En el clamor de la siesta, se fue un changuito silbado, el caso de Marito Salto

En el norte de Argentina, el brutal asesinato del niño Marito Salto capturó la atención de toda la nación pues, a medida que se descubrían más detalles del crimen, el horror no hacía más que aumentar. Arturo Alarcón nos narra detalladamente los pormenores de un caso que, si bien encontró culpables del asesinato de un niño, sigue siendo considerado sin resolver.
Editado por : Adrián Nieve

YERBA MATE, CHIRIPA Y CHACARERA… ALLÁ EN SANTIAGO DEL ESTERO

Quimilí es un poblado que queda en la pobre y norteña provincia de Santiago del Estero de la república Argentina. Situado a más de mil kilómetros de Buenos Aires, el municipio cuenta actualmente con una población de quince mil habitantes y es lo que se llamaría un pueblo “raro”. Mas allá de ser el clásico villorrio feudal del norte argentino, donde las familias terratenientes han monopolizado por generaciones la política, la economía, los destinos y las vidas de los menos afortunados (los llamados negros, cabecitas negras), en Quimilí sucedieron ciertos hechos peculiares.

Quimilí ha sido el único pueblo fuera de la provincia de Buenos Aires visitado frecuentemente por quien fue en su momento el infame dictador Rafael Videla. El nombrado jamás salía de Buenos Aires, salvo para ir a este lugar donde hasta se le hizo una estatua que fue derribada el 2007. Después, en el 2014, las autoridades judiciales y federales encontraron escondidas más de cuatro toneladas de meteoritos en diferentes domicilios de la periferia del pequeño pueblo, toneladas escondidas a fin de ser vendidas a coleccionistas o a interesados en el mercado negro en lugar de entregar dichos objetos a las autoridades para que terminen en los correspondientes museos y universidades. Cuatro toneladas no es moco de pavo, como dicen en Argentina, y es que Quimilí tiene un aire místico. Ahí pasan cosas. 

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Foto: LM Neuquen

Pero no estamos aquí para eso. Quimilí suena pintoresco, lo sé, muy al estilo del video de Jennifer del Estero de Illya Kuryaki and the Valderramas: todo lleno de macumba, de plantas medicinales, de cumbia villera, del Gauchito Gil, de la Santa Muerte. Estamos aquí porque el 31 de mayo del 2016, Quimilí se desprendió para siempre de esa pátina exótica para empezar a flotar en un aire pútrido y tenebroso. Ese es el día que desapareció Mario Agustín Salto de once años para ser encontrado dos días más tarde muerto, mutilado, descuartizado para ser más específicos, con su cuerpo en once bolsas de plástico. Mutilado, decapitado, castrado y sin una sola vértebra, además de haber sido sexualmente abusado y torturado antes de morir.  

Esta es la historia del horrible asesinato (infanticidio) de Marito Salto.

¿QUIÉN ROBÓ TUS SUEÑOS, CHANGUITO DE PIEL MARRÓN?

De ojos chinos, como dicen allá en el norte, claramente colla de piel marrón, el mayor de tres hijos de un matrimonio disuelto ―en el que el padre, gaucho de boleadoras, caballo y poncho, tuvo que ir a trabajar a la industrial Córdoba―, así era Mario Agustín Salto, mejor conocido como Marito. 

Como en toda provincia de Argentina, la siesta es más que una práctica y en Santiago del Estero, ante el terrible calor chaqueño (aunque se acerque el invierno), es un deber, una seña de identidad de la provincia frente a las irreductibles ciudades 24/7 como Buenos Aires, Córdoba, Rosario o Mendoza. Ese 31 de mayo del 2016, en plena siesta colectiva en Quimilí, Marito, sabiendo bien que el clima era propicio para practicar uno de sus pasatiempos preferidos, la pesca de mojarras, después de haber almorzado en la casa de su abuela, montó su vieja bicicleta llevando una resortera hecha de madera seca marcada por una “M”, su caña de pescar artesanal y un tarrito portando la carnada y salió silbando camino a una laguna artificial, a la llamada “Represa”. Marito, más allá de tener gusto por la pesca y ser diestro para esto, no sabía nadar, por esto no pescaba del lado hondo de la Represa, sino del lado menos profundo; le tenía miedo al agua, le tenía miedo a algo, por eso rodeaba siempre la orilla de esa laguna improvisada, como todo en Quimilí.

Después de la pesca, el niño normalmente regresaba a la casa materna. No se llevaba bien con la gente mayor, sobre todo con su madre y con el joven que era en ese entonces su padrastro. Pasaba mucho tiempo en la calle, demasiado para un niño de su edad que estaba fallando en la escuela... Mas, esa tarde, mucho después de las quince y treinta, habiendo languidecido el tórrido sol mientras llegaban las corrientes frías del sur, Marito no volvía y no volvería jamás. 

Al principio la madre estaba algo inquieta, no mucho pues sabía que a Marito no le gustaba esa casa, no le gustaba la pobreza o, mejor dicho, la miseria en la que vivían. Esto lo señalaron después sus amiguitos, que lo vieron por última vez esa tarde pescando en la Represa, porque él se los contaba, se quejaba del abandono de la madre, de la ausencia del padre. Marito era la víctima perfecta: niño descuidado de familia pobre y disuelta que andaba suelto por la calle. Totalmente vulnerable.

Cayó esa tarde y no es que Marito se haya retrasado o evitado llegar a la deprimente morada, Marito no apareció y a la noche la madre se desesperó. Comenzó entonces la frenética búsqueda que concluyó dos días después, el 2 de junio del 2016, pero de seguro toda Quimilí, hasta el día de hoy, desea fervientemente que la búsqueda siga, no haber encontrado a Marito ahí y de esa manera. Hasta el día de hoy hay cada vez más preguntas que respuestas.  

