María Virginia Estenssoro: No hay vida sin muerte
La sombra letal que dejó la Guerra del Chaco en Bolivia comenzaba a difuminarse cuando la muerte despertó de nuevo, ya no para cobrar vidas, sino para escandalizar a la sociedad elitista bajo la mano de una escritora que hizo frente a los cánones de su época. Durante los años treinta del siglo xx se forma una nueva conciencia social y Bolivia adquiere un mayor sentido de unidad; sin embargo, el elitismo todavía tiene una presencia fuerte en la política y en la sociedad. Por otro lado, la ciudad de La Paz se posiciona como el centro cultural e intelectual de Bolivia y la literatura se concentra en lo realista y social. En ese contexto, María Virginia Estenssoro publica El occiso, un libro de tres textos que desafían los parámetros existentes y entrega una obra que explora lo más íntimo de la conciencia humana, donde la muerte, el ser y el amor se encuentran íntimamente ligados.
El libro fue un éxito total en ventas, pero no porque María Virginia haya sido una autora consolidada o porque su obra cambiaba el rumbo de la literatura, sino porque hay un muerto, un amor prohibido entre una madre soltera y un hombre casado, y un aborto voluntario. Y esto dio lugar al morbo, al chisme y a la desacreditación, porque el medio elitista, machista y conservador asociaba el libro a la vida y la conducta “desviadas” de María Virginia.
Tal vez vaticinando aquello es que María Virginia incluyó el epígrafe: “Este libro es una crucifixión y un INRI”. Después de que El occiso salió a la luz, su autora nunca volvió a publicar otro libro. Fueron Guido Vallentsits e Irene Cusicanqui, hijos de María Virginia, quienes, después de la muerte de su madre, reeditaron El occiso en 1971 y se encargaron de remarcar el lugar que ella merecía en la literatura boliviana. Escribieron en el prefacio a esa nueva edición:
No seríamos justos ni fieles si no agradeciéramos en [nombre de nuestra madre] y en el nuestro, a los mojigatos, a los tontos, a los moralistas inquisitoriales, a los frailes ignorantes de 1937, a las beatas bondadosas, ingenuas y limitadas, que permitieron la venta inmediata y total de la primera edición. Si algunos de estos personajes aún estuvieran vivos y bien dispuestos, les quedaremos reconocidos si promueven nueva e intensa campaña de difamación de la obra y la de la autora.
La vida
María Virginia nació el 2 de julio en La Paz y cuando tenía nueve años muere su madre, María de la O. Romecín Martínez. En el tiempo que circundaba este suceso se muda junto a su familia a Tarija, de donde era originario su padre, Alfredo Estenssoro Rivero. El apellido Estenssoro llegaría a ser luego un sinónimo de la aristocracia boliviana y estaría ligado a dos presidentes, varios empresarios, militares de alto rango, prefectos y ministros. En aquellas tierras sureñas María Virginia pasa su adolescencia y primera juventud.
Sus impresiones y vivencias influyen en su libro de relatos Memorias de Villa Rosa, publicado póstumamente en 1976, cuyo estilo de narración es similar al que emplea la escritora mexicana Nellie Campobello en Cartucho; relatos de la lucha en el norte de México. En este libro, la mexicana hace uso de la perspectiva infantil, al tener como protagonista a una niña que cuenta la Revolución Mexicana desde sus impresiones, lo que empapa la narración de inocencia y frescura. En algunos relatos de Memorias de Villa Rosa, este recurso es empleado también por María Virginia, resaltando la ingenuidad de una narradora-niña ante las vidas de los habitantes de la villa, les añade humor, ironía y también nostalgia.
A sus 26 años, María Virginia se casa con el europeo Juan Antonio Vallentsits, con quien realiza varios viajes por África y Europa. En 1932, María Virginia regresa a La Paz únicamente con su hijo pequeño Guido Vallentsits y comienza a trabajar en el Ministerio de Educación y Bellas Artes y un tiempo después estalla la Guerra del Chaco. Al año siguiente empieza a escribir en la revista La Gaceta de Bolivia, donde firma su columna con el seudónimo Maude d’Avril. Según Miriam Quiroga, quien escribió su biografía, María Virginia, “introdujo en sus artículos la crítica nodriza encubierta, decidió llevar y traer los chismes de aquellas mujeres que pertenecían a las esferas altas de la sociedad y denunciar, con el mayor de los subterfugios, el poco o ningún interés de las clases altas al espectáculo lacerante de la guerra”.
