El 97% y mi primera vez
A TikTok se accede por diversos motivos; hay quienes lo hacen para aprender los bailes de moda, las recetas exprés preferidas, maquillajes aesthetic y los sketches cómicos tradicionales que hacen de esta plataforma la favorita entre muchos adolescentes, jóvenes y adultos. Hay incluso quienes, como buenos guías, te enseñan a navegar por esta red para no perderte los trends más populares.
Toda esta variedad de contenido nos sumerge en lo que, como consumidores, preferimos ver, creando así cámaras de eco que nos muestran solo aquello con lo que nos sentimos cómodos, haciéndonos creer que únicamente esa es la realidad que existe; los bailecitos con el meneo de cadera y los lip-sync de desamor se convierten en parte de nuestra burbuja cotidiana.
Pues bien, entre los pasos de Anitta en ese reguetón extremadamente sensual a ras del suelo y los filtros de calcomanías, transitan esporádicos, pero no imperceptibles, trends que van más allá de la tendencia. Quince segundos de video que nos retroceden quince años atrás, quizá cuando teníamos cinco u once.
Un, dos, tres y corre video. De fondo la frase: “Mientras las nubes retroceden y las estrellas llenan la noche, ahí es cuando me voy a levantar, llevar a mi gente conmigo para ir juntos a un nuevo hogar”, resuena en la voz de Cynthia Erivo como un llamado que suma a la memoria colectiva de nuestra primera vez, ¿de qué?
A la voz disfónica y lánguida del video le acompaña, para empezar, la mirada triste, furiosa y resignada de algún usuario, en su mayoría mujeres, que después de escribir “lo que llevaba puesto la primera vez que fui parte del 97%” adjuntan, en una especie de collage, fotografías de vestimentas que se confunden entre pantalones floreados, sombreritos de sol, sandalias coloridas, vestiditos campana y hasta pijamas con figurines.
Al principio es confuso, tratas de entender en qué consiste este trend y por qué la mayoría de las fotografías contienen ropa de bebés, niñas, apenas adolescentes. Sin pensarlo mucho se forma el nudo en la garganta y como vómito cognitivo los recuerdos nos asquean, asustan y hasta enojan. Entonces viene a nuestra memoria la primera vez que aquel sujeto nos tocó debajo de la ropa, nos obligó a tocarlo o nos escupió palabras sexuales sin nosotras tener idea de qué se trataba. Sí, muchas teníamos menos de diez años.
En 2021, ONU Mujeres reveló, a partir de una encuesta, que el 97% de las mujeres habrían sufrido acoso sexual en espacios públicos por lo menos una vez en su vida. Muchas de ellas admitieron que no hicieron la denuncia por miedo a represalias o resignación, al darse cuenta de que la situación no cambiaría por la naturalización de la misma.
Las reacciones por parte de las instituciones y sociedad civil no se hicieron esperar. De la misma forma, las redes sociales y plataformas de difusión se llenaron de testimonios y denuncias de varias personas hacia sus agresores, quienes en muchos casos eran amigos de la familia, desconocidos y hasta sus padres o hermanos.
No fue diferente en TikTok. Cientos de miles de videos con este contenido, incómodo pero real, motivaban a más usuarios a denunciar y compartir las agresiones que sufrieron. En 72 horas, la comunidad de TikTok comenzó a identificarse con cada uno de los videos. Los comentarios se llenaban de rabia, dolor y consuelo.
“No estás sola”, “también sufrí lo mismo en manos de mi papá y abuelo” eran algunas de las descripciones de los videos en los que chicos y chicas expresaron el acoso y abuso que vivieron desde que eran niños. Un video en particular, que alcanzó el millón de visualizaciones y más de 500 mil reacciones, tenía la siguiente descripción: “Me fragmentaron la vida a los cinco años. Sí, soy un chico y también abusaron de mí”, inmediatamente, los comentarios de apoyo e indignación popularizaron el contenido haciendo visible y mediático el hecho de que el abuso también lo sufren quienes no fueron parte de la encuesta, pero sintieron la necesidad de sumarse al trend para sentirse integrados en el conjunto de víctimas y no lidiar solos con lo que por años guardaron como un secreto culposo.
La curiosidad motiva a que sigas deslizándote entre estos videos de TikTok. Es entonces cuando percibes que gran parte de quienes se suman al trend son adolescentes que, sin tapujos, comparten contigo su “primera vez”. Lo que sigue son comentarios de gente mayor que expresan: “Cuando acusé a mi tío con mi mamá, ella me dijo que no hablara porque eso era malo para mí”, entonces te pones a pensar en que probablemente el miedo y la culpa, que por años estuvo presente en las víctimas de abuso, ya no son elementos de manipulación y silencio.
Nos envolvemos dentro un entorno digital y de redes sociales masivas, donde la intimidad se ha tornado pública y de conversación común. Ahora que los trends de TikTok están formando comunidades digitales, son estos videos de quince segundos que, al infiltrarse en nuestra burbuja digital, transgreden los tabúes y nos enfrentan al hastío; nos salpican con fuerza la realidad que pretendemos obviar con K-pop y superhéroes.
Entonces, son esos trends que en aparición aleatoria escapan de nuestro control. Nos expulsan de nuestra zona de confort, deteniéndonos del consumo en automático para obligarnos a hacer una pausa y recordar que todavía existen profundos problemas que enfrentar. La situación se torna más compleja aún, cuando las denuncias y testimonios navegan entre retos virales y tendencias con fines de mero entretenimiento, donde lo importante es ganar seguidores y hacerse viral. Es un desafío.
Con el celular y el aro de luz de las jóvenes Z, las evasivas se transforman en reclamos, denuncias y exigencias de justicia por todo el mundo. Aquel video de menos de un minuto nos cuenta la primera vez en la que cada una de ellas fue parte del 97%, cifra que exige urgentes medidas a tomar desde las instituciones y, sobre todo, la sociedad civil.
Al salir de TikTok, los recuerdos aturden como negativos de fotografía. No sabes si hacer una lista de las veces que te sucedió o armar un balance de probabilidades de las veces que volverá a suceder. De lo que tienes certeza es que también eres parte de la estadística de acoso y agresión sexual, y que con suerte cada vez menos personas tendrán que contar esa experiencia como su “primera vez”.