Manos a la obra. Gendarmería y policía judicial comienzan la indagatoria, interrogatorios a los amigos, algunos niños dan ciertos datos. Se recopilan las filmaciones de las pocas cámaras que existían en la ruta que Marito había transitado y, más allá de algunas imágenes referenciales, no hay nada que conduzca a tener la menor idea de dónde estaba el niño. Comienzan entonces a surgir las hipótesis, las líneas de investigación; se interroga agresivamente a los vecinos de la Represa, así como a la familia de Marito, el padre tuvo que regresar a toda velocidad desde Córdoba y había pasado toda la noche buscando a su hijo… 

Las hipótesis: un posible secuestro para cobrar rescate. ¿A una familia que vive en la miseria? Poco probable. Tráfico de órganos. Posible. Tráfico de personas. Muy probable. Un rapto con fines sexuales… las ideas iban y venían durante ese uno de mayo de angustia, pero no surgía nada, Marito seguía desaparecido. 

Es al día siguiente que sucederá el fatal desenlace. Un perro de uno de los vecinos esa mañana no hacía caso a los llamados del dueño. “Animal estúpido”, puteó don Raúl Maldonado quien, viendo al perro a lo lejos, ahí en la vía de tierra, aceleró para poder alcanzarlo, pero el can se adelantó y ahí con el hocico el animal arrastro la causa de su temporal rebeldía: un torso humano, sin brazos, ni piernas ni cabeza. No cualquier torso, era el torso mutilado y con signos de tortura y abuso sexual de un niño que no pasaba de los trece años. El torso de Marito. 

SE ABREN LAS PUERTAS DEL INFIERNO

El encuentro del torso y otras diez bolsas con el cuerpo mutilado del niño constituyeron no un shock, sino EL SHOCK para todo Quimilí. La noticia voló de un punto a otro del municipio, la familia fue anoticiada, “cuando me llamó mi amigo dijo que habían encontrado a Marito. Le pregunté si estaba vivo… no dijo nada”, señaló el padre.

Dos días antes, algunas pertenencias de Marito, como su bicicleta, fueron encontradas en la orilla de la zona menos profunda de la Represa. El dos de junio encuentran sus restos al otro lado de ese cuerpo de agua, en la orilla a la que Marito no se acercaba. Comienzan entonces las preguntas y contradicciones: llegan los medios, llega la policía federal y científica haciendo un trabajo que de entrada ya se considera deficiente pues no hay un buen precintado de la zona donde se encuentra el cuerpo, se acusa a los padres a como dé lugar y, si no hubiera sido por la valentía de estos, quizá hasta hubieran sido detenidos.   

Unos niños amigos de Marito, que ocasionalmente pescaban con él y estaban el 31 de mayo, habían señalado que un hombre en una camioneta cerca de donde solían pescar habría llamado a Marito junto con un vecino de la zona, el señor Ramon “el burra” Rodríguez, y metido en esa camioneta violentamente al niño para irse de ahí. Rodríguez, efectivamente, había sido interrogado el día de la desaparición porque es uno de los vecinos más cercanos a la Represa y señaló enfáticamente que no había visto nada. Aparece la primera contradicción: el acusado está siendo involucrado, lo arrestaron, pero no por mucho tiempo.

Y es que los problemas de la investigación defectuosa saltan a cada momento. Las filmaciones de las cámaras de seguridad, como ya dije, eran pocas y defectuosas; en sí, no hay imágenes de Marito cerca a la Represa, solo de la vía que todas las tardes recorría para ir a pescar, la vía de asfalto barato, de villa miseria… nada nuevo. Cerca de la Represa, las cámaras habrían sufrido ciertos “defectos”, lo cual involucra al superintendente y los medios se ceban con él. Solo hay una toma borrosa del 2 de junio de dos individuos en moto llevando un bulto enorme que, a detalle, no pueden ser reconocidos; y, como no hay nada más, la consigna se vuelve buscar a tipos que usan motos. Surgen los nombres de los hermanos Ocaranza y el de un muchacho con cierto grado de retraso mental, Daniel Albarracín. No olvidemos esos nombres a los que regresaremos después. 

El clima del norte argentino es tórrido y cruel. El chaco boreal, con temperaturas de infierno de día y polar de noche, puede destruir los indicios y las evidencias rápidamente, y es que habiéndose encontrado los restos mutilados e incompletos del niño el 2 de junio, recién ocho días después, el 10 de junio, estos fueron remitidos a médicos forenses competentes a fin de practicar la tétrica autopsia. Mario Pagani y Julián Canilo, médicos forenses de la ciudad autónoma de Buenos Aires, reciben el 10 de junio, mediante oficio judicial entre las provincias de Santiago de Estero y de Buenos Aires, los restos de Mario Agustín Salto de once años. Entendamos por autopsia o autopsia médico legal, al estudio o examen del cadáver realizado en morgues judiciales con fines medicolegales. Entendamos como protocolo de autopsia al registro individual (documento) donde se describen y anotan los hallazgos externos e internos del cadáver y estudios adicionales de laboratorio y gabinete; en otras palabras, el protocolo de autopsia es la hoja de ruta y los resultados obtenidos en esta hoja de ruta, ahí están las preguntas que debe responder este trabajo científico y las respuestas obtenidas en base al método científico. Para fines informativos, se diferencia con una necropsia porque la autopsia se efectúa antes de la inhumación de los restos, la necropsia es posterior a la inhumación y después de un proceso de exhumación.

Un protocolo de autopsia es un documento técnico muy duro, pero útil. Para los conocedores hace totalmente fácil la traducción de esos tecnicismos a hechos cotidianos, por ejemplo, una muerte por shock hipovolémico de sangre es muerte por desangramiento, tomando en cuenta que el cuerpo humano adulto tiene seis litros de sangre y el shock es una afectación masiva (quizá rápida) que reduce el volumen (hipo significa menos, volémico significa volumen), entonces se entiende que la persona se desangró hasta morir.

El protocolo de autopsia de Mario Agustín Salto es un documento estremecedor. Plasma la crueldad extrema a la que en vida sometieron al niño, siguiendo una secuencia brutal para violar a Marito, mutilarlo, desangrarlo como un cordero y destazarlo al igual que una res. 

