Evita en las alturas

¿Qué implica producir una ópera rock en Bolivia? Y no cualquier obra, sino la más icónica para Latinoamérica. Hablamos de “Evita”, una ambiciosa producción que se estrena este viernes 24 de marzo. Sus protagonistas hablaron con 88 Grados para revelarnos intimidades del proyecto.
Editado por : Adrián Nieve

19:00. La gente comienza a llegar al espacio INNI, en la avenida 6 de Agosto. Los más jovencitos llegan antes, quienes trabajan y tienen familia a cargo se demoran un poquito, pero a las 19:20 ya están casi todos para empezar a trabajar bajo las instrucciones de la directora escénica Sasha Salaverry.

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Ensayos diarios en un ambiente amplio, el espacio INNI.

El lugar es una suerte de galpón, de cancha techada, muy amplio, cuyo suelo está lleno de pequeñas marcas que Sasha ha diseñado y que los actores y actrices entienden bien. Todos se ubican en sus respectivos lugares y comienza el ensayo. Esta vez toca el inicio del segundo acto, el discurso de Perón seguido de la famosísima pieza Don’t cry for me Argentina, que la magistral creatividad combinada de Andrew Lloyd Weber y Tim Rice produjo hace casi medio siglo, en 1976.

Se trata de Evita, la ópera rock gringa más latinoamericana. Es que resulta difícil creer que esta obra no haya sido creada en Argentina. Y no, primero fue pensada como un álbum conceptual y luego recién se llevó al teatro musical, allá por 1978, en el Prince Edward Theatre, Londres, para un año después hacer su exitoso debut en Broadway. El resto es historia: innumerables representaciones a lo largo del mundo, con la interpretación particular de los directores respectivos y la sazón local; y cómo olvidar la adaptación cinematográfica de Alan Parker (1996), con Madonna en el rol protagónico y Antonio Banderas como el Che.

Y tras un periplo de 47 años, Evita llega a Bolivia, gracias al impulso de la productora Fénix Music, de Tatiana Fernández y Andrés Guzmán-Valdez, y bajo la dirección general de Sofía Ayala, quien también asume el reto de interpretar a la exmandataria argentina.

“He ido estudiando y llenándome mucho de ella para poder interpretar el papel, y aprendiendo sobre sobre su vida. Vi fotos y vídeos de sus discursos, analicé su rostro, sus expresiones... Y me ha ido sorprendiendo cada vez más, porque realmente fue una mujer muy, muy, muy especial”, enfatiza Sofía.

Ayala cuenta que Eva Duarte desde muy jovencita quiso ser actriz, pero las vueltas de la vida la llevaron a la política, y claro, tuvo que luchar con los prejuicios de la época. Pero, gracias a su carisma, logró ganarse el corazón de toda una nación que la quiere y recuerda hasta el día de hoy. “Para mí, hacer Evita es un reto, es también un apasionamiento. Realmente me cautiva, como persona y personaje, y me parece que trasciende la obra, pues es un ícono femenino muy importante para la humanidad”, acota.

Las voces tras bambalinas

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Sasha Salaverry tiene todo apuntado para su labor como directora escénica.

Durante el ensayo, las indicaciones van y vienen. Agiten las banderas de tal manera; vayan subiendo la voz, o bajándola; las expresiones, los movimientos… Sasha Salaverry, la directora escénica, mira cada detalle con atención, y se fija constantemente en su cuaderno, donde ha plasmado su visión artística sobre la puesta en escena. Faltan poco para el estreno y se nota el nerviosismo, pero también la emoción creciente. Como todo el arte en Bolivia, esto es pura pasión.

De hecho, Sasha es abogada, pero nunca ejerció, porque, precisamente, le ganó la pasión por el arte. “Ni bien acabé mi carrera, me fui a vivir a Buenos Aires para estudiar teatro y formarme como actriz; estuve viviendo allí cuatro años, y ese espacio ha sido una gran escuela para mí, ya que trabajé con compañías de teatro allá y también pude formar mi propio espacio y mi propia compañía de teatro”, cuenta Sasha, quien ve Evita como un espacio de creación e investigación “y, por lo tanto, de aprendizaje”.