Destacado: [En algunos relatos de Memorias de Villa Rosa, este recurso es empleado también por María Virginia, resaltando la ingenuidad de una narradora-niña ante las vidas de los habitantes de la villa, les añade humor, ironía y también nostalgia.]
Aparte de su columna, María Virginia publica muchas notas periodísticas y textos literarios. Aproximadamente de 1933 a 1936, María Virginia convive con Enrique Ruiz Barragán. A él, su gran amor, y quien murió trágicamente, está dedicado el libro El occiso (“En la desolación de mi vida; / en la soledad de mi corazón, / se ha engarfiado el dolor / como un áncora en el fondo del mar”).
La obra
El primero de los textos que conforman el libro es El occiso, una especie de prosa poética acerca de un ser muerto que toma conciencia de su propia muerte. Es metafísico y filosófico (“Le arrancaron la vida de un cuajo. / Y se congeló de Infinito. / Y ya no sintió más. / Se transformó quizá, en un trozo de hielo; tal vez, en una piedra fría y negra. / Y ya no fue. / Ya no fue… y ahora era otra vez”). El segundo texto es un relato titulado El cascote, una historia donde la narradora tiene un hijo pequeño (“Casi perdida, como música lejana, le llegaba la voz del niño que jugaba a sus pies. ―Mamá, ¿tienen dientes las hormigas?”) y sostiene una relación con un hombre casado, a quien amó demasiado antes de que muriera (“Y así habían pasado cien días y cien noches, y los meses se seguían a los meses, y nada podía distraerla, nada podía cambiarla. Era feliz. ―Tú eres mi mundo. ―Y tú, mi universo”). En el último texto, El hijo que nunca fue…, la protagonista decide abortar al hijo que concibió con su amante muerto (“Y la sombra infantil seguía repitiendo su lamento: ―Mamá, mamá…”).
María Virginia es también poeta (la recopilación de sus poemas Ego inútil se publica en 1971), activista (integra el Ateneo Femenino, una agrupación de mujeres intelectuales que abogaban por la liberación femenina, el derecho a una cédula de identidad y el derecho al voto, entre otros), conferencista y docente. Es apasionada por la música (enseña Historia de la Música en el Conservatorio Nacional de Música) y frecuenta el espacio cultural “Las Flaviadas”, unas veladas culturales organizadas cada sábado, donde se difunde el arte musical y se dan cita poetas, artistas, diplomáticos y otras personalidades. En 1957, María Virginia abandona Bolivia y se establece en São Paulo, Brasil, donde vive hasta su muerte. Luego de sacar a su hijo, Guido Vallentsits, de la prisión, quien había sido detenido por participar en la guerrilla de Ernesto “Che” Guevara, María Virginia toma esta decisión de autoexilio como una forma de protesta hacia el rumbo que toma la política boliviana.
La muerte
María Virginia fallece en São Paulo el 28 de septiembre de 1970.
La obra íntegra de María Virginia Estenssoro se encuentra recogida en los tomos de Obras Completas, publicadas a iniciativa de sus hijos Guido e Irene después de la muerte de su madre. Pese a ello, María Virginia no es una autora muy conocida en Bolivia. En el 2019, la editorial Dum Dum reedita El occiso y en el 2021 publica la segunda edición.
“Fuera, rebrillaba el sol, y anidaban los pájaros en los ramajes verdes y jugosos, cantando como locos. / Y el occiso, todo espíritu, se bañaba en luz”.
Bibliografía:
1) Ayllón, Virginia y Olivares, Cecilia. (2002). “Las suicidas: Lindaura Anzoátegui de Campero, Adela Zamudio, María Virginia Estenssoro, Hilda Mundy”, en Paz Soldán, Alba María (ed.), Hacia una historia crítica de la literatura en Bolivia. Tomo II. La Paz: PIEB
2) Estenssoro, María Virginia (2021). El occiso. Santa Cruz: Dum Dum Editora.