De hecho, existieron dos protocolos, uno inmediato efectuado por los médicos forenses de la provincia de Santiago de Estero; el término más bondadoso para describirlo es deficiente. No pudo determinar la data de la muerte, es decir la hora aproximada del deceso, ni la causa de la muerte, o si Marito había sido desmembrado en vida o no, menos pudo definir si el abuso sexual al que fue sometido fue anterior o posterior a la muerte, lo cual cambiaria la tipificación de los delitos de índole sexual. Por eso se hizo necesario recurrir a Pagani y Canilo. 

Y así se hizo.

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Foto: LM Neuquen

Data de la Muerte: dentro de las treinta horas posteriores a su desaparición. Causa de la muerte: Exanguinación, es decir desangramiento. Estado del cadáver: desmembrado, extremidades superiores separadas del torso, extremidades inferiores separadas del torso, cráneo separado del torso, presenta en el cuello las marcas de presión mecánica con elemento lineal metálico, prueba de que fue asfixiado parcialmente, pero no con intención de matarlo, sino de disminuir su conciencia. Falta tercera vértebra cervical, el área púbica se presenta mutilada sin presencia de testículos y mayor parte del pene. Los cortes de seccionamiento de las extremidades no presentan coágulos sanguíneos ni manchas masivas, lo que significa que el cuerpo estaba siendo desangrado a medida que era desmembrado vivo y con la conciencia disminuida. En forma diferente se presenta el área púbica genital: hay coágulos y manchas de sangre, lo castraron de entrada, antes de desangrarlo. Región anal presenta desgarros en diferentes áreas, escoriaciones con manchas de sangre extensa; Marito fue violado antes de sufrir las lesiones masivas. Asimismo, el cuerpo presenta escoriaciones, es decir magulladuras y hematomas, en la espalda pues Marito fue arrastrado en una superficie rugosa, probablemente piso de tierra. El protocolo señala que los cortes de desmembramiento son muy pulcros y no presentan muchas marcas de sierra, por tanto, se hizo con una hoja de acero de filo liso, cuchillo de carnicero, la sierra se utilizó para los huesos. Los cortes se hicieron conociendo las articulaciones donde debía efectuarse, hubo planificación, hubo premeditación. Por último, aparece el elemento que hasta el día de hoy sigue siendo una incógnita dentro del caso y ha generado una de las pericias genéticas más grandes del mundo sin llegar a tener resultados conclusivos. En la ropa del cuerpo mutilado del niño —porque se dieron el problema de vestir lo que quedó del cuerpo— se encontraron manchas de líquido seminal, más específicamente en la ropa interior sucia del niño. El semen era de dos personas con parentesco patrilineal… una misma línea paterna; quizá hermanos, padre e hijo, incluso ahora no se sabe.

Entonces lo primero que sufrió Marito fue la violación para después ser colgado de cabeza, castrado en vida, desangrado con cortes en ambas piernas (las arterias femorales) y, ni bien se desangra, casi de inmediato, desmiembran el cuerpo —después se descubriría que lo harían en una bañera— y guardan los restos por unas horas en un congelador ya que estos presentaron rastro de descongelamiento. 

Surgieron las preguntas: ¿Quién? ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Por qué un niño? ¿Por qué este niño? 

Tanta crueldad, tanta monstruosidad... 

Por eso es que esa primera semana de junio de 2016 el terror se instaló en Quimilí para no irse jamás. Las puertas ya no estaban abiertas, los niños nunca más irían solos a la escuela y la hora de la siesta se hizo hora de vigilia… como dijo un radialista en una las innumerables entrevistas donde se puso bajo la luz a la gente de este antes invisible pueblo: “Antes yo, al iniciar la transmisión daba el saludo que decía ‘Bienvenidos, estamos desde Quimilí, la ciudad más linda del mundo’. Desde lo de Marito nunca más lo he vuelto a decir y creo que no lo diré más…” 

VUELTAS SIN SENTIDO, IDAS Y VENIDAS: EL INICIO DE UN OSCURO VIAJE.

El proceso investigativo impulsado por los entes de investigación de Santiago del Estero y por el órgano judicial de esta provincia se estancó por casi un año y medio. De los tres jueces que estuvieron a cargo de la etapa investigativa, los dos primeros fueron recusados, es decir que fueron alejados del control de la investigación por “sólidos” indicios de amistad o enemistad con las partes, incumplimiento de su deber como funcionario, etcétera. En general, acciones u omisiones que interrumpan o afecten el normal curso de la etapa investigativa. 

La negligencia por la pérdida de tiempo era evidente, así como los errores iniciales durante las pericias inmediatas de recolección de indicios. No hubo acordonamiento, las muestras biológicas iban pudriéndose, se había mencionado a Rodríguez, sin embargo, el mismo no había sido detenido y seguía haciendo ladrillos como si nada. Había dos detenidos, los hermanos Ocaranza, que después serían involucrados en la causa, pero esa primera detención había sido ilegal. Los órganos investigativos perdidos en un limbo y el tiempo —que para la investigación penal es clave—, pasaba y pasaba. De hecho, el primer juez en ser recusado, el juez Moreno, no era de agrado de la familia Salto, pero lo recusan los Ocaranza ya que el juez fue acusado de defraudación.

Mientras tanto comienzan las famosas marchas del silencio, cada jueves por la tarde, sumando más y más gente, en algunos casos en determinadas ciudades llegaron a tener hasta cinco mil partícipes para mover los casos de ese norte argentino que parece estancado en el siglo XIX, así a merced de los poderosos. Justamente las marchas nacieron años atrás para hacer frente a los “hijos del poder” y sus delitos, como el caso Morales en Catamarca o el caso de Ramoncito en Corrientes. 

