Llauchas: aroma de domingo
De los muchos aromas tradicionales de la ciudad de La Paz, probablemente uno de los más conocidos es el de las llauchitas bien calientes de la mañana dominguera.
En mi barrio, los hornos comunales aún sobreviven a la modernización. Escondidos en viejas casonas, pero firmes para hornear pancitos, galletas y suspiros de Todos Santos en noviembre. Pero, la mayor parte del tiempo, estos hornos se dedican a preparar sarnitas y marraquetas, mientras que los fines de semana —en especial los domingos—, las principales estrellas son las llauchas.
Tempranito por la mañana, ni bien sale el sol, una a una desfilan silenciosamente las señoras cargadas por pequeñas canastas llevando esas empanadas tan especiales de queso derretido en su interior y la infaltable mini bomba color verde que conocemos como ulupica. Mientras las señoras caminan a sus casas, sin querer esparcen el aroma de las llauchas calientes e inundan de antojos las calles de mi barrio cada domingo.
En ocasiones, las llauchitas compiten con el aroma del api y los pasteles recién servidos de las señoras de la Calatayud, pero aun así la llaucha se impone como tradición dominguera de los que madrugan para comprar esas espectaculares y simples empanadas. No en vano algunas madres, medio en broma y medio en serio, en su hogar reciben de madrugada a sus hijos parranderos regañando: “¡Habrás traído llauchas! Esta casa no es hotel, llokala malcriado” como si las llauchas fueran una ofrenda de paz por haber alargado la fiesta de sábado más de lo debido.
Aquí en mi barrio, que más que todo es conocido por el campo santo más popular de la ciudad, la esencia del queso fundido de las llauchas que viajan en pequeñas canastas rumbo a otros lugares de La Paz inunda cada calle colindante con el Cementerio General y me animo a decir que llegan a seducir brevemente a las almitas que allí descansan. Solo Dios sabe, cuántos habrán deseado volver a vivir para retornar a sus casas junto a sus familias y compartir una vez más tan solo una rica llauchita durante la fría mañana de un domingo invernal.
Mientras que aquí, los que aún no nos hemos hecho tunta de tanto frío, nos disputamos por quién le toca esta vez ir hacer fila frente a la Garita de Lima y comprar a dos llauchas para cada uno y así acompañar nuestro cafecito de fin de semana. Con suerte, esta vez la llauchera va amanecer de buen humor y nos va yapar unas ulupicas, con suerte esta vez no vamos hacer tanta fila temprano y en el frío para conseguir nuestras llauchas, o tal vez, con más suerte, aún vamos a tener un ser querido con quién compartir nuestras llauchas domingueras.