Instrucciones para llegar a Lima
El año pasado atravesé por una de las etapas, según yo, más difíciles que atraviesa el ser humano: dejar atrás los 20 y cumplir 30 años. Fue durante ese momento de elevada incertidumbre en mi vida laboral y en medio de una pequeña crisis emocional por el cambio de dígito, que decidí realizar un viaje improbable, a modo de desafío de mi juventud en decadencia. A finales de año, mi amiga Laura, que cumplió 30 en la pandemia, y yo decidimos trazar una ruta corta y económica con destino a Lima y recorrerla. El objetivo: asistir al concierto de dos bandas de rock que escuchamos desde los quince años, es decir, la mitad de nuestras vidas. A continuación, las instrucciones de viaje.
Instrucciones de cómo llegar:
- El primer paso en la travesía será pasar una noche en la ciudad de La Paz y despertar temprano para tomar el teleférico hasta la terminal de El Alto. Es ahí donde empieza el viaje por tierra. En la terminal es preciso tomar un minibús que te lleve hasta Desaguadero. Durante una hora y media disfrutarás de un paisaje de altiplánicas características que corona el asomar triunfal del Lago Titicaca al final del camino.
- En Desaguadero es necesario cambiar bolivianos a soles y caminar bajo un sol ardiente hasta la tranca. Luego se cruza la frontera a pie, mirando fijo nuestro lado del lago y del mundo, disimulando el completo asombro que produce descubrir el cambio gigantesco que puede hacer un puente al panorama entero. Ya del otro lado, lo más recomendable es adquirir chips de Claro en la primera tienda peruana y caminar con los ojos clavados en el mapa del celular hasta llegar a la pequeña terminal. Aquí se hace una pausa para desayunar las salteñas más extrañas del mundo y luego continuar el viaje en un bus que te lleve a Puno.
- Puno es una ciudad que está al final de un larguísimo recorrido entre centros industriales. Una vez en la simpática terminal, que es abierta y ventosa, se puede hacer una parada para tomar un helado peruano y para dejar la botella de agua boliviana en un contenedor de reciclaje con la etiqueta boliviana apuntando hacia arriba. Sigue un último viaje en bus de una hora hasta Juliaca.
- Ya en Juliaca es obligatorio realizar una larga caminata con los ojos bien abiertos divididos entre el mapa del teléfono y un gigantesco mercado de características conocidas. En este punto, sujetar fuerte la mochila y cuidar el bolsillo es imperativo, porque es posible que los más hondos prejuicios afloren luego de cometer la imprudencia de leer sobre los niveles de peligrosidad que se registran en esta caótica y comercial ciudad.
- Se recomienda terminar el día con un paseo por las galerías llenas de contrabando, que recuerdan demasiado al país de origen, y comiendo un churrasco en la calle que en nada se parece a su homónimo boliviano, pero que es de cantidades impensables para su precio inverosímil.
Pausa para dormir en un hostal de mochileros en donde es posible que la amable dueña les dé acertadas advertencias para llegar hasta el aeropuerto al día siguiente sin morir en el intento. - El segundo día de viaje comienza con un paseo en taxi–moto de tres ruedas desde el hostal hasta el aeropuerto. Aquí es recomendable escuchar a la dueña del hostal y no dar señales de la propia bolivianidad para conseguir un precio accesible. Sin embargo, está permitido tomar fotos y pegar la frente a la ventana para terminar de absorber los últimos minutos de provincia.
- Una vez en el aeropuerto, que es una réplica de cualquier aeropuerto del mundo, es necesario tomar un desayuno carísimo y hacer fila demasiado temprano antes de abordar. Ya en el avión no se recomienda pedir una cerveza importada carísima, pero deliciosa. Luego solo sigue la mancha insignificante que es la peligrosa Juliaca y kilómetros interminables de nubes espesas. La llegada a Lima se hará evidente cuando la vista del mar se asome por el rabillo del ojo. A continuación, será posible absorber toda la inmensidad del puerto del Callao antes de aterrizar en un aeropuerto gigante y caótico como la ciudad que lo contiene.
