15 reos y un director de una carceleta abandonados a su suerte en Inquisivi

Les traemos una de las muchas crónicas incluidas en el libro Crónicas antigravedad (Ed. 3600, 2024) de Jorge Quispe, en el que nos adentramos en un precaria cárcel en la provincia de Inquisivi, a 250 kilómetros de la ciudad de La Paz.
Editado por : Adrián Nieve

La versión original de esta nota fue publicada el 15 de junio de 2014 en la revista digital Medium

Durante el día, los 15 reclusos del penal de Inquisivi trabajan en el pueblo como albañiles, jardineros y electricistas, pero a las 18.00 deben estar de vuelta en sus celdas. Esta curiosa práctica se sigue llevando a cabo casi sin cuestionamientos, pese a que, en 2013, dos de los detenidos ya no volvieron más.

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Imagen: 88 Grados

Sábado 31 de mayo de 2014. A 250 kilómetros de la ciudad de La Paz, en la carceleta de Inquisivi, este periodista se enteraba que los presos del lugar no recibían, desde enero, el prediario económico de Bs 6 que la Gobernación debía enviarles. Por ello, cada uno de los 15 privados de libertad trabajaban para aportar a fin de mes el costo de la energía eléctrica entre otros gastos.

“Hacemos una vaquita (fondo común) y a cada uno le toca más o menos entre Bs 11 y Bs 13 para pagar la energía eléctrica”, contó en esa ocasión Rodolfo, desde una de los calabozos de este viejo reclusorio edificado hace más 120 años. Ese sábado, solo siete de los 15 internos estaban en sus celdas. “Los ocho han ido a trabajar”, corroboró Nelson García Vargas, entonces director de la carceleta provincial ubicada a cinco horas de la sede de gobierno.

García muestra un libro notariado donde se registra la hora de salida y retorno de los presos que van a trabajar. “Si una persona del pueblo solicita un albañil, deja sus datos, su número de cédula de identidad y después un interno sale con él, pero debe volver a la hora que se comprometió con el solicitante”.

Un viejo armazón de televisor con el anuncio “Se reparan televisores”, cuelga en la puerta de este penal, ubicado a una cuadra de la plaza principal de Inquisivi. En sus 12 celdas, casi todas unipersonales —salvo una de las cuales mide cuatro por cinco metros cuadrados—, hay también zapateros y albañiles. La mayoría de ellos habían sido trasladados desde los municipios de Quime, La Paz y Oruro. Ese 2014, seis se habían beneficiado con el indulto.

Dos fueron a trabajar y no volvieron

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Foto: Alejandra Rocabado

El que se les permita salir para ejercer un oficio representa también un riesgo. Eso quedó claro en 2013 cuando dos internos escaparon mientras trabajaban en el pueblo. 

“Yo estoy casi 15 años y durante ese tiempo apenas dos preventivos (reos) se me han fugado. Eso fue en 2013, por enero más o menos”, explica García. Ambos reclusos fueron a trabajar al pueblo y, aprovechando la escasa seguridad policial, escaparon monte arriba para luego perderse. Vanos fueron los esfuerzos de los uniformados por dar con ellos.

García cuenta que las personas que solicitan los servicios de uno de los internos deben ser garantes, además, para que el recluso retorne a la celda, incluso comenta que en algunos casos fue él en persona a traer al detenido hacia su celda.

Y si eso sucede, entonces ¿quién cuida el penal? “Los trabajos (que los internos hacen) son pues de aquí a dos cuadras, a tres cuadras o aquí arriba”, formula García para confirmar que los reclusos no salen del pueblo.

El director de la carceleta no tiene ayudantes y él se tiene que bastar para vigilar esa cárcel. Cuando existe alguna emergencia, no llama a la Policía, porque los internos no permiten el ingreso de los uniformados.

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Foto: Alejandra Rocabado

Admitió además que, a través de una pequeña ventana con rejas que da a la calle, algunos reos introdujeron en el pasado bebidas alcohólicas. “Pero es de vez en cuando nomás”, minimiza, aún después de que este periodista constató que por esa ventana se pueden introducir, sin muchos problemas, hasta botellas de cerveza.

Hasta ese 31 de mayo de 2014, la Gobernación de La Paz debía Bs 13.500 a los 15 reclusos por el prediario, una obligación que asumió en 2013.

Por ello García afirma que una de las razones para que los internos trabajen en el pueblo es la falta de atención de las autoridades. Allí, los reclusos no solo aportan de su bolsillo para llevar una vida mejor, sino que los nuevos se encargan del vaciado con cemento en una parte del patio y otros se dan modos para reparar el único baño que poseen. 

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