El sonido del despertar adolescente

En este breve texto, Humberto Pinto reflexiona sobre la música rock y la transición entre la niñez y la adolescencia, etapa que “a veces hasta parece que duele” por su intensidad y trascendencia.

Me remonto a mi periodo escolar, pero ya no escucho las voces de los profesores de esos años, ni los gritos agitados por las hormonas de mis compañeros de curso. Suena entre los auriculares estéreo la música de Nirvana, Guns and Roses, Pink Floyd y The Beatles, pero suenan también los gritos desesperados de un punk agresivo de bandas españolas como La Polla Records, Eskorbuto y Extremoduro, o las bandas chilenas como Rata Blusera o Tata Barahona.

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Guns N’ Roses, Eric Clapton, The Beatles, Queen, The Doors, forman parte de la larga lista que pertenece al rock clásico. / Ilustración: Rosiette-Stock.

Fue el inicio de una época dorada, pues la música corría por mis venas y por las de mis  amigos de ese tiempo, Alejandro González y Alonso Ibáñez. Nuestras guitarras, que a diario solíamos llevar al colegio San Sebastián, resonaban de vez en cuando en miniconciertos que dábamos a la vista y paciencia de nuestros compañeros, que se trasladaban de un lado a otro al toque del timbre en el colegio.

Cada día llevábamos un repertorio nuevo. “¿Te sabes esta?”, “No, a ver, enséñame”. Todas esas frases de contenido banal se convertían en fuertes melodías al compás de algunos aplausos que nos ganábamos en el salón.

Aquel despertar adolescente no solo lo viví en la música, sino también en la conexión que sentía con ciertas ideologías de artistas como el pesimismo de Kurt Cobain, la anarquía de Extremoduro y ciertos matices románticos de otros músicos. Todo recayó en la música por esos tiempos. La forma que teníamos para expresar lo que sentíamos en ese momento era por medio de la representación de alguna canción de nuestro artista favorito. Por mi parte, siempre me gustó Nirvana, no sé por qué, pero en aquellos años me sentía identificado con su vocalista, hoy muerto, Kurt Cobain.

El deseo de crear y pertenecer a un grupo musical era muy fuerte. Siempre que podíamos, nos las arreglábamos para realizar algún show. Recuerdo que tocamos en un comedor para los abuelitos, en una de las muchas iglesias que hay en Melipilla, Chile. No logré ser la estrella de rock que soñé, pero Alejandro sí, él persigue insistentemente aquel sueño y, con gran calidad, ha llegado a especializarse en su área, tanto en lo musical como en la producción.

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“La música ha sido el filtro que necesitaba, esa compañía de apego feroz que fueron para mí las melodías que escuchaba”.

La música marcó un antes y un después en mi etapa escolar; sin duda, creo que ha sido el filtro que necesitaba, esa compañía de apego feroz que fueron para mí esas melodías. Esa bella etapa de mi vida, con tintes dark dirigido hacia el grunge, jugó un papel fundamental en mi desarrollo, y creo que nada hubiera sido igual sin ese descubrimiento que, de alguna forma, aclaró mi pensamiento. Mi grupo de amigos y yo superamos la etapa en la que creíamos en los finales felices y fuimos olvidado la fantasía de la infancia.

Aunque etimológicamente el término “adolescente” no tiene ninguna relación con la palabra “adolecer”, pienso que poéticamente pueden leerse similares por lo difícil que es para algunos superar esa etapa de la vida. Los cambios fisiológicos, psicológicos, estructurales… las emociones a flor de piel, a veces hasta parece que duelen. Pienso que ese sufrir fue necesario para motivarnos a encontrar en la música un abrazo fraterno y contenedor. Kurt Cobain, John Lennon, Lou Reed o Freddy Mercury no se imaginan el legado que dejaron, estoy seguro que millones de adolescentes se sienten reconfortados con su música sonando a todo volumen en sus auriculares.

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