Los guardianes de la ciudad: Don Vico y su acordeón
“Lo que aquí interesa es la interioridad y el contenido, el espíritu que mora en lo profundo y que se manifiesta en cada calle y en cada habitante, y en el que seguramente ha de encontrarse la clave para vislumbrar el enorme enigma que constituye la ciudad que se esconde a nuestros ojos”. (Imágenes paceñas. Jaime Saenz. 2012:9)
Todas las ciudades tienen sus guardianes, magníficos seres que habitan impensables rincones y que son, en esencia, su latido, aliento y vida; seres que rompen con la monotonía de lo cotidiano compartiendo su talento. En las urbes, hay verdaderos superhéroes, gente extraordinaria cuyo poder se desliza e impregna en puertas, patios, oficinas, personas, mercados y desagües de la ciudad que habitan. Este es el caso de don Vico, cuyo nombre completo es Virgilio Gutiérrez Gonzales, músico acordeonista de 64 años que nos deleita con su música en la calle Sucre, casi esquina Esteban Arze, a pocos metros de la plaza 14 de Septiembre, en la ciudad de Cochabamba.
Don Vico nos acompaña desde tempranas horas. Al igual que un potente café, nos inyecta fuerza y bienestar. Por más de 17 años, don Vico ha ejecutado la banda sonora de la ciudad, ofrendándonos pacientemente su repertorio; entonando cuecas, huaynos, boleros o rancheras gracias a sus 60 piezas aprendidas a oído como lo señala: “Escuchando nomás he aprendido, no sé de quién serán los temas”.
Este heroico artista aprende los temas a oído porque, a corta edad, perdió la vista a causa de un “arrebato” que tuvo su madre al recibir una mala noticia y luego darle de lactar, según nos lo comenta con pesar. Este accidente lo sumió en la oscuridad que le tocó transitar y adaptarse. Sin embargo, don Vico pudo recorrer estos duros y brumosos caminos con ayuda de la música, pues para él: “La música es parte de la vida, si no hubiera música no hubiera vida, sería monótono. Sin música no hubiera vida, es como decir, sin agua, sin aire no hay vida, es similar a eso. La música trae alegría. La única palabra para mí para describir a la música es: ¡vida! La música es la compañera de toda la gente también”.
Don Vico nos regala sonidos de fuerza, de nostalgia o alegría, sonidos que se mezclan con el bullicio de la ciudad y que, juntos, componen una equilibrada partitura. La música de don Vico nos escolta y nos permite descubrir otra ciudad, una impregnada de música, haciéndonos detener el paso para escucharlo, haciéndonos viajar en el tiempo; trayéndonos a la memoria recuerdos, personas y situaciones. Gracias al poder de don Vico, que puede ver con los dedos para crear melodías, es que nos diluimos y nos dejamos capturar por las notas que bailan, y nos hacen sentir la ciudad de otra manera: más nítida, luminosa y profunda.
Estos son los verdaderos superhéroes, los que nos sacan una sonrisa y nos muestran el valor de lo sencillo. Estos seres que nos enseñan la fortaleza del ser humano para levantarse erguido, entregando sus talentos a la ciudad, a su gente. Aquellos que tienen la humildad para agradecer: “Yo le agradezco infinitamente a nuestra gente, porque me ayudan cuando vengo a tocar, me están colaborando, porque gracias a Dios me he dado modos para sobrevivir”. Por tanto, don Vico nos ayuda a desentrañar el enigma de la ciudad que se esconde a nuestros ojos, este gran animal hambriento que no duerme y se apacigua con la música, con el poder de los guardianes de la ciudad, con la música de don Vico y su acordeón.