La fortaleza de ser una y todas: El Protocolo para enfrentar la violencia de género en el metal

En su columna para 88 Grados, Milen Saavedra nos habla de un protocolo diseñado para enfrentar la violencia de género en la escena metal.

Imaginemos asistir a un concierto de nuestra banda favorita y sentir que nuestra voz o presencia es descalificada simplemente por nuestro género. Esta ha sido una realidad constante para muchas mujeres y personas con identidades diversas en la escena del metal.

Y es que el metal, en Bolivia y todo el mundo, ha sido históricamente un espacio asociado a la masculinidad y, en muchos casos, a la exclusión de mujeres y otras identidades feminizadas.

Por eso, hoy, más que nunca, es crucial visibilizar y abordar las diversas formas de violencia que ocurren en este contexto. Entonces, quiero referirme a un proyecto clave: la creación de un protocolo para enfrentar las violencias de género en el metal. Esto, desde la Comisión de Género de la Red de Estudios y Experiencias en y desde el Heavy Metal (REEHM), de la cual formo parte hace varios años y en la que aprendí muchísimo sobre identificar violencias normalizadas y buscar formar de prevenirlas.

La REEHM es un colectivo conformado por diversas voces que proponen un espacio reflexivo de intercambio y acción acerca de la escena metal y su cultura. Desde una posición antipatriarcal, antirracista, anticlasista, anticolonial, anticapitalista, federal y latinoamericana, proponemos construir un lugar de encuentro diverso a través del entramado de las narrativas colectivas e individuales.

En este sentido, queremos poner en valor los saberes que se desprenden de las experiencias individuales, las cuales forman parte de la cultura más amplia del metal en Latinoamérica; y no solo se construyen mediante la cultura escrita del periodismo y la academia, sino también a través de la intervención social, la producción cultural y la escucha musical.

La Comisión de Género de la REEHM se activó hace cuatro años, motivada por experiencias de violencia psicológica, simbólica y epistémica dentro de la escena metalera en América Latina. Fue en este contexto de experiencias propias y colectivas que la Comisión identificó la urgencia de crear herramientas como el Protocolo para enfrentar las violencias por motivos de género.

Para este trabajo colectivo nos planteamos cuestiones como: ¿Qué significa realmente tener un espacio seguro dentro de una cultura que históricamente ha sido dominada por una visión hetero-cis-masculina? ¿Es posible transformar una escena tan arraigada en sus tradiciones? 

Entonces, el protocolo se propone como algo más que un simple documento. Es una herramienta viva que busca transformar la cultura del metal desde una perspectiva transfeminista y decolonial, asegurando que todas las personas puedan disfrutar de este espacio sin ser objeto de violencia o discriminación. También se rechazan jerarquías y binarismos tradicionales, reconociendo las experiencias trans y no binarias.

Además, el Protocolo se sustenta en la epistemología feminista, que cuestiona la producción de conocimiento desde una perspectiva patriarcal y colonial. Autoras como Miranda Fricker y Gayatri Spivak me han ayudado a entender cómo las mujeres y las identidades feminizadas son excluidas de la creación y validación del conocimiento, lo que conocemos como “violencia epistémica”. Además, se inscribe dentro del transfeminismo y la decolonialidad, rechazando las jerarquías tradicionales y los binarismos de género.

La creación del protocolo fue un proceso colectivo y participativo. Comenzó con la revisión de otros documentos similares, como los protocolos de género de universidades y del Movimiento Feminista de Tango en Argentina. Además, se organizó la 'Primera Ronda de Brujxs', un espacio clave de diálogo, escucha y reflexión donde las integrantes y diversas voces de la comunidad metalera pudieron compartir sus experiencias de violencia para incluirlas en la creación del Protocolo. En estos encuentros, no se permitió el ingreso de hombres cis para garantizar la seguridad de las participantes.

A partir de estos encuentros, se fueron perfilando las acciones concretas que el protocolo debía incluir.

Quiero apuntar que el Protocolo no busca ser una herramienta punitiva, sino preventiva y concientizadora. Su objetivo es visibilizar y erradicar las violencias de género en la cultura del metal, creando espacios más seguros, libres de violencia y discriminación. Se basa en principios transfeministas e interseccionales, reconociendo no solo la violencia de género, sino también la que se produce por razones de raza, clase social y discapacidad.

Por supuesto que la creación del Protocolo no estuvo exenta de desafíos. La diversidad de experiencias y sensibilidades generó tensiones dentro del grupo, y la difusión aún es limitada, ya que el protocolo ha sido accesible principalmente en contextos académicos. Sin embargo, el trabajo continúa. La REEHM sigue revisando el documento, buscando hacerlo más accesible a la comunidad metalera en general, con la creación de folletos y talleres que sensibilicen sobre la importancia de abordar las violencias de género en este espacio.

En resumen, el Protocolo es un esfuerzo colectivo que busca transformar la cultura del metal, visibilizando y erradicando las violencias de género. Aunque el camino ha sido desafiante, seguimos comprometidas con la creación de espacios seguros y equitativos dentro de esta comunidad.

El Protocolo busca transformar la cultura del metal desde adentro, promoviendo un ambiente más inclusivo y equitativo. Además, también podría servir de base para otros colectivos y géneros musicales.

Todo este proceso y el Protocolo completo está reflejado en uno de los capítulos del libro recientemente publicado por Rincón Ediciones. Se trata de “Perspectivas y Resistencias Musicales. Volumen 2. Número 2. La fuerza, influencia y tensiones de las mujeres del underground / metal boliviano”, compilado por Reynaldo Tapia y yo.

El libro tuvo un largo proceso y se logró reunir nueve trabajos de investigadoras e investigadores bolivianos que abordan las experiencias de las mujeres en las culturas underground, metal, punk y otras. También, quiero destacar el aporte de las dos destacadas estudiosas con amplia experiencia en el área. Ellas son María de la Luz Núñez (Perú) y Beatriz Medeiros (Brasil) que hicieron los prólogos.

Desde donde estamos creo que es muy importante seguir luchando contra las violencias de género porque sí, se va a caer.

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