- El último paso es tener una maravillosa amiga peruana que pueda brindar su DNI para poder descargar la aplicación de taxi indicada y poder dejar el monstruoso aeropuerto de la manera más segura. Ya en el taxi es obligatorio circular a toda velocidad por una avenida que corre paralela al mar y que se adentra en la calle Bolivia de San Miguel, cerrando el ciclo de prodigiosas coincidencias.
Instrucciones de cómo pasar 5 días y 4 noches en Lima:
Se recomienda las siguientes actividades de riqueza extraordinaria para pasar la mejor y más económica experiencia en la ciudad nublada:
- Hospedarse en un baratísimo hostal en la playa y tener la suerte de ver delfines surcando el mar.
- Permitir que el cielo nublado y la humedad abrumadora inflen el cabello y humedezcan el equipaje.
- Pasar dos días enteros de brutal acampada en la playa. Aquí es muy importante recordar que se debe disimular el acento cuando la policía intenta dispersar a los acampantes. Existen altas posibilidades de entablar amistad con limeños, arequipeños y dos cruceñas bolivianas de veinte años.
- Por la noche se recomienda visitar Miraflores y comer papas fritas con amigos virtuales a los que se conoce por redes sociales desde hace años. Aquí está permitido asombrarse de la materialización de estos seres imposibles y recibir y entregar regalos y fotografías que sirvan como prueba futura del esperado encuentro.
- Será muy necesario dar un paseo por el centro de Lima un día después del concierto y sumergirse de lleno en el caos y la hermosura colonial. En este punto es posible alcanzar la cúspide del deleite en el museo de la literatura, en donde solo es lógico dejar una parte de uno mismo.
- Es muy importante consumir ceviche mixto en compañía de las cruceñas y pasar el último día paseando por San Isidro hasta desfallecer de cansancio.
Instrucciones para asistir a un concierto en Lima:
Del día del concierto no puedo decir mucho, o más bien, quiero decir mucho y me atollo. Necesito otra crónica, otros 6.000 caracteres o un libro entero para dar las instrucciones precisas de como pasar un día entero de pie bajo el sol, sin comer, ni beber, haciendo fila y dormitando sobre la arena. Me quedan los mejores deseos para esa persona que nos regaló un poco de bloqueador solar en la fila y estas recomendaciones importantísimas:
Lo primero es sobrevivir al instante de infarto en que el QR de las entradas de dudosa procedencia es aceptado. Luego hay que echar a correr como una criatura, aunque esté estrictamente prohibido. Una vez adentro colocarse en segunda fila, justo detrás de un cochabambino (otra coincidencia) y soportar la fuerza de miles de cuerpo asoleados cantando y moviéndose al ritmo de la música que ha sido el soundtrack de la mitad de una vida. Posiblemente esto sea suficiente para olvidar el hambre, la sed, la insolación, el dolor de pies, el cansancio de tener treinta años y el dolor del labio partido en algún momento. Lo que sigue es simplemente vivir la marea de emociones que son de ese tipo que solo pueden ser despertadas por la música en vivo y la energía de todos esos cuerpos sudorosos, peruanos o bolivianos arremolinados, apiñados, amontonados, arrítmico, ardientes, densos y compactos. Y finalmente, escribir esto a dos días de cumplir treinta y un años y comprender que poder sentirse como una millonésima parte de ese ser gigantesco que se forma solo con la pasión colectiva en el momento exacto en que se borra la individualidad para dar paso a algo mucho más grande e incomprensible es algo único e irrepetible en la lista de experiencias que nos guarda la vida.
BONUS: Instrucciones para el regreso
Para regresar de Lima lo más recomendable es tomar un vuelo de medianoche. No se recomienda llegar tarde y tener que correr por interminables pasillos sudando por la adrenalina. Ya en el avión se puede dormitar y también se permite dormir en el piso del aeropuerto de Santa Cruz hasta que sea hora del último vuelo a Tarija, sintiendo todo el peso de los treinta en los huesos exhaustos y en el labio partido. El último tramo se recorre en silencio, repasando mentalmente la imposibilidad de lo vivido hasta el aterrizaje y el regreso forzoso a la cotidianidad.