2024: Una odisea de la Tierra
Vivimos en un mundo de imágenes. Hoy el texto es casi superfluo. Instagram vive del efecto inmediato de una sociedad del espectáculo abominable. Frente a las barricadas de una Milán apocalíptica se oye el grito silencioso de las mudas sirenas que deseaban engatusar a Ulises. Ningún situacionismo es más necesario que el situacionismo de esta imagen. Sin una imagen también este texto no valdría más que la miseria de una ilusión. Intentamos describir la imagen: en una galería milanesa donde los desamparados se van refugiando del primer bajón de las temperaturas otoñales, unas señoras van sacándose fotos frente a la boutique de Chanel, una errante yace a pocos metros de ellas. En la vitrina, todos los monumentos más simbólicos de la Ville Lumière están representados, la Tour Eiffel, Notre Dame, el Arco de Triunfo, el Sagrado Corazón. Un kitsch herméticamente frío frente a la narrativa de Frantz Fanon. Una odisea de la Tierra en el año 2024.
¿Pero de qué trata esta foto tan banal? En una sinopsis, el sociólogo podría revelarnos el cuadro tremendamente violento de nuestra actual sociedad; el filósofo confirmaría cuanto Karl Marx había anunciado sobre el fetichismo de la mercancía; el periodista haría una primera plana sensacional(ista). ¿Y después de Rimbaud y de Adorno, el poeta, cuál palabra lograría aún encontrar?
Nuestra odisea, hoy, es surrealista: “Tanta fe se tiene en la vida, en la vida en su aspecto más precario, en la vida real, naturalmente, que la fe acaba por desaparecer”, en las palabras escritas en el Manifiesto Surrealista de André Breton; nuestra odisea, hoy, es la embrutecida evolución humana, es la vida extraterrestre que deseamos plantear sobre Marte o en la luna. El planeta Tierra ha resultado ser chico: nadie sueña Zanzíbar y en Alicudi ya no se prepara el alucinógeno pan de ayer. La ciencia, si fuera aún curiosidad, y si la contemplación y la observación tuvieran el tiempo, nos regalarían todavía emociones propicias y útiles a nuestra necesidad de belleza. Finalmente dudaríamos de todo, hasta de esta imagen, aunque “la imagen es una creación pura del espíritu”.
En la foto solo aparecemos, no somos más que la fantasmagoría, de la vida hacemos una imitación del arte, como sostuvo el poeta Oscar Wilde. La foto revela cuán surrealista es nuestra vida, cuán surrealista es nuestro mundo. En esta foto en realidad no somos, solo aparecemos y quizás “la existencia está en otra parte”.