Desglosando el absurdismo: La metamorfosis de Gregorio Samsa

No podemos escapar del vacío que tarde o temprano pondrá en duda nuestra indescifrable existencia. Así lo planteó Albert Camus, el gran filósofo y escritor francés al que analiza Rebeca Lafuente, a partir de La metamorfosis de Kafka, en este genial ensayo.
Editado por : Adrián Nieve

De repente, nacemos en un mundo desconocido, cargando con el peso de no saber cuál es nuestro propósito; donde la búsqueda de este sentido se convierte en absurda al darnos cuenta de que el mismo mundo en el que aparecimos es indiferente con lo que elijamos hacer. No podemos escapar del vacío que tarde o temprano pondrá en duda nuestra indescifrable existencia. Albert Camus, uno de los pensadores franceses más sobresalientes del siglo XX, plantea aquella inquietud que nos persigue desde el inicio de nuestras vidas como “absurdismo”, doctrina que ha sido gran polémica para varios escritores de la época y que, sin duda, fue influenciada por las grotescas obras del escritor austriaco, Franz Kafka.

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Ilustración: Rebeca Lafuente

Nacido en Praga un 3 de julio de 1883, Franz Kafka empezó un camino de sueños rotos debido a la rigurosidad de su exigente padre, quien siempre lo hacía sentir inferior ante él, e incluso intentó hacerlo renunciar al objetivo de convertirse en un reconocido escritor para su época. Esta consistente ansiedad formó un carácter retraído y asocial, que le fue de utilidad a Kafka para seguir plasmando sus emociones en escritos que realizaba durante su tiempo libre, todo a espaldas de su padre. Encuentro excepcional la manera en la que Kafka adaptó la angustia que cargaba su vida en sus escritos, manifestando sus más oscuros sentimientos en inquietud y amargura por no haber podido cumplir su añorado sueño. Es aquella angustia la que logra sumergirte en el limbo de apreciar a un ser como nosotros, que pereció ahogado en su soledad.

El absurdismo del francés Albert Camus tiene influencia en el libro La metamorfosis de Franz Kafka, relato centrado en el personaje Gregorio Samsa, un viajante de comercio de telas que un día despierta transformado en un monstruoso insecto de manera imprevista. El libro mencionado es una de las obras del escritor austriaco más conocidas a lo largo de su camino como escritor bohemio.

Dada la idea que propuse anteriormente, voy a desglosar el concepto de Camus, relacionándolo con la obra kafkiana. Mi objetivo a continuación es presentar citas del libro como forma de ejemplo, que marquen precisos momentos en los que el relato pone en evidencia el absurdismo. Argumentaré mi afirmación con las debidas demostraciones y opiniones de otros autores para permitir al lector sensibilizarse con la frívola existencia del protagonista Gregorio Samsa.

“—¿Qué me ha ocurrido? — pensó” (Kafka, 1916, p. 9). Como primer elemento absurdo tenemos nuestro origen a este mundo o, en este caso, el origen de la transformación de Gregorio Samsa. Es importante resaltar que una de las características de la doctrina de Camus es el hecho de existir en el lugar que nos ha tocado estar; jamás decidimos dónde, cómo y con qué dones nacer. Por ello, la obra comienza con una mañana en la que Gregorio Samsa, un viajante comercial cualquiera, simplemente despierta convertido en un monstruoso insecto, confundido e incapaz de levantarse de su cama; esto debido a la nueva apariencia física en la que ahora se encontraba condenado a sufrir dentro su taciturna soledad, pues por más que se esforzara en comunicarse, nadie a su alrededor lograba comprender una sola palabra de lo que quería expresar.

Profundizando este primer argumento, ¿qué quiere decir que la familia del personaje, las sirvientas, los huéspedes y el apoderado, fueran incapaces de entender una sola palabra de lo que la gigantesca bestia intentaba expresar? Los seres humanos encontramos nuestra identidad en los demás, todo con el objetivo de encajar en un círculo con quienes compartir vínculos y semejanzas. En el momento que Gregorio intentó responder verbalmente a las amenazas del apoderado, que envió el jefe de su trabajo, y a su familia, estos reaccionaron preocupados, asegurando que se trataba de una voz de animal. “—¿Han entendido ustedes una sola palabra? — preguntó el apoderado a los padres” (Kafka, 1916, p. 27). Aquí es cuando el autor nos da a entender la fuerte separación de Gregorio con su familia al darse cuenta de su nueva y ajena apariencia a la de ellos y a la de todos sus conocidos, quitándole el sentido de pertenecer al grupo de personas con quienes sentía conexión tanto física, como sanguínea.

Para apoyar esta idea con el absurdismo, tenemos a Haroldo Soberanis, quien refiere que la propuesta de Camus ante la precariedad de la existencia y su falta de sentido es el compromiso con el otro. Especialmente con aquellos que han sido marginados del relato de la historia (Soberanis, 2010). Debemos llevar con nosotros la importancia de sentirnos incluidos, y a pesar del esfuerzo o el “buen” comportamiento del protagonista kafkiano al intentar no asustarlos, este sigue siendo discriminado por parte de sus propios parientes.