Finalmente se haría cargo de la causa, en su etapa de investigación, la juez Rosa Falco y gracias a la presión social que buscaba que el caso no sea olvidado (un año y seis meses de inactividad) la división de homicidios de la sección correspondiente de Santiago del Estero revisa los trece cuerpos de pura información inútil  que constituía el expediente de la causa (2600 fojas aproximadamente), se solicita que se declare nula toda esa actividad investigativa a la juez y se reinicia todo desde el momento del descubrimiento del cuerpo destazado de Marito, vale decir casi desde “fojas cero” (jerga de abogados) salvándose pocos actuados, entre ellos la autopsia practicada en Buenos Aires por Pagani y Canilo. Por ende, los detenidos Ocaranza son liberados hasta nuevo aviso y otros sospechosos pudieron respirar tranquilos. 

Era empezar de cero, pero con un par de nuevos actores que serían determinantes: Alcón y Duque. 

Es Marcos Herrero, entrenador de la unidad de perros (Unidad K-9 o cay-naine por su pronunciación en inglés) de la policía federal de la provincia de Rio Negro, quien al enterarse del caso solicitó participar de la investigación, siendo transferido a Santiago del Estero y poniéndose en contacto con la familia Salto para ofrecer sus servicios junto con el pastor alemán llamado Alcón y el sabueso llamado Duque: dos canes experimentados y con muchos éxitos en su haber. 

La huella odorífica, la odorología forense (Identificación Molecular del Olor Humano con Perros) es un estudio científico abarcativo a la identificación través de la huella olorosa humana, única para cada individuo, cuya discriminación es llevada a cabo por el sensor canino. En sencillo, los perros pueden reconocer y rastrear esta huella en amplios ámbitos físicos. Herrero señalaba que la huella odorífica podía llegar a permanecer hasta por cinco años en determinados lugares… para una zona geográfica como el Chaco argentino, difícil. Sin embargo, en el caso de Marito Salto lo difícil se hizo fácil y lo imposible prácticamente un hecho real y posible de cada día.

Noviembre del 2017, cargando la ropa interior de Marito, esa que tenía manchas de sangre y de líquido seminal, la juez Falco, la fiscal asignada al caso, los padres de Marito, el equipo forense, como parte de este Marcos Herrero con sus dos sabuesos Alcón y Duque, se apersonaron al lugar donde se encontraron las últimas cosas de la víctima en el lado menos hondo de la Represa, ahí donde encontraron la caña artesanal, la bicicleta, la latita y comenzaron el rastreo. 

Duque fue el primero en actuar y, ni bien olfateó la prenda, comenzó a ladrar y se dirigió a unos pastizales en la orilla contraria a donde habían encontrado las últimas pertenencias de Marito; la escena del secuestro había sido alterada. Desde ahí corrió hacia el barrio Cooperativas, no muy lejos de allá, llegando a la casa de Pablo “El Loco” Ramírez. Ahí Duque apunta, es decir, ladra, señala y se sube a la capota de un auto negro propiedad de este individuo, donde la policía al abrir la maletera encuentra huesos secos.

Desde ese punto ya llamativo, no lejos de la casa de Ramírez, Alcón toma la posta y olfateando el rastro ingresa a unos arbustos donde sale cargando una maderita, pero no era una maderita cualquiera, pertenecía a Marito. La familia señaló que la utilizaba para trampear ciertos animales pequeños como ser conejos, o algún roedor. Volvió Alcón a la casa de Ramírez, cavó el animal en la base de un árbol debajo de un montículo de basura quemada y la sorpresa no sería menor. Apareció dentro de una billetera de cuero claramente escondida el primero de seis misteriosos manuscritos. Uno, lo llamaremos Manuscrito #1, era un pequeño papelito escrito a mano con frases crípticas: “familia dividida”, “todos los días pesca el chango”, “sale solo siempre a la tarde”. Eso en una cara. En la otra aparecía el ojo que todo lo ve en el triángulo de la providencia (aquel que aparece en los billetes de dólares de los EEUU) con algunas palabras escritas a su alrededor: “poder”, “gobierno”, “riqueza”, “sacrificio” y, dentro de un círculo, la palabra clave, un nombre: Marito. 

Las cosas habían tomado un giro raro y turbio. Pero esto recién comenzaba.

UN SACRIFICIO, UN RITUAL, MÁS PREGUNTAS QUE RESPUESTAS. 

Seguía el rastreo, bajo el abrasador sol chaqueño. Habían comenzado desde la mañana y ni la siesta respetaron. Ya había indicios nuevos y sólidos encontrados por los perros, los cuales aún tenían energía suficiente como para continuar. 

Alcón, después de encontrar el manuscrito misterioso, llevó a toda la comitiva, que hacía enormes esfuerzos para seguirle el paso, al domicilio de Rodolfo “Rodi” Sequeira, identificado ya por los amiguitos de la víctima como quien desde su camioneta blanca habría llamado a Marito para empujarlo dentro con violencia y nunca verlo más. De hecho, Sequeira ya estuvo detenido un tiempo por este caso, estando con detención domiciliaria en aquel momento. Igual Sequeira siempre negó ser partícipe, lógico. Dijo que esto era una causa armada por el “benefactor” del pueblo de Quimilí, quien andaba dando ayuda plena a la familia Salto y que era conocido por cada una y uno de los quimilienses: Miguel “el brujo” Jiménez, apodo peculiar y un nombre que no debemos olvidar. 

