Caos

¿Dónde se originan el caos y los conflictos propios de las grandes ciudades? A partir de esta premisa, Augusto Díaz realiza una muy precisa radiografía acerca de la conducta de los habitantes de la urbe paceña.
Editado por : Lourdes Reynaga

Caos era una ciudad conocida porque, a pesar de su ubicación geográfica, en medio de las montañas de un valle, tenía un tráfico y organización vial perfectos. Caos contaba con una arteria que la dividía en dos y por la cual transitaba gran parte de los vehículos que transportaban a sus habitantes. En esa avenida llena de comercios y lugares frecuentados existía una organización de paradas perfecta; las trancaderas en Caos eran algo intolerable. Eso sí, todos los habitantes de Caos eran asiduos caminantes que preferían gastar sus suelas antes que llegar tarde y perderse en el tiempo. 

1277
Ph. Shyva Reedy en pixabay.com

Un singular día, en plena avenida principal, a la hora en la que todo el orden de la ciudad era tan perfecto que un mínimo cambio podía ocasionar un berenjenal, se produjo un accidente vehicular. Resulta que un par de vehículos chocaron por calcular mal el tiempo que le restaba a las luces de un semáforo. Uno frenó muy lento y otro aceleró muy rápido. El impacto fue de tal magnitud que dejó un par de chatarras que obstruían el paso en dos de los cuatro principales carriles de la arteria central de Caos. 

La espera a una grúa que levantase los vehículos destrozados produjo un cuello de botella. Un único carril, en cada sentido, hacía de parada, pero también de vía de todos los atrasados vehículos de Caos. En medio de la inusual trancadera, dentro de un minibús1, una habitante de Caos, acostumbrada a los tiempos perfectos de la ciudad, se impacientó. 

Los minutos del vehículo eran más largos que los minutos del reloj —tic tac— se le iba de las manos, no podía permitirse llegar tarde a su destino, esa no iba a ser su primera vez. Así, desde el primer asiento de la tercera fila del motorizado se escuchó una voz femenina: “¿puedo aprovechar?”; mirando desde el retrovisor el conductor respondió, con el ceño fruncido en señal de amenaza: “¿Aprovechar qué pues?”. La respuesta de la señora terminó la conversación: “Voy a aprovechar”. Ordenó a un joven que estaba en el tercer asiento de la segunda fila que abriera la puerta, forzó a las dos personas que estaban en su camino a hacerles espacio para pasar y terminó bajando en media avenida. 

Resulta que el suceso estaba siendo observado por otra señora a la que le invadían los mismos pensamientos-tic tac—. Copió la actitud de la primera y salió al vuelo. Ocurrió lo mismo con otro señor que salió corriendo de un taxi a una cita con el médico. El "voy a aprovechar" se fue contagiando por toda la ciudad, lo que provocó que el tráfico de Caos se convirtiera en un verdadero caos. Lo terrible fue que a pesar de que, unas horas después, las grúas habían retirado las chatarras de vehículos que ocasionaron el caos de Caos, el tráfico no lograba recomponerse. El "voy a aprovechar" se siguió contagiando por todas las calles. Una reacción en cadena que parecía no terminar iba, venía, subía y bajaba en todas direcciones. 

Asustado por el orden de Caos, el alcalde de la ciudad dispuso un completo paro vehicular por tres días, ello con la idea de que así impediría que el contagioso "voy a aprovechar" continuase su ciclo y todo volviera a su equilibrio habitual. La medida del alcalde no funcionó, el equipo de especialistas del tráfico de Caos no cayó en cuenta de que una de las principales razones por las cuales el "voy a aprovechar" se contagiaba, no tenía que ver con observar el hecho y copiarlo (contagio por exposición) sino con un sentimiento de injusticia “si esa persona aprovechó, ¿por qué no yo?” (contagio por reflexión). El tráfico de Caos no pudo componerse, sus habitantes se perdieron en el tiempo y el desorden se apoderó de sus vidas. Ya no solo era el "voy a aprovechar", sino también el “está vacío, me paso el rojo” y otras expresiones que se hicieron tan cotidianas como contagiosas. Percatándose de lo importante que era el orden para los habitantes de Caos, los descontentos de la ciudad empezaron a protestar y se movilizaban produciendo más caos en Caos. Afectar el orden de la ciudad y con ello el tiempo de todos se convirtió en la expresión del reclamo. Era una lucha por el tiempo. 

Caos se había convertido en un caos. La ciudad pasó a ser el hazmerreír del mundo de las ciudades. Caos, la ciudad más ordenada del mundo, había caído en una espiral de desorden. Para solucionar la situación, el alcalde llamó a un referéndum. La propuesta a votar, el cambio de nombre de la ciudad. 

1278
“Caos, la ciudad más ordenada del mundo, había caído en una espiral de desorden. Para solucionar la situación, el alcalde llamó a un referéndum. La propuesta a votar, el cambio de nombre de la ciudad.” / SN en Pixabay.com

La discusión sobre la propuesta fue intensa. Muchos aseguraban que no era necesario hacer ningún cambio en el nombre. Lo único que había pasado para los de esta postura era que Caos se había sincerado consigo misma y ahora era como se llamaba. Otros pensaban que lo que hacía a Caos una ciudad de renombre era que, a pesar de su nombre, su organización era perfecta. 

Ganó la que pedía el cambio de nombre y Caos, en honor al caos que reinaba, pasó a llamarse La Paz. Sus habitantes habían sido contagiados por el desorden, se habían perdido en el tiempo. Dejaron de vivir en caos, pero con el nuevo nombre de la ciudad podían vivir en paz. 

 

 

1 Se trata de microbús similar a una furgoneta Volkswagen, pero de origen japonés (Toyota, Nissan), posteriormente de origen chino (Foton, King Long). En dicha nave, catorce pasajeros (en hora pico, quince), y un conductor no tan pasajero se aventuran por las subidas y bajadas de la ciudad precipicio.

6 me gusta
264 vistas