Ella ha participado en cortometrajes, series y spots, siempre desde su formación artística que es muy exigente con lo que hace y ofrece al público. Evita no es la excepción: “La obra en sí tiene que provocar algo en el público que la ve, si no, habremos fracasado, porque creo que toda obra artística tiene ese objetivo, generar algo, tocando una fibra sensible, cuestionar, mover, provocar.

Si no, no sé para qué estaría”.

Y ese nivel de exigencia tiene su correlato en el nivel de compromiso, en el tiempo que se entrega a la planificación a los ensayos, a la preparación previa. “Me sueño con la obra, me sueño con las canciones, las canto durante el día porque, claro, para hacer las escenas hay que escuchar las canciones una y otra vez. En los ensayos hay que escuchar las canciones, escuchar y escuchar. Entonces, ya está, me sé las canciones una tras otra, como un disco. Y me gusta eso, me gusta siempre comprometerme y adentrarme mucho en los proyectos a los que me meto”.

En tal sentido, la rutina de Sasha no se ve alterada mucho con la preparación de Evita, ya que casi siempre está en proceso de creación, con esos estándares de exigencia y compromiso. “En un momento Evita cerrará su ciclo y comenzará otra cosa, y bueno, quienes están cerca de mí creo que están acostumbrados a que yo desaparezca en estos momentos previos al estreno; no estoy disponible para casi nada”, cuenta, haciendo un hueco en su apretada agenda y ritmo cotidiano.

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Sofía Ayala, directora general, interpreta a Evita, y desde una altura privilegiada supervisa los ensayos.

Otros integrantes de la producción consideran que sus rutinas sí han cambiado debido al intenso ritmo de ensayos. Sofía Ayala, por ejemplo, nos cuenta que ha tenido que sacarse tiempo para reuniones de trabajo, de producción, buscar auspicios, ensayos con el elenco, etcétera, y todo esto combinado con lo que hace diario, ser madre, esposa, profesora de canto, directora coral…

Para el director musical de Evita, Andrés Guzmán-Valdez, es difícil definir rutina como la mayoría lo hacemos. “Desde que me metí de lleno en el mundo de la música yo no tengo rutina, o sea, mi vida es lo menos rutinaria posible, cada día es diferente. Hay días que tengo todo completamente ocupado, me falta tiempo y al final me quedo hasta las tres de la mañana trabajando; y hay días que no tengo nada que hacer y me puedo ir a pasear, y en día de semana ir al cine”.

Ahora bien, respecto a la preparación de la obra en sí, está alejada del escenario, ya que 60 a 70 por ciento del tiempo es trabajo de “escritorio” para Guzmán-Valdez. En su caso es trabajar con las partituras, en su oficina y computadora. “Es que el tiempo de ensayo con orquesta es limitado. Entonces, mi objetivo es hacer que ese tiempo de ensayo sea lo más eficiente posible. Para esto, obviamente yo necesito tener todo en mi cabeza y que no se pierda tiempo en ensayo con cosas que se hubieran prevenido simplemente estudiando un poco o dándoles indicaciones. En este caso, por las naturalidades de la de la partitura y cómo estamos haciendo el montaje, había muchas indicaciones que tenía que darles a los músicos y que yo sabía que podíamos perder tiempo, de modo que directamente escribo un documento con todas las indicaciones, se las mando por WhatsApp y les digo que las en sus respectivas partituras para que ya lo tengan”.

Andrés lo hace lucir sencillo, pero se trata de un trabajo intenso y complejo. Claro, a sus 34 años, tiene un cabeza lúcida y fresca, y eso, sumado a su formación profesional y talento natural, le dan una ventaja que ha sabido aprovecharla para bien de Evita. Y es una obra compleja, que ha demandado ensayos por partes, debido a la envergadura de la producción de la cantidad de gente involucrada. El mismo Andrés nos explica que “para una obra de esta naturaleza, de este tamaño, de esta categoría, que es una obra escénica, no solamente musical, no es que tenemos la orquesta y los cantantes ahí, sino también está toda la parte escénica y la escenografía, vestuario y la actuación. Hay que entender que las cosas se preparan por separado; primeramente, ensayo del coro, solo el coro; los cantantes por su lado, me refiero a los solistas, los protagonistas. La orquesta también tiene ensayos independientes primero. Y mientras están haciendo estos ensayos, va la escenografía, vestuario, utilería. Todos empiezan a trabajar para tener un resultado que concluye y da el resultado de la combinación de todos estos elementos”.

