Terrores que salen de la pantalla
Silent Hill es para muchos, yo incluido, una de las sagas de terror más queridas en el mundo de los videojuegos. Al igual que la película El Exorcista, su terror se mantiene perenne, no importa cuánto tiempo pase, sigue asustando. Pero, ¿qué pasa cuando ese terror ficticio sale de la pantalla y afecta a nuestro mundo? Damas y caballeros, les tengo aquí una experiencia que sigue persiguiéndome hasta el día de hoy.
Era el año 2008 o 2009, cuando apenas tenía nueve, diez años de edad. Mi hermano, junto con nuestro gran amigo de toda la vida y yo nos encontrábamos jugando Silent Hill 4: The Room. Juego de video que hacía mucho tiempo los tres habíamos jugado y nos conocíamos de pies a cabeza. Para ese entonces, nos memorizamos los sustos, fantasmas y jumpscares que el juego ofrecía, entonces los “eventos” que generaban un dolor de espalda y un palpitar del corazón ya eran para nosotros un tanto tolerables.
“Esto ya no da tanto miedo”, decíamos.
En el juego, dentro de la habitación 302 que funge como tu lugar seguro a lo largo de la historia, tienes un teléfono que, marcando los números correctos, llamarás a un lugar que te brindará una pista de suma importancia para continuar con el viaje. Con el pensamiento de que el título desarrollado por Team Silent ya no tenía más sustos que darnos, decidimos marcar con el teléfono del juego al número de mi casa, las risas y carcajadas dieron acto de presencia.
Pareciera que los dioses estuvieron en nuestra contra aquel día, porque es habitual que por mi barrio pase una ambulancia o haya ruidos de la muchedumbre, pero cuando empezamos a marcar los números de mi casa no hubo ruido alguno proveniente de afuera. En el momento en que el teléfono del juego hace su famoso pitido de estar llamando, éste recibe una respuesta: el teléfono de nuestra casa empieza a timbrar.
Las risas cesan y el Dualshock sale volando.
Nos vemos los ojos cada uno de nosotros. Mi amigo se encuentra boquiabierto y con ojos de espanto. Para más inri, el timbrar del teléfono llamando no ayuda en nada, pues nos está taladrando los tímpanos haciendo que el pensar con claridad sea imposible. Mi hermano se levanta del sillón y va a contestar.
Aún recuerdo que a todos nos temblaban las manos.
Contesta el teléfono, al principio no se escucha la voz de quien está al otro lado del teléfono, vuelve a preguntar: “¿Hola?”, es ahí que mi hermano escucha una voz familiar. Era mi madre, quien nos preguntaba por algo que ya no logro recordar.
Termina la llamada, nos volvemos a ver aún asustados y, en un acto de salvación, mi amigo decide que ya tuvimos suficiente con este juego y que mejor sería jugar otra cosa. Desde ese momento, nunca más volvimos a hacer bromas como esa cada vez que jugamos cualquier Silent Hill.
El título de Konami siempre deja a sus espectadores con momentos de terror absoluto, incluso hasta el día de hoy, pero cada vez que nos reunimos a jugar, nos pasan cosas como la que les comenté arriba. Es por esto (y por otras razones más) que Silent Hill siempre tendrá un espacio dentro de mi corazón y de mis memorias, junto con la de mis amigos.