La verdad en duda: una perspectiva social
¿Qué es la verdad? Dentro del periodismo, la historia, las ciencias sociales y la sociolingüística se ha visto a la verdad como una categoría de análisis curiosa a la vez de importante. Esta palabra y su definición entran, sin duda, en tela de juicio cuando en una realidad social o política polarizada (como la que vive Bolivia) hay varias narrativas que se conciben como verdades absolutas frente a una mentira inescrupulosa. El caso de la disputa narrativa Golpe-Fraude, claro ejemplo, ha enfrentado a la propia verdad colocándola en un acto de péndulo, con el cual cada bando intenta apropiarse de sus sentidos y significados.
La verdad para el sentido común gramsciano —que es todo lo comúnmente aceptado— es aquello en lo que se confía sin mucha duda y que tiene una posición de consenso general. Tal como lo relaciona la RAE, es un estado de conformidad con lo que se cree. Cuando alguien toma algo como verdadero, justamente lo está aceptando sin mucho problema. Sin embargo, dentro de una realidad que es arremetida por el relativismo, la destrucción de totales, las disputas ideológicas y la deslegitimidad a las instituciones, esta idea de conformidad está perdida y el cuestionar a la verdad o las verdades que nos presentan es una constante.
Pero, ojo, cuando hablamos de varias verdades y de conflictuar la verdad misma, no quiere decir que se hable de una mentira, aunque su pretensión roce esta frontera semántica. Imaginemos un partido de fútbol entre el equipo A contra el B. El A termina perdiendo, ese es un hecho factual, por ende, una verdad: “el equipo A perdió”. Pero, ¿qué es conflictuar la verdad? Es ver las diferentes perspectivas, muchas veces de opinión política, que refieren a esa verdad. Esto es algo común en los medios de comunicación. Un medio puede decir que el equipo A perdió por un mal manejo técnico, otro puede culpar al arbitraje o a las condiciones de la cancha. La verdad, muchas veces, está en la parte que se resalta para explicar el hecho factual.
El filósofo de la historia, Hayden White, realizó hace bastante tiempo un análisis sobre las interpretaciones y recreaciones del hecho histórico más desastroso e inhumano del que se tiene registro: el Holocausto. En este ensayo analiza la idea de la verdad ya que existía una arremetida que atentaba contra la credibilidad del exterminio nazi contra los judíos por la sobre-presentación artística y literaria de este evento. Las exageraciones parecían volver en algo poco creíble el Holocausto y aparecía la pregunta “¿será verdad lo que se está mostrando?”. La respuesta de White no se hizo esperar y él se preguntaba si tenía sentido e importancia alguna preguntarse si algo era verdad. Para este filósofo, la verdad tenía una relación con lo auténtico —un sentido mucho más universal— y resaltaba que poco o nada servía la pregunta porque existen otras dudas mucho más importantes como la totalidad del Holocausto y sus consecuencias.
La duda a la verdad siempre existirá. La gente cuestiona a todo y a todos. Incluso en la historia o el periodismo, ya que ambas disciplinas tienen contacto con la realidad y la exponen como tal, pero que igual es cuestionada. En un trabajo historiográfico existe una interpretación de los hechos a partir de datos básicos, del mismo modo en el periodismo: hay un hecho tácito y considerado real que atraviesa los filtros de la información e interpretación. Lo que abre las puertas a otra pregunta: ¿es verdad lo que me están diciendo o tiene veracidad como me lo están presentado?
Al no ser una ciencia exacta, la verdad siempre será interpretativa. En esta parte podemos observar que la verdad parece más un sentido de recepción del espíritu que tangible. Puede creerla quien quiera creerla. Es decir, no importa preguntarnos “¿cuál es la interpretación que se le da?”, sino observar si yo creo en esa interpretación o no. Pero al verlo de esta manera, ya no estaríamos hablando de veracidad sino de legitimidad, que como bien sabemos corresponde al objetivo principal de un discurso político que busca la credibilidad de la sociedad. Línea muy peligrosa y volátil ya que un grupo social puede tomar una verdad, en este caso, como mentira o viceversa.
Entonces, ¿la verdad ha perdido su sentido de existencia? Muy probablemente la respuesta sea que sí. Y ojo que no se está hablando de hechos hermenéuticos donde la verdad es explícita: como mostrar un vaso de vidrio y decir que “es un vaso de vidrio”. Para nada. Ahí la duda crítica a la verdad no tendría sentido alguno. Estamos hablando de la verdad que se presenta por medio de mecanismos políticos, sean verbales o escritos, como por la realidad mediatizada en la que vivimos. Pero podemos decir que sí, que la verdad sí está perdida y que el desconocimiento genérico del ciudadano de cierta manera también la hizo desaparecer ante las dudas y los escepticismos.
Entonces, ¿qué pasa en una realidad donde la verdad se ha perdido? Se debe aprovechar la duda a la verdad como una parte de la criticidad ciudadana, ya que la ausencia del sentido de verdad trae consigo consecuencias peligrosas como la ratificación de la mentira, la representación instrumental de discursos y símbolos, o la credibilidad del mito. Un contexto favorable para la hegemonía política. Hay un bastión muy importante que recae sobre historiadores y periodistas a un nivel deontológico. Aunque parezca una dependencia muy veleidosa, la ética del individuo profesional con el conocimiento y la memoria colectiva, además de su trabajo sobre la opinión pública, tiene que estar centrada en el proporcionar al ciudadano de a pie herramientas para que esté en constante relación y análisis crítico con la realidad en la que se desempeña.