Nuevamente, Andrés lo hace lucir sencillo, pero los ensayos son extenuantes. En el espacio INNI, unas treinta personas ensayan la parte escénica, con los cantantes, y se repite todo, una y otra vez, corrigiendo detallitos. Sasha se fija en los movimientos, las posiciones, suelta indicaciones siempre con su cuaderno en mano; Sofía da sugerencias musicales, desde las alturas de un balcón presidencial aún imaginario, puede ver mejor que nadie como avanza la producción, y desde esa posición privilegiada su dirección es casi maternal, tranquila sin sobresaltos. Tatiana Fernández corre de un lado a otro, pero es la productora más sonriente que he visto en mi vida. Quizá porque hay algo especial en esta obra: actuará Rafaela, su hija. De modo que los ensayos son algo que comparten, algo que las une más, si eso es posible.

Rafaela, que hoy tiene 13 años, empezó a interesarse por el canto desde muy pequeña. Tati recuerda que a los 7 años participó en el show de talentos del colegio Franco. “En esa oportunidad yo la acompañé en el piano, ella cantó la canción de Moana, la película de Disney, y ganó. Entonces creo que eso ha sido el aliciente para que participen los años consecutivos y siempre le ha ido muy bien. Y así, ella ha dado sus pasos de manera individual y también ahora disfruto que estemos haciendo esta obra juntas. Yo creo que ha sido la inspiración para organizar el coro de niños Capela, que dirijo desde el año pasado, niños que además participan también en las obras, como ahora en Evita”, cuenta Tatiana con visible orgullo.

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Andrés Guzmán, director musical, encabeza el ensamble que acompaña al elenco.

Como productora el trabajo no ha sido nada sencillo, pero siempre lleno de satisfacciones. Es que el mercado del consumo cultural en Bolivia está de capa caída desde la pandemia, y no es que en otras épocas haya estado mucho mejor, menos aún con la irrupción de plataformas de streaming que ofrecen un variado exceso de contenido. Tatiana, en cambio, cree que lo mejor de ser productora es encontrar gente con mucho talento y creatividad que está dispuesta a sumar esfuerzos para presentar y armar un proyecto de calidad, con el fin de que la gente pueda disfrutar de espectáculos de esa altura. “Ser productora en Bolivia implica tener una visión de proyecto, de manejo presupuestario, de manejo de objetivos, de tiempos de articulación de equipos, de trabajo, de todos los sistemas de producción de proveedores, etcétera, en el ámbito cultural”, explica.

Y también orgullosa de lo logrado, no duda cuando le pregunto por qué la gente no debería perderse Evita: “Hablando de lo musical, es que el compositor, Andrew Lloyd Webber, es además creador de Jesucristo Superstar y El fantasma de la ópera, o sea, es una obra de un grande, tal vez el más grande en la historia de los musicales del mundo entero. Vas a encontrar blues, vas a encontrar jazz, vas a encontrar tango, vas a encontrar rock… es realmente una fusión de sonidos, una fusión de ritmos complejos, complejísimo, y admiro muchísimo el trabajo que está haciendo nuestro director musical, Andrés Guzmán, por la precisión que le da a la interpretación de cada uno de estos ritmos, esos momentos”, asevera.

“La segunda razón es la social, el cuestionamiento a una figura pública, a una mujer que marcó diferencia y, aunque no compartamos su línea política, algunos de nosotros, pues tiene el valor de pararse y mirar de frente a una sociedad conservadora que despreciaba a la mujer, sobre todo si era de orígenes humildes. El fenómeno Evita hasta hoy genera tantísima controversia en Argentina y Latinoamérica en general. Qué interesante es cómo se la puede cuestionar y a la vez cómo se la ha amado tanto. Y la tercera razón es porque la puesta en escena es ambiciosa, con un elenco amplio, luces, sonido, escenografía, utilería, coreografías, en fin, es algo sumamente complejo y completo. El elenco está trabajando con mucho amor, con pasión, para poder transportarnos en el tiempo a un espacio donde el espectador pueda soñar, imaginar, reír, llorar y que las emociones fluyan plenamente”, añade.

