legitimidad. En contraposición a ese Estado irracional y absolutista, el liberalismo opta por la capacidad ordenadora de las relaciones sociales y económicas del mercado, un espacio supuestamente más libre y, sobre todo, más racional. Para Manent, el ingreso del liberalismo al mundo de las ideas políticas se dio precisamente al criticar los poderes irracionales del Estado absolutista y de la iglesia medieval. La obediencia política no podía fundamentarse en instituciones cuya fuente de poder era la tradición, la costumbre o el derecho divino de los reyes. Así, el liberalismo es una crítica artera al Antiguo Régimen y el inicio de esa crítica es la confrontación con el dogmatismo que sustentaba el núcleo mismo de instituciones premodernas, es por eso que la libertad de opinión, y luego otro tipo de libertades, se desarrollaron según Manent, en los orígenes del liberalismo, no sin persistir un núcleo de irracionalidad al presuponer su existencia sin discutir sus condiciones materiales de funcionamiento y existencia, limitándose el debate de sus defensores a concebir dichas libertades gracias a facultades naturales como la razón. Aunque el surgimiento de los derechos naturales, se sustentó en una reelaboración del iusnaturalismo antiguo y de las ideas ya esbozadas por la teología medieval, el liberalismo sustentaría su propuesta filosófica en el establecimiento de los derechos individuales: Seguridad, es decir, derecho a la integridad del cuerpo; propiedad, consistente en el acceso a los medios que hagan posible la reproducción de la vida individual; libertad, referida a la autodeterminación de la forma de conservarse, siendo cada individuo el mejor juez de su existencia. El Estado y otras instituciones políticas, existen en tanto garantes de esos derechos, su poder se refiere a la protección y no está dirigido contra los individuos, a no ser que se pongan en riesgo esos derechos. Otro aspecto característico del liberalismo, según este autor, es el funcionamiento representativo del poder político. Sobre el Estado existe una constante sospecha, una recurrente desconfianza sobre su funcionamiento adecuado, de ahí emergería un esfuerzo por limitar su poder funcionalizándolo a la protección de los derechos individuales. El espacio donde los individuos gozan de estos derechos, debe ser claramente diferenciable del Estado. Así, la sociedad entendida como sumatoria de individuos se diferencia conceptualmente del Estado y hace necesario la elección de un mecanismo para la conformación del poder político, ese mecanismo es la representación, bajo la idea de que los representantes velarán siempre por el bienestar de los representados, pues quienes gobiernan, provendrían de la misma sociedad y no de un espacio superior carente de fundamentos en su estatus de poder.