Alcón andaba loco, muchos impulsos, muchas cosas. Dentro de un placar encontró la gomera de Marito, la que mencionamos al inicio, con la letra M marcada en el vértice de los tres brazos. Alcón siguió desaforado, había más cosas, más indicios, el perro enloquecido quiso ingresar al baño de la casa, saltó a la bañera y comenzó a arañar las paredes de esta. No se veía nada, así que para determinar la existencia o no de fluidos se aplicó luminol, el agente reactivo que evidencia a través de luz fluorescente la existencia o no de fluidos orgánicos. La luz reveló que esa bañera bien podía ser un matadero, un baño de sangre que después se determinó como sangre humana, la sangre de Marito. Alcón también marcó un abrigo de Sequeira, donde apareció el manuscrito #2, igual de misterioso que el primero. Escritas tenía frases desordenadas como “chango virgen” y el nombre Marito dentro de un círculo con un check-in al lado. Decía también “llevar vino, azúcar, caña, hierba”, también decía “familia vigilada”, “el chango sale solo siempre”, “todo el día pesca”. Por último, en una esquina con guiones se leía: “policía, fiscal, cámaras. Arreglado”. Finalmente, Alcón los lleva a la casa de la ex mujer de Sequeira. Ahí cerca, no olvidemos que es un pequeño pueblo. Ahí encuentran el manuscrito #3, el más horripilante de todos pues detallaba un ritual que se habría seguido en el ya considerado sacrificio de Mario Agustín Salto. 

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Foto: LM Neuquen

Con Alcón ya cansado, le tocaba de nuevo a Duque. Este reinició la ruta que Marito siempre hacía y se metió raudo a la casa de Ramón “El Burra” Rodríguez, el ladrillero que había hablado con Sequeira antes de que Marito desapareciera y que estuvo arrestado unas horas. Duque entró veloz para encontrar en su jardín trasero un perro muerto, casi disecado, colgando de un árbol viejo. El perro Duque, rondando la vivienda de Rodríguez, marcó un bolso donde la policía encontró huesos y pelos humanos; lo macabro ya se había vuelto parte del caso y aún hoy en día es el sustrato al hablar de Marito Salto. Seguían en la casa de Rodríguez, quien negaba todo y también hablaba ya de un caso armado. Duque no tenía descanso, más al fondo del árbol, donde encontraron al cadáver del perro disecado, bajo el sol había una letrina y ahí, metiéndose entre toda la mierda y basura que pudo haber, Duque impetuoso apuntó a un atado forrado en plástico y encintado que contenía el manuscrito #4.

A partir de ahí, las cosas se fueron haciendo más retorcidas. 

Es, hasta el día de hoy, un documento muy raro. Con un sello concéntrico al medio, tenía de nuevo palabras sueltas escritas a mano; “juez”, “666”, “fiscal”, “Marito”, “vida, muerte, riqueza”.

“Sacrificio, gobierno, poder”. 

Un número cuatro al lado del nombre de Marito y un número 3 al lado de una balanza que era referencia clara a la justicia. Pero lo más extraño no es eso, sino que ese círculo concéntrico era una especie de copia del círculo donde aparece el ojo de la providencia en una reconocida serie animada de televisión, Gravity Falls.

La casa de Rodríguez aportó muchos más indicios respecto a la verdad histórica de lo sucedido a Marito Salto. Duque encontró las gomas que se colocaban en la resortera de Marito, esas que atan el elástico a la madera. Se notaba que se había intentado destruir todo tipo de evidencia y también que se habían “confiado” en que esto no se descubriría. 

Por último, Duque marca en la casa del ladrillero un plato donde el luminol reflejaba manchas masivas de sangre, sangre que resultaría ser de un ser humano, ya sabemos de quien. Enterrado en el mismo terreno, un cuchillo con manchas rojizas, un cuchillo de carnicero y tres latas de atún con el mismo tipo de atado que las que se ubicaron en la casa de Sequeira, con restos de huesos y pelo humanos. Obviamente Rodríguez finalmente sería detenido. 

Alcón retomó la búsqueda y dirigió al equipo a la casa de un joven que ya había sido interrogado el 2016, Daniel Albarracín. Este tiene un cierto grado de retraso madurativo, hasta se podría decir que cumplía el rol estereotípico de tonto del pueblo. Este muchacho torció aún más las cosas, porque Albarracín realizó un acto que demostraría la profundidad de la oscuridad que existía y aún existe en el ambiente de este caso. Daniel Albarracín al ser interrogado, ni corto ni perezoso, se auto incriminó; dijo que había llevado a Marito al monte, que lo violó y después se lo entregó a los hermanos Ocaranza, Enrique y Daniel, ya mencionados previamente, ya detenidos también. 

Pero esto solo fue un bluf… aprehendidos todos estos mencionados por esas circunstancias (uno que confiesa y los otros dos que nuevamente son señalados como participes) al momento de ser sometidos a interrogatorio se contradicen de tal manera que es obvio que ellos no participaron ni del secuestro, ni de la violación y mucho menos del asesinato y desmembramiento de Marito. Se les hace pruebas de ADN y lo mismo, estuvieron tan cerca de Marito como de Buenos Aires esos días. No quedan exentos de culpa, el encubrimiento es una forma y un grado específico de participación de un delito; más allá de ser liberados, asumirían defensa en su momento por este hecho. El caso es que los tres tontos útiles eran parte de una coartada digna de novela pulp, de esas que no funcionan con lógica pura y se basan más en presunciones. Entonces al existir una coartada con encubridores, los autores andaban cerca, había que seguir buscando y para eso se retoma el último punto: la casa de Albarracín. Alcón retoma el rastreo, señala un refrigerador, el auto marca Fiat de Albarracín y también, dentro del domicilio de este hombre, destrozó con su fuerza de can que busca algo un sillón viejo. Entre los resortes de este sillón apareció otro de esos atados siniestros; hilo rojo y cabello humano. 

Se lo había dado su mamá, según Albarracín, una mujer que allá en la pampa hacía trabajos de magia. “El jefe ya sabe”, decía el papelito parte del atado. ¿Quién era el jefe? Pues… Miguel Ángel Jiménez. 

Ya mencionamos antes que Sequeira dijo que este caso lo había armado en su contra Jiménez. Miguel Ángel Jiménez, conocido como “El Brujo”, en ese entonces de cincuenta y ocho años con once hijos repartidos por todo Santiago del Estero, empresario algodonero que comenzó a ganar poder justo con el inicio del incremento del flujo de narcotráfico por las rutas de la provincia, las del Mercosur, las de la triple frontera, de la marihuana, las rutas más cercanas a Bolivia. A El Brujo también se lo conoció como El Terrible —¡vaya apodo!— porque podía iniciarte un proceso, meterte en cana y pagar la fianza, todo él solo. Eso decían de este individuo que durante esos meses estuvo al lado de la familia Salto en primera fila en las marchas del silencio, saliendo en los medios… involucrarlo fue el punto de quiebre definitivo de este delito. 

