Si no lo sentiste, no lo vas a entender
La obsesión de mis últimos años de adolescencia, a principios de 2007, llegó en forma de dos discos y mi diagnóstico de personalidad obsesiva compulsiva, unos años después de los treinta. Los discos estaban rotulados con un marcador indeleble: PES 5 (Pro Evolution Soccer 5). Si no lo sentiste, no lo vas a entender.
En la portada después de la instalación en la Pentium 4, Thierry Henry del Arsenal y John Terry del Chelsea.
“Pulsar cualquier botón”.
Desconocía —aún hoy no entiendo del todo— lo elemental del funcionamiento y sentido de las principales ligas europeas de fútbol. Hubiese preferido ver caras más familiares como Pablo Escobar, el Patrón del gol, y William la Fiera Ferreira, por ejemplo.
En eso pensaba antes de iniciar cuando el juego empezó a mostrar el demo de un partido de exhibición. Noté que las camisetas de los equipos no licenciados se parecían más a las de un uniforme escolar de Educación física de alguna escuela fiscal de la periferia; sin embargo, los rostros de los jugadores, el césped y otros detalles superaban, por mucho, a los gráficos de cualquier otro juego de fútbol de la época. La sensación al jugar era igual a la de ver cualquier partido en la televisión, igual de vacía si en pantalla no estaba The Strongest. Otra obsesión, esta heredada en el ADN familiar.
Al menos hasta que descubrí que el juego tenía una opción de edición. Nombres de estadios, rostros de jugadores, peinados, estatura, tipo de cuerpo, tipos de habilidades y lo más importante: edición de equipos no licenciados. Imagino que los desarrolladores del juego no pensaron que alguien con suficiente tolerancia a la frustración y mucho tiempo libre podría editar pixel por pixel el rostro de un tigre en el escudo del club de sus amores. Pero así fue.
Con el logo de la marca alemana Puma en la indumentaria gualdinegra, edité la plantilla completa del club. Al hacerlo noté cosas como que, por ejemplo, por alguna razón, la cara del portero Pedro Higa era igual a la de un jugador de la selección de Turquía. Y una vez concluida la tarea, The Strongest frente al Real Madrid en el Hernando Siles. Victoria local por más de una cifra. Las habilidades del equipo titular eran superiores a las del equipo protagonista de la película Shaolin Soccer.
Días después de haber vencido a Barcelona, Chelsea, Milán, la selección alemana y la inglesa, entre otras, supe que un héroe no existe sin némesis. Aquel día cree, con una mezcla de desgano y entusiasmo, al club Bolívar. El primer clásico paceño en la historia de Pro Evolution Soccer 5 se dio algunas madrugadas después.
Derrotar a Bolívar varias veces al día durante semanas dejó de ser suficiente. Decidí crear a todos los equipos de la Liga Boliviana de Fútbol. Pude hacerlo gracias a recortes de periódico, un álbum donado por el primo Diego, los noticieros deportivos del medio día, un celular de cámara primitiva y la precaria conexión a internet de la época.
Pero eso también dejó de ser suficiente. Meses después, los equipos más importantes de Sudamérica fueron incluidos en el juego. Un día de 2008, en el año de su centenario, The Strongest ganó la Copa Libertadores de América, aunque en la vida real estuvo más cerca de perder la categoría que de ganar el campeonato local.
La final fue frente a Sporting Cristal, que en realidad era el Bayern Munich sin licencia. Sí, crear las plantillas de cada equipo terminó por cansarme y los últimos meses de la obsesión edité solo los escudos y las camisetas. Meses después, el viejo tigre ganó el, ya extinto, Mundial de Clubes, una vez más, frente al Real Madrid.
Un día, o noche, que ya no está en mi memoria, apagué la computadora por última vez y mis recuerdos quedaron en un disco duro de un terabyte entre otras obsesiones que suelen revivir ante algún detonante. Si no lo sentiste, no lo vas a entender.