Cerrar los ojos, reconectarse y volver a vivir

Los videojuegos llegaron para quedarse y hoy son una industria multimillonaria que genera ganancias más grandes que las del cine y la música. Inti Viveros nos mapea los primeros momentos de esta industria, cuando nadie creía que iba a ser tan grande.
Editado por : Adrián Nieve

Las líneas en la pantalla, los sonidos artificiales, todo estaba sincronizado en movimientos centralizados en una extraña máquina y todo ello podía ser controlado por uno o varios mandos conectados hacia la tele antigua de nuestros abuelos. Así empezó la aventura para muchos de nosotros que nos habíamos internado en un universo totalmente nuevo, atravesando una dimensión fuera de la realidad. Como olvidar aquellas luces destellantes que hacían dilatar nuestras pupilas y ahora son una normalidad en nuestro diario vivir.

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Fuente: Redbubble

Para muchos de nuestros padres fue un suplicio tratar de desconectarnos de ese mundo abstracto para ellos y misteriosamente tecnológico para nosotros. Aquellos amigos o hermanos mayores hacían todas las conexiones con los cables se sentían como verdaderos genios de la ciencia y todos en casa, los mirábamos con asombro. Por aquellos tiempos yo era muy pequeño, sin embargo, dentro de mí también nació esa sensación de conexión a primera vista con aquel mundo. Le di un adiós a los avioncitos y barcos de papel para tomar un camino serio hacia estas nuevas tecnologías.

Nadie se imaginó siquiera que este fenómeno de los videojuegos había llegado para quedarse y formar parte de nuestras vidas. El tiempo pasó, me fui uniendo a toda una nueva generación de jugadores de aquella consola familiar (Atari) y otras más que pasaron de las casas a las calles, ahora entablaban competencia con aquellas salas de videojuegos que fueron proliferando por toda la ciudad, pues cada barrio empezó a tener un ambiente pequeño o grande, pero para muchos de nosotros era suficiente como para apropiarnos de ellos o quizás sentíamos que ellos nos valoraban más que en casa… no lo sé.

Cada salón de juegos (nuestro tilín), tenía la posibilidad de llevarte por un sinfín de aventuras, cada máquina era como un portal en los que podías desde recorrer laberintos con fantasmas persiguiéndote (Pacman), hasta otras que eran bastante complejas: quizás piloteando un avión de combate (After Burner), sin embargo, aún sobrevivían las enormes máquinas de Pinball que al igual que los juegos de nuestros padres ya estaban finalizando su época dorada. Las tradicionales canchitas que fueron el espacio lúdico paterno también tuvieron una muy dura competencia con los videojuegos de fútbol (Supersidekicks). La imaginación fértil de nuestra generación creó esos primeros universos que nos hacían compartir y debatir por horas maniobras especiales, mundos ocultos y leyendas por cada juego. 

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En un tiempo tan corto fuimos viendo que ya había toda una comunidad que abarcaba varias edades que se habían dividido en pequeños grupos, gracias a sus gustos, en juegos con diferentes características. Como no olvidar que tan solo en los videojuegos de peleas pasamos de personajes tan sencillos y monocromáticos a luchadores cada vez más reales, con historias aún más complejas.

Sin duda hemos compartido lo que para muchos es nostalgia pura, pero a la vez muy por encima de nuestros recuerdos, sin darnos cuenta, hemos vivido el auge de todo este género de videojuegos y, al mismo tiempo, estamos en medio de una guerra de empresas gigantescas que buscan tener el dominio de este mercado que mueve millones. Nosotros estamos incluidos en ese control.

No hay un límite en el mundo (gamer), como dicen muchos. La búsqueda para mejorar la interactividad, establecer universos infinitos, emulando la realidad, algunos en formatos 4K y aún más. Ahora la apuesta está en consolas que van mejorando cada año, también monetizando el consumo con actualizaciones, además de la búsqueda por democratizar los caprichos de una última generación de jugadores o “gamers” que ahora ya tienen un nivel de superestrellas del medio. Es posible que todos ellos no hayan vivido esa adrenalina en el cuerpo, la de jugar quizás esa última ficha antes que tus padres te saquen a empujones de un “tilín”, la de dejar empeñada la mochila del colegio y otras historias más.

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Pensemos que para muchos de nosotros que ya pintamos canas, aún nos queda pendiente esa última ficha por jugar o quizás volver a conectar nuevamente los cables a la vieja tele de nuestros abuelos para transportarnos a ese tiempo de puntos y rayas donde simplemente fuimos felices. 

¿Te parece bien que vayamos juntos? El primero en llegar elige el juego.

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Fuente: Gamers Unite
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Este texto forma parte del especial Mi vida y los videojuegos