Pero, antes de continuar, se debe considerar claramente que Jiménez era parte de esos grupos de poder, de ese poder feudal que tanto caracteriza y sigue marcando al norte argentino, al sur de los Estados Unidos, al oriente boliviano, a las repúblicas bananeras de Centroamérica… impunidad pura y dura. Jiménez era el hombre de los contactos, de los favores, a quien debías recurrir para conseguir algo en Quimilí. Ese era El Brujo Jiménez. 

Así que al día siguiente se hizo la requisa del domicilio de Jiménez y lo encontrado ahí generó más pesadillas y terror profundo en quienes lo vieron. Y todavía lo hace.

BIENVENIDA AQUÍ LA SANTA MUERTE, BENDITA ENTRE LOS MALDITOS, MALDITA ENTRE LOS BENDITOS…

Al día siguiente, frente a la entrada de la casa de Jiménez, estaban la juez Falco, la fiscal, los padres de la víctima, Herrero con Alcón y Duque, el equipo de seguridad de la policía y el equipo científico. Jiménez no tuvo tiempo ni de reaccionar, aunque de haberlo tenido, habría sido una reacción histriónica. También acompañaron un cura católico y un pastor evangélico bendiciendo al equipo antes de ingresar a la casa del “terrible”, porque algo se olían de que la cosa estaría heavy; es decir, si el órgano judicial de un país tiene que recurrir a los altos oficios espirituales para efectuar una requisa investigativa dentro de toda la legalidad, realmente la cosa daba miedo. 

El olfato de Alcón fue clave. Un ropero que, al abrirlo, reveló al santo o santa de los marginales, de las putas y de los criminales, al que también se le adora al sur de Bolivia y que tiene su gemelo o gemela al norte del continente. Apareció San La Muerte. Varias efigies de yeso de diferentes tamaños formas y colores eran las que Jiménez tenía ahí. Todo bien, la libertad de creencias es un derecho humano, pero lo que llamó la atención fue que, junto a las figuras del santo de su devoción, cuya adoración no es un delito, aparecieran muchas notas periodísticas referidas al caso de Marito Salto. 

Alcón inmediatamente se dirigió al dormitorio principal de Jiménez y, ante la mesa de noche de este, ladró sin control. En uno de los cajones apareció el manuscrito #5, el cual se unía a lo que a esas alturas ya podíamos llamar una estructura evidenciaría: cinco documentos con la misma letra, mismo contenido, referido a la misma persona y encontrados cerca a lugares o respecto a personas que estuvieron relacionadas con la víctima. Y lo que rezaba el misterioso papel era escalofriante: “ya tengo su virilidad, su juventud, su fortaleza”. Hay más. A su lado se encontró el manuscrito #6, un reclamo a su santo o santa, donde le exigía a La Santa Muerte la recompensa: “dame lo que te pido”, firmado este último manuscrito por Jiménez, Sequeira y Rodríguez.

Era claro: había que allanar toda la casa y así se hizo. Alcón seguía la búsqueda, el pastor alemán estaba a toda máquina. 

Llegaron a una especie de depósito, donde Jiménez guardaba varios objetos. Ahí, debajo del foco central colgaba un gancho de carnicero, de esos donde cuelgas las reses para carnearlas y debajo del gancho, en el piso… una enorme mancha oscura de sangre que las pruebas señalaron que era sangre humana. 

Al fondo de la casa había un quincho y en el quincho un pequeño cuarto. Ahí era donde Jiménez tenía su altar a San La Muerte, figura enorme escoltada por vírgenes y santos más pequeños, pero también banderas, velas, habanos y cigarrillos a medio fumar, bebidas alcohólicas de todo tipo, ofrendas normales en el sincretismo religioso, y, debajo de la imagen principal, la fotografía de Marito Salto. Había que explicar varias cosas. 

Mucho después hablaron representantes del culto a San La Muerte que, por más terrorífico que suene, agrupa a mucha gente, especialmente en la zona del chaco boreal (Argentina, Paraguay y Bolivia). Es un movimiento organizado que después de esta revelación en el caso de Marito, por ciertos ataques de la opinión pública hacia ellos, salieron en defensa de su derecho a la libertad de creencia —como es debido—, alejándose en forma taxativa respecto a lo sucedido con Marito Salto. “La Santa Muerte no pide sacrificios, al contrario, ayuda con vida”, dicen sus representantes que hace décadas están organizados legalmente con reconocimiento de personería por las autoridades correspondientes. Ellos alegan que para matar excusas sobran y todo, absolutamente todo, es válido para los asesinos.

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Foto: LM Neuquen

Volvamos al momento del arresto de Jiménez. Acribillado por los gritos multitudinarios de “¡asesino!” y “¡justicia!”, El Brujo fue aprehendido junto a su esposa Arminda Díaz quien —¡oh, casualidad!— era la directora de la primaria a la que asistía Marito Salto; las cosas iban cerrando. De igual manera fue detenido esa misma noche David “Chicho” Sosa, el tío de los amiguitos de Marito, de esos que habían declarado antes respecto a Sequeira, Rodríguez y la camioneta blanca. 