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Imagen: Pinterest

Gregorio amaneció con el padecimiento de tan desoladora transformación; con el sabor de lo absurdo que es no saber el porqué de nuestra existencia. Es esa incertidumbre la que nos angustia, la de no saber si las cosas que nos ocurren son pura coincidencia o si nos las merecemos como un justiciero golpe de karma. Iniciamos, de una vez, con el recorrido de la fugaz vida de Gregorio Samsa.

Ya recalcamos el desprendimiento de Gregorio con el resto de su vida anterior; entonces, proseguimos con el segundo argumento para observar el desenvolvimiento del protagonista durante su metamorfosis “—No hay que permanecer en la cama inútilmente— se decía Gregorio” (Kafka, 1916, p. 9). Entonces, una vez que yacemos en la libertad condicionada de la vida, nos queda tomar la acción de darle un sentido al rumbo que estamos tomando; ese “algo” que logre llenar el vacío de nuestra realidad. En esta parte del libro, nos damos cuenta de que el protagonista de esta obra está totalmente enfocado en sus responsabilidades. En la obra de Camus, El mito de Sísifo, refiriéndose a Sísifo, manifiesta: “¡Un rostro que padece tan cerca de las piedras ya él mismo es piedra!” (1968, p. 212). El mito de Sísifo es un ensayo filosófico de Albert Camus en el cual discute la cuestión del suicidio y el valor de la vida, presentándolo como metáfora del esfuerzo inútil por parte del ser humano. Es una de las obras que mejor representa el absurdismo del autor francés y es por eso que quiero plantear un paralelismo entre Sísifo y la deshumanización de Gregorio.

Durante el inicio de la metamorfosis del protagonista kafkiano, la primera preocupación que se le cruzó por la cabeza fue llegar a su trabajo a tiempo. No porque a él le guste su trabajo, sino para el sustento de su familia y las deudas de su padre; sea lo que fuera, él se aferraba a un motivo antes de su cambio. Posterior a este suceso, a Gregorio no le importaba vivir en decadencia o si quiera habitar bajo un polvoriento canapé, que ahora sería el pequeño espacio de su nueva existencia. Se encuentra sosteniendo la impasible forma de permanecer ajeno a la humanidad; en aquella percepción desaborida de un futuro que jamás podrá realizarse. El personaje continúa ese camino absurdo que marca la diferencia entre una vida absorta en cálculos y cuentas, a disfrutar del pequeño placer que es colgarse entre las cortas paredes con su nueva identidad.  En cambio, en el mito de Sísifo, los dioses condenaron a Sísifo a subir una roca hasta la cima de una montaña; pero cuando estaba a punto de llegar, la piedra volvía a caer por su propio peso. Un castigo inútil y sin esperanza. El personaje se alivia silenciosamente al saber que su destino le pertenece, que es dueño de sus días. Retoma el aliento durante ese sutil instante en que el hombre vuelve sobre su vida, como Sísifo vuelve hacia su roca. Aprecia cada uno de los actos que comete, convirtiéndolos en hilos de un destino creado por él mismo, que pronto será cesado por su muerte. Ambos personajes eran conscientes de su última parada en el mundo mortal, y a pesar de eso, continuaron empujando la piedra de su castigo.

Continuando con los siguientes días de Gregorio siendo un bestial insecto, Grette, la hermana menor de Gregorio, es quien se hace cargo de su cuidado durante su terminal vida inhumana. Grette prueba con varios tipos de alimentos para sustentar a su hermano, y, tarde o temprano, se da cuenta de que este sentía cierto apetito por la comida rancia, cosa con la que muchos insectos se alimentan. Eso y el hecho de colgarse en las paredes (como mencioné anteriormente) eran comportamientos propios de un insecto, lo cual significaba su rápida adaptación a las limitadas habilidades que ahora poseía. En el libro La muerte en el pensamiento de Albert Camus de Ana Rosa Pérez y Antonio Zirión, estos autores expresan lo siguiente:

“El absurdo puede concebirse, en efecto, como un divorcio entre el hombre y el mundo, entre el hombre y lo inhumano que lo rodea. Este divorcio, este choque, ocurre porque en el mundo, en oposición a la aspiración de unidad del hombre, la dispersión es la regla” (1981, p. 72).

El choque del protagonista kafkiano ha sido ejecutado en el preciso instante que logró congeniar con su alma y su apariencia. Quizás se deba al hecho de que finalmente, entre su condena, logró equilibrar su preocupación por su familia y permanecer tranquilo en casa para disfrutar de los pequeños placeres de felicidad que había creado. Ahora la transformación de Gregorio había convertido en inhumano todo lo que rodeaba.

