Lo que puede suceder cuando terminas una relación
–Cuando una termina con su chico lo típico es escalar montañas, viajar o volverse fit –dice Liz con esa carcajada sonora y juguetona, casi un sello de su personalidad–. Yo también caí en ese cliché.
Fueron ocho años en los que la mayor parte de su tiempo estaba dedicada a probar recetas de cocina, de repostería, conocer las mejores ofertas de los mercados y supermercados en materia de alimentos, de implementos de limpieza y esperar a su pareja con un plato de comida caliente y una película para ver juntos. Mantenía la casa ordenada y limpia, con las paredes adornadas con reproducciones de obras famosas de Matisse o Picasso en rompecabezas, otro de sus pasatiempos de aquellos años. También realizaba acciones de voluntariado en organizaciones ambientalistas, dando continuidad, de algún modo, a ese pasado de ingeniera agrónoma que la llevó a enamorarse de Bolivia en su temprana juventud.
De pronto, despertó una mañana, miró a su alrededor y pensó que ya no le sucedía nada interesante, le parecía que sus días se repetían idénticos uno tras otro. Se instaló en la boca de su estómago la sensación de que esa ya no era la vida que quería. No más.
Decidió terminar su relación y se fue a vivir sola –en realidad, en compañía de su perro Sebastián– y, para que ese periodo de transición fuera más sencillo, se inscribió en un gimnasio.
Al principio, el gimnasio para Liz fue una distracción necesaria para sentir que cambiaba de vida. Le abría una puerta para conocer personas, hacer amigos, quizás perfilar a alguien con quien tener una nueva relación. Pero entonces no sabía que su vida cambiaría por completo.
Un entrenador notó que Liz era fuerte, que era capaz de alzar más peso de lo común en las mujeres de su constitución corporal y la invitó a entrenar halterofilia (levantamiento de pesas olímpico) en el estadio. ¿Por qué no?, se dijo a sí misma y casi con despreocupación, daría el primer paso en ese viaje que, aún no sabía, la llevaría por el sendero de sus sueños.
Volverse fit
María Liz Jennifer Angulo Valdiviezo comenzó a entrenar halterofilia en 2010. Le gustó tanto que hizo de esta disciplina su actividad principal y cerró la ONG que recién había abierto para poder entrenar y trabajar como instructora en el estadio.
Sin embargo, como sucede en muchos deportes, la edad tope para practicarlo a nivel olímpico es hasta los 35 años. Ella había llegado al límite. Empezó a explorar otras disciplinas e incursionó en el fisicoculturismo e, inclusive, el boxeo, pero sentía que la barra tenía algo especial. Descubrió el levantamiento de potencia.
De esa manera, se incorporó a la Alianza Boliviana de Powerlifting (ABP), que forma parte de la Global Powerlifting Alliance de la International Powerlifting Organization (GPA - IPO). Compite en la Categorías Máster (de 40 a 49 años) y desde el 2019, también en categoría Open (cualquier edad), hasta 56 kg., que representa su peso corporal.
El levantamiento de potencia o powerlifting implica levantar la mayor cantidad de peso posible a través de tres pruebas o movimientos:
- Sentadilla, en la que el/la atleta comienza de pie, con la espalda recta y los pies separados a la altura de los hombros. Apoya la barra con los pesos correspondientes en sus trapecios y realiza la flexión de las rodillas, hasta que los muslos queden paralelos al suelo.
- Press de banca, el/la atleta se encuentra acostado/a en la banca y apoya la cabeza, hombros y glúteos en la misma, conservando la curvatura de la zona lumbar de la espalda. Asimismo, sus pies deben encontrarse firmemente apoyados en el suelo. La persona remueve la barra de sus apoyadores con los pesos correspondientes y la baja hasta el pecho, para luego elevarla hasta estirar por completo los brazos y, posteriormente, descender a la anterior posición.
- Peso muerto, el/la atleta se pone de pie frente a una barra situada en el suelo con los pesos correspondientes, con las piernas ligeramente separadas, y las rodillas levemente flexionadas. Desde esta posición, inclina su cuerpo hacia adelante, manteniendo la espalda recta y alza la barra introduciendo sus manos por abajo, con las palmas de vista hacia su cuerpo. Respira, alza la barra y endereza el cuerpo hasta alcanzar la primera posición.
El peso requerido a mover en los tres movimientos para ser considerada una atleta de élite es de un total de 332,5 kg. Liz mueve actualmente 357,5. Esta marca la ha localizado en el puesto número 35 a nivel mundial entre aproximadamente 736 competidoras de todas las federaciones de powerlifting de todas las edades. En la GPA-IPO, Liz mantiene la tercera posición a nivel mundial desde el año 2019.
Viajar
Es posible que su gusto por viajar haya surgido de la vida que llevó desde su nacimiento, con un padre militar. Pero se afianzó con su carrera de ingeniera agrónoma, donde conoció muchos lugares del país. Estuvo en comunidades del altiplano, pero también en la selva amazónica y en el chaco. Sin embargo, su deporte la llevó aún más lejos.