¿Cómo sucedieron los hechos? Lo que llamamos la verdad histórica del hecho tenía ya una estructura clara gracias a los manuscritos encontrados, especialmente en el llamado manuscrito #3. Sumando esto a las declaraciones de testigos, el trabajo científico del equipo forense y, sobre todo, el de los dos sabuesos Alcón y Duque, se puede decir que sucedió lo siguiente: 

El día de los hechos, Marito siguió su ruta normal para llegar a la Represa, pasó por un quiosco donde siempre le invitaban agua, así lo confirmó la dueña, y después, antes de llegar a la Represa, pasó por la casa de un amigo para saludarlo, esto lo confirmó el amigo. Ya en la Represa llega al lugar donde siempre pescaba, estaban por ahí los dos amiguitos que lo vieron ser llamado por Sequeira mientras Rodríguez observaba que no hubiera moros en la costa. Se sabe que llegó a la casa de Jiménez, las muestras de sangre en el piso lo corroboran, pero Jiménez ese día con su esposa no estaban en Quimilí, sino en la capital de la provincia, mas todos los manuscritos que tienen data de las fechas cercanas fueron escritos por Pablo El Loco Ramírez —en cuya casa se encontraron los primeros huesos de animal— y las firmas concuerdan con las firmas originales de Jiménez, Sequeira y Rodríguez.

El cuerpo de Marito, después de ser desangrado, fue destazado y guardado en una heladera por varias horas antes de ser botado donde fue encontrado. Se presume que los partícipes bebieron la sangre del niño, además que su pene extirpado fue secado al sol (Jiménez sabe hacer fiambres) y consumido por los partícipes, especialmente por el llamado Brujo. Por último, la cervical faltante probablemente fue secada y molida para ser bebida o consumida por los partícipes y puesta como polvo en un ungüento que se aplica al rostro. Todo eso relacionado con la juventud y el poder que esta porta.

La estructura tanto del secuestro, así como del asesinato en lo que era un ritual de sacrificio, era sólida, se tenía ya la verdad histórica del hecho para la fiscalía y los ocho detenidos: Jiménez, Sequeira, Sosa, Albarracín, Diaz, Rodríguez y los dos hermanos Ocaranza fueron imputados por diversos delitos. Jiménez figuraba como el autor mediato e intelectual de la totalidad de los delitos, Sequeira tenía responsabilidad respecto a la privación ilegítima de libertad y de conducir al niño al lugar del ritual, así como Rodríguez que fungió de campana, con Sosa y Diaz aportando ineludiblemente en la individualización de la víctima y Albarracín y los hermanos Ocaranza, esos chivos expiatorios en caso de que algo saltara, quedaron acusados de encubridores. Jerga de leguleyos pues de aquí en adelante comenzaría el vaivén jurídico del caso Marito Salto. 

Había ocho detenidos en diferentes situaciones, tanto preventiva como domiciliaria, por ende, era necesario probar su participación y responsabilidad en los hechos. Cargos: Homicidio triplemente calificado con alevosía, ensañamiento y concurso de dos o más personas, privación ilegítima de la libertad y abuso sexual con acceso carnal todo en concurso real de delitos, además de encubrimiento. Traducido en sencillo: todos estaban conectados por la muerte intencional aprovechando la indefensión (alevosía) de la víctima de forma extremadamente cruel (ensañamiento) participando más de dos personas privando la libertad inherente de la víctima al secuestrarla y retenerla para además llegar a matarla, previamente abusar sexualmente de la misma con penetración ya sea del pene o cualquier otra parte del cuerpo u objeto. Todo cometido no en un solo acto, sino en secuencia, siendo cada acto un eslabón independiente del anterior, lo cual agravaría aún más las penas (a mayor cantidad de actos delictuosos, más mala fe, eso es el concurso real).

Entonces todo sonaba bien, pero la batalla jurídica terminaría por ser dura, con muchas idas y venidas. Hasta ahora no se descubrió al autor o autores materiales de los delitos más graves, es decir, del abuso sexual con penetración forzada y homicidio calificado, toda vez que ninguno de los detenidos varones dio positivo a las pruebas de ADN contrastadas con las manchas seminales en la ropa interior de Marito. El lugar de los hechos confirmado fue el domicilio de Jiménez, mas existen pruebas de que él no estuvo en Quimilí entre los días 31 de mayo y 2 de junio. En este punto el caso daba la impresión de que estaba todo a medias, todo confuso… responsabilidad había, pero también cabos sueltos que aún hoy persisten. La escena en el domicilio de Jiménez fue la pieza definitiva para cerrar ese rompecabezas, por lo menos para la juez Falco durante la etapa de investigación, así como para el Ministerio Público. 

Pero la cosa no terminó ahí, aún quedaban cabos sueltos: ninguno de los detenidos era considerado autor material o directo de la muerte de Marito, así como tampoco del abuso sexual confirmado. Ninguno de los hombres correspondía genéticamente a las muestras seminales, ¿qué hacer? La propuesta de la juez Falco fue radical: una prueba de ADN masiva a la población de Quimilí. ¿Cómo? Al ser las muestras de semen comunes por línea patrilineal, es decir que hay relación de parentesco de los autores por el lado masculino, se haría una prueba de ADN por familia, una locura que ya se había practicado solo en dos países antes, Estados Unidos y Gran Bretaña, convirtiendo a Argentina en el tercer país en hacerlo. El problema es que después de haber gastado más de diez millones de pesos argentinos en más de tres mil pruebas de ADN practicadas en casi un año, igual no se determinó quiénes fueron los agresores sexuales y quizá autores materiales de la muerte de Marito Salto. 

Conforme a lo que se deducía era un “sacrificio” en busca de poder, juventud dinero, la defensa de los detenidos, sobre todo de Jiménez, no tardó en salir a decir que el proceso era una “paparruchada” por basarse en el trabajo de perros sabuesos después de más de un año de sucedidos los hechos, por más que Herrero sostuviera que en determinadas condiciones la huella odorífera puede perdurar hasta cinco años, igual para la defensa aquello era una locura. Lo cierto es que ambas partes en cierta medida tenían razón. 