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“— Tenemos que quitárnoslo de encima — dijo entonces la hermana” (Kafka, 1916, p. 96). Por último, pretendemos que nuestro último trance sea realizado y marcado hasta el fin de los tiempos; puesto que debemos cumplir el único propósito que une a cada ser vivo del planeta, y no es nada más que la muerte. Todo el esfuerzo que Gregorio ha manifestado, toda la esperanza y el amor incondicional que le brindaba a su familia, pudo ser fácilmente reemplazado al convertirse en una “molestia” para ellos. Ya que justo cuando su familia estaba por caer en pobreza, deciden alquilar el cuarto de Gregorio a tres huéspedes y el protagonista termina ahuyentando por su apariencia tan peculiar. La razón por la que estos tres personajes deciden marcharse no es por el miedo; en ningún momento demostraron temor, sino fue por la molestia que les causó al darse cuenta de que la familia Samsa estaba ocultando tal secreto.

Nunca hubo comprensión, valor, o incluso preocupación para Gregorio. Todo lo que se ha construido desde el inicio de la existencia, hasta el fin, forma parte del juego absurdo de ser reemplazable en cualquier momento. ¿Hipocresía?, ¿una falsa manera de llenar el vacío de amar a tu familia?, nuestro protagonista fue abandonado hasta su último suspiro al dejar de ser ese objeto indispensable para los demás. Abandonado tanto por su apariencia, como por su utilidad. Todo fue en vano. Gustavo Arango expresa:

“La condición más propicia para experimentar la sensación de absurdo, es quizá la soledad. El absurdo acecha en los parajes solitarios. Cuando lo colectivo se desintegra y pierde solidez, cuando los individuos parecen condenados a seguir por su cuenta, sin el consuelo de una familia, una creencia, una ideología, el absurdo despliega sus colores” (2010, p. 30).

De la misma manera terminó la vida del autor Franz Kafka, quien transcurría sus jornadas escribiendo y desahogando la callada impotencia de ser invisible para el mundo, hasta que llegó el día en el que cayó víctima de tuberculosis. Franz Kafka decide confiar en su mejor amigo, Max Brod, para que se encargue de quemar cada uno de sus escritos antes de su muerte. Max hace caso omiso y decide publicarlas con los respectivos derechos de autor y sin modificar nada; y de este modo, concluir con el legado de un escritor desapercibido que terminó conquistando los rincones de la literatura existencial.

En conclusión, Gregorio Samsa fue un ejemplo, explicado dentro del mundo kafkiano, sobre lo doloroso que puede ser vivir dotado de consciencia, curiosidad y uso de razón. Un ser como cualquier otro que sufrió encadenado al amor incondicional que le tenía a su familia, razón por la que fue sometido a hacer cosas que no llenaban la felicidad que jamás buscó. Sin embargo, pese a la soledad que lo mató cada segundo desde que su hermana lo abandonó, pudo disfrutar de sus últimos días de paz que le producía ser ese bestial insecto que su familia temía.

El simbolismo que representa esta maravillosa obra nos deja con un final conmovedor, un cierre que contagia la claustrofobia del desamparo. Reafirmo una vez más, el puro absurdismo camusiano, que evidentemente encuentra eco en las obras de Kafka. Doctrina que se desenvuelve puntualmente, no solo con este escrito, sino también con muchas otras más. 

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Después de este recorrido, acompañados de la angustiante incertidumbre por nuestro primer latido hasta nuestro último suspiro, ¿cómo podemos superar la experiencia de cargar con la falta de sentido?, ¿existe alguna solución? El filósofo francés, plantea tres de estas, la primera es la religión, la segunda es el suicidio, y la última es la aceptación, cualquier camino debe guiarnos a vivir en rebeldía, libertad y pasión. Depende de cada uno elegir el camino que nos sea más fácil de adaptar a nuestra intrínseca transformación.

“Lo que queda es un destino cuya única salida es fatal. Fuera de esa única fatalidad de la muerte, todo lo demás, goce o dicha, es libertad. Queda un mundo cuyo único amo es el hombre. Lo que le ligaba era la ilusión de otro mundo. El sino de su pensamiento no es ya negarse a sí mismo, sino repercutir en imágenes. Se representa en mitos, sin duda, pero en mitos sin otra profundidad que la del dolor humano e inagotables como él. No es la fábula divina que divierte y ciega, sino el rostro, el gesto y el drama terrestres en los que se resumen una difícil sabiduría y una pasión sin mañana” (Camus, 1968 p. 58).

Bibliografías:

  • Ana Rosa Pérez y Antonio Zirión. (1981). La muerte en el pensamiento de Albert Camus, México: Universidad Nacional Autónoma de México
  • Arango G. (2010). El más absurdo de todos los personajes. Medellín: Universidad Pontificia Bolivariana.
  • Camus A. (1942). El extranjero. Barcelona: EL PLANETA
  • Camus, A. (1968). Camus. Obras completas, Tomo II. México: Aguilar.
  • Kafka, F. (1916). La metamorfosis. Madrid: ALIANZA
  • Soberanis H. (2010). La filosofía del absurdo de Albert Camus. [archivo PDF]. Recuperado de: http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/soberanis68.pdf
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