–Yo creo firmemente en las vidas pasadas. Pienso que yo fui rusa en otra vida y sueño con volver –espeta con su mirada fija en las medallas y reconocimientos que forman parte del decorado de su casa. Sus ojos capturan con celo la medalla que parece un fuego que arde, sempiterno. La ganó en San Petersburgo, Rusia, cuando fue la única mujer latinoamericana que acudió a la Copa Europea de la GPA- IPO en las categorías Máster y Open en 2019.
Desde pequeña, siempre deseó conocer Rusia y hasta estudió algo de ruso, sin dudar ni por un instante de que algún día visitaría ese país.
Además de su representación en San Petersburgo, participó y ganó el primer puesto de categoría Máster en dos mundiales de la GPA-IPO: el primero realizado en Córdoba, Argentina, en 2017 y el segundo realizado en Kiev, Ucrania, en 2018.
Liz no tuvo el apoyo económico por parte del Ministerio de Salud y Deportes para realizar su travesía hasta Ucrania, aunque sí le regalaron un deportivo con el emblema patrio para que representara a Bolivia, el cual lució llena de orgullo. Al final, fueron los préstamos, de algunas instituciones y personas que creen en ella, quienes la ayudaron a hacer realidad lo que parecía una fantasía.
En adición, tardó más de tres meses en tramitar su visa en el consulado de Ucrania en Brasil. Día antes de la competencia, llegó a Sao Paulo a recoger el documento que iba a llevarla al éxito. Como se había gastado una fuerte suma de dinero en el taxi, esa noche la pasó en los asientos del aeropuerto de Guarulhos sin poder dormir.
Y es que quien conoce a Liz, sabe de lo que es capaz cuando quiere lograr algo.
Escalar montañas
A decir verdad, además de algunas colinas y terrenos escarpados por los que ha caminado en sus travesías, Liz hasta el día de hoy no ha escalado montañas. Sin embargo, no queda descartada la posibilidad de que algún día lo haga. Cuando la ves después de mucho tiempo, suele sorprenderte con planes, ocupaciones y nuevos sueños.
Espera poder competir este año en Las Vegas. También quiere tener un burrito al que llamará Jacinto. Es muy probable que Jacinto conviva con los otros perros que seguro llegarán, pues desde que murió su Sebastián, ese perrito que le hizo compañía cuando se separó, se dedicó a rescatarlos y darles una vida mejor a la que llevaban antes de ella. Como George, que fue un perro de peleas, cuyo rostro se transformó por las heridas. Él pasó sus últimos años descansando en el sofá. Pero el sueño que más desea convertir en realidad es el de abrir su Escuelita de la Fuerza, para niñas, niños y adolescentes en situación de vulnerabilidad, de manera que ellos encuentren en el deporte el lugar que ella ha encontrado.
–Mi papá siempre me dice que viva hasta decir basta, pero luego, cuando lo hago, me lo echa en cara –su carcajada borra del ambiente el tinte oscuro de los momentos que ha pasado en esta última temporada.
No pudo viajar a Rusia, al campeonato Mundial de Powerlifting en diciembre del año pasado. Además de que no consiguió los recursos ni auspicios suficientes y de la lesión que ha limitado sus entrenamientos, Tobías, un pequeño perro salchicha que era parte de su familia, falleció de forma dolorosa.
Cuando le suceden estas situaciones irremediables, ella busca recuerdos y anécdotas que le sirvan como refugio. Como sus cinco seguidores que viven en situación de privación de libertad en el Penal de Palmasola, quienes la llaman para motivarla cuando se avecina un campeonato. Uno de ellos, incluso, entrena a otras personas dentro del centro, con rutinas sugeridas por “la campeona”, como suelen referirse a ella.
Otro de sus recuerdos favoritos sucedió cuando esperaba en la fila del supermercado y un señor empezó a hacerle señas. Liz dudó de que fuera ella a quien se dirigía, pero no había otra persona. El hombre se acercó, la alzó y la besó en la mejilla, dándole las gracias por representar a Bolivia.
–Hasta que las manos no me suden de la emoción cuando estoy por alzar la barra, voy a hacer esto, porque solo ahí sabré que se ha acabado –manifiesta con firmeza.
Miro los ojos de Liz mientras me cuenta un montón de cosas, maravillosas para mí. Sé que yo no soy capaz de realizar esos viajes o volverme fit, y sobre escalar montañas creo que es mejor ni hablar. Pero sus palabras se me quedan grabadas: “La vida funciona a base de prueba y error. Tiene que ser así hasta que encuentras lo que te fascina hacer cada día”. Al final, todas esas posibilidades y otras tantas habitan en nuestro interior. Puede ser solo cuestión de la puerta que decidimos abrir. O tal vez cerrar.