De igual manera se atacó a los famosos manuscritos y no sin solidez. La defensa dijo que los términos escritos ahí no tenían sentido, aun si las pruebas grafológicas encajaban y había una referencia constante hacia la víctima y las firmas correspondían a tres de los detenidos. Igual el principal argumento de la defensa era que no tenía sentido que los autores escondieran tal tipo de documentos, que nadie en su sano juicio escondería documentos de tal nivel de inculpabilidad. Y es ahí donde uno de los “payasos” de la “paparruchada” —según la defensa— aparece. En un proceso donde había curas bendiciendo actuaciones judiciales, manuscritos raros, rituales, animales y seres humanos sacrificados, se resaltó la participación del antropólogo especializado en sectas, Humberto Miceli, quien ya había tomado notoriedad en el caso Ramoncito (muy similar a este caso).  

Es aquí donde retomamos el momento posterior al secuestro de Marito. Probablemente la violación se dio en la misma camioneta, ya que eran las lesiones más antiguas. Posteriormente se daría lugar al ritual con el asesinato y el desmembramiento, detallado en el ya mencionado manuscrito #3. Miceli señala que en estos casos de sacrificios rituales ante San La Muerte, existen dos obligaciones: la primera es la de que uno de los participantes del ritual debe llevar un registro gráfico y escrito de todo el proceso, la segunda es que los participantes o convocantes a dicho ritual están obligados, después de haber participado, a guardar esos registros, es parte del acuerdo con la Santa Muerte; si estos registros, es decir los papeles, son destruidos, la maldición caería sobre los participantes del ritual y sobre sus familias, lo cual explicaría de cierta manera la razón de la existencia de documentos tan contundentes y por qué estaban escondidos. Y es justamente el manuscrito #3 el que resume todo el proceso: dibujan a Marito colgado boca abajo de un árbol seco, el manuscrito tiene una secuencia numérica del uno al seis, hay secuencia incompleta que también se repite en los otros papeles. El número uno es un dibujo de la laguna de la famosa Represa; el número dos tiene una mesa donde está escrita la frase “chango Marito”, “banquete de la vida” “sacrificio de Marito”; el número tres marca el ojo de la providencia que todo lo ve (parecido a Bill Cipher, personaje de Gravity Falls) y una de las copas de la balanza de la justicia; el número cuatro tiene una forma peculiar, de tridente con la palabra ritual escrita y una flecha que señala a un extremo de la hoja donde se lee: “fuego, tierra, aire y cielo”. Esto, conforme a Miceli, significa que el sacrificio ritual se efectuó al aire libre con la presencia de estos elementos. Faltan el número cinco y el seis que se repite, creando el 666, el famoso “número de la bestia”, escrito en el dibujo de un árbol seco donde cuelga la figura de una persona boca abajo, con un orificio en la zona púbica, refiriendo claramente a la castración de esa persona y debajo de la figura colgada una cubeta, haciendo recuerdo a que fue desangrado.

¿Por qué Marito? ¿Por qué un chango virgen? Miceli explicó, tanto en la investigación como a los medios y durante juicio, que Marito, al ser católico, solo fue ungido en la cabeza, a diferencia de los evangélicos que son ungidos en todo el cuerpo, lo que necesitaban del niño no debía estar bautizado, por eso no tomaron en cuenta la cabeza, además, como todo holocausto o sacrificio, debe portar la pureza, lo impoluto de lo que no ha sido mancillado, debía ser virgen.

2024: REPERCUSIONES 

La idea no es enredar al lector con los tejemanejes jurídicos que siempre existen, existieron y existirán en casos así. Marito fue asesinado brutalmente y los imputados, que de sobra fueron conocidos en este texto, ya fueron juzgados; y aunque no todos fueron condenados, los más importantes como Jiménez y Sequeira fueron condenados a cadena perpetua por ser autores mediatos (intelectuales) de homicidio calificado (asesinato).

Pero, aún así, esta historia no tiene un final feliz. No lo tendrá. Marcos Herrero, por ejemplo, que dentro de este proceso y otros fue considerado un héroe de la investigación, actualmente está detenido preventivamente bajo la acusación de haber plantado pruebas en otros casos sin visos a poder salir y hasta tiene un apodo muy peculiar: el coleccionista de huesos. Su participación en el caso de Marito Salto es hasta ahora considerada ejemplar, más allá de lo que se pueda manchar su imagen o no por las otras acusaciones. Herrero no sufre por eso, según relata en las entrevistas, sino porque no logra olvidar el día en que Jiménez fue detenido en su domicilio. El Brujo, rabioso, antes de ser agarrado por la Policía, metió una mano al bolsillo y sacando un polvo tipo ceniza lo lanzó al hocico de Alcón gritando “¡van a morir reventados los dos!”. Alcón murió pocos meses más tarde después de una agonía inexplicable. Duque sigue prestando servicios en la unidad K-9. 

No sé qué pensar al respecto. 

Quizás que algo que no cambia es el pasar diario de ese norte olvidado en la Argentina, ese norte feudal, donde casos como el de Marito Salto y otros más como el de María Soledad Morales, Ramoncito y otros en las sombras, sucedieron y todavía suceden. Ese norte olvidado por la misma Argentina, por el mundo, pero no por quienes viven ahí, no por un talentoso payador anónimo que escribió lo siguiente, completamente dedicado a Mario Agustín Salto. 

En el clamor de la siesta
Va un changuito silbador,
Con su cañita de un sueño y un corazón de pescador.
A su represa querida se va
Junto a los rayos del sol,
Bajo un añoso algarrobo, así tu sueño se quedó.
De sacar muchas mojarras para llenar de emoción,
Ese tarrito añorado y querido que tanto te acompañó
#
Tal vez mataron tu sueño, changuito de piel marrón
Pero mi canto reclama junto a mi pueblo por vos
Que la justicia se apiade, changuito, de tu sueño pescador
#
Esa humilde bicicleta que por caminos te llevó
Hoy llora por ver la ausencia de su angelito pescador.
Te truncaron tu sonrisa divina, unos maleantes sin amor,
Solo Dios sabe hasta cuando tu almita ha de quedar
Por las calles del silencio, buscando culpables vas…
Inocente angelito del cielo, un pueblo llora tu altar
#
Tal vez mataron tu sueño changuito de piel marrón…

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