El k’encherío
Todo comenzó con el Ungido, el que se creía único, ¿noves? Eso dicen, al menos. Furioso, yéndose por última vez en su helicóptero, nos mandó una maldición, un k’encherío. “Que se acabe todo el gas y el petróleo en este país”, dijo, o parece que dijo.
Tal sería su rabia, su enojo, que la maldición se hizo magia. Todos los tanques y pozos se vaciaron, hasta los de los aviones. Tuvieron que dejar de usar nuestro espacio aéreo. Las cisternas se evaporaban en cuanto entraban a la frontera.
Hubo, pues, crisis. ¡Qué de paros y bloqueos! ¡Qué de llantos y de rogativas! Menos mal que nos dejó la electricidad, aunque hasta eso se tuvo que reinventar, porque muchos generadores se ayudaban con gasolina.
Volvimos a la tracción animal, ¡qué remedio! Me acuerdo cuando vi una mula masticando paciente los arbustos de la plaza Abaroa, su dueño ofreciendo charq’i. Me alegré, la verdad. Mi abuela tenía recuas de mulas en su infancia, así llevaban la cosecha a la ciudad.
Los jóvenes se volcaron a sostener el wifi como sea. Las universidades paraban llenas, en vez de abogacía, estudiaban permacultura, bio energía, Star link. Los que no se fueron, obvio, imagínense si hasta recuperamos el tren a carbón, y lo lento que era. Hay gente que no puede vivir así, sabiendo que hay velocidad en otros lados.
Otros más bien, se vinieron. Gente cansada de la vida moderna, de las prisas, de las presiones. Mucho gringo empezó a llegar, a truequearse, a inventarse maneras de sobrevivir. Hasta volvimos a acuñar moneda como antes, ¿no ve? Ahora todo es con quinto.
Y así estamos, pues, con el k’encherío. Ya van cinco años. Rapidito nos acostumbramos, ¿no ve? Una en este país a todo se acostumbra. A veces me sueño con el olor a gasolina, cuando veo los carros adaptados para caballo, para buey. Extraño el avión, también. Llegar rápido.
¿Rico estaba? Sírvase otro, casero, no se haga de rogar.
Dicen que es lo mejor que nos pudo haber pasado. Que Dios sabe lo que hace, que los Achachilas están contentos.
Yo no sé, la verdad, tanto nos vendieron el futuro, ¿no ve? Las vacaciones en Turquía, en Punta Cana. El Tik Tok. Todavía hay gente que puede ir: viaja un mes, camina, se hace llevar, y toma pues transporte afuera. A veces ya ni vuelven. Mucho maleante se ha ido también, casi todos los políticos. Eso está bien lindo, la verdad. Las wawas juegan en la calle, los pájaros cantan a toda hora. Como antes, ¿no ve? K’enchas estamos, pero felices.