El trayecto hacia Evita

Sofía Ayala recuerda que luego de carnaval tenían un ensayo en Thelonius. Llegaron a la hora pactada pero no había quién les abriera la puerta, y la gente comenzaba a llegar y, claro, la impaciencia, los nervios… pero nada le gana a la creatividad, finalmente son artistas. “Mi marido (Mauricio Rosso, que interpreta a Perón en la obra) dijo: ‘Ya sé dónde conseguir otro lugar’, y se fue como una bala. Al ratito me llama y me dice: ‘Ya tengo un lugar para ensayar’. Entonces nos fuimos todos al lugar, a unas tres cuadras de donde estábamos. En realidad, era un cowork, y fue muy gracioso, porque, claro, éramos como veintitantas personas en un espacio con oficinas, con gente que las había alquilado, y nos miraban todos, mientras nosotros, en una oficina grande, dábamos alaridos y cantábamos. Lo mejor fue que al salir del cowork nos felicitaron por cantar; ‘nunca habíamos tenido una experiencia así’, nos dijeron. Evidentemente no era un espacio que estuviese acostumbrado a este tipo de situaciones, pero salió bien”, relata Sofía.

Andrés, por su parte, recuerda las dificultades que hubo a momento de integrar la banda musical para la obra, pues, en un inicio, una de las personas de la producción (que ya no está) convocó músicos sin consultarle, lo cual generó cierta tensión, y finalmente esa banda se alejó de Evita porque tenían ciertas exigencias que no concordaban con el espíritu del proyecto. Entonces Andrés puso manos a la obra y convocó a los músicos que actualmente ensayan con el elenco y que cumplen a cabalidad los requisitos para integrar una obra de esta magnitud. Desde el principio, Evita contó con el impulso de sus directores para que el proyecto jamás tuviese pausa, y esa es la mística del artista emprendedor boliviano, todo se subsana buena actitud y mucha creatividad.

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A días del estreno, Sofía ensaya, una vez más, la famosa “Don’t cry for me Argentina”.

Una personaje polémico, histórico y social

En Evita, quien comanda la narración es el Che, un personaje que no tiene nada que ver con el guerrillero argentino, según nos revela quien lo interpreta, Álvaro “Chubi” Gonzales. El Chubi tiene una dilatada trayectoria musical, desde la exitosa banda chuquisaqueña Maldita Jakeca, hasta su colaboración con la no menos afamada Say no more Band. Para él, en Evita “hay una propuesta dialéctica, una propuesta histórica y una propuesta social muy profunda, inclusiva en esas épocas, que hasta ahora se está asentando, tal vez a ratos tergiversando o malentendiendo, pero lo importante es que está. E históricamente Evita se ha convertido –para mí, que ya conocía su historia y ahora me metí más a fondo– en una más de los muchos personajes históricos a los cuales hubiera querido extender la mano y decirle gracias por existir. Gracias, de verdad gracias a todos ustedes, humanos como Evita, que han logrado abrir nuestras cabezas hacia otro tipo de percepción. ¿Qué es más universal?”, se pregunta el Chubi.

Y esta obra universal, polémica, cuestionadora, polisémica, producida en Bolivia a todo pulmón y corazón, sin dejar de lado el profesionalismo y la calidad estética, estará en cartelera el viernes 24, sábado 25 y domingo 26 de marzo en el Teatro Municipal Alberto Saavedra Pérez.

Como dice Sasha, esta obra es imperdible porque es sobre “la vida de una de las mujeres más influyentes de la historia latinoamericana del siglo XX. Una mujer con una determinación increíble, porque comenzó siendo actriz y terminó dirigiendo un pueblo. Estoy en eso, yo no sabía y me gustó ese dato”. Si a eso le sumamos rock, tenemos el combo perfecto y a nuestro alcance.

El ensayo continúa y me alejo escuchando, una vez más, la magistral interpretación de Sofía: “No llores por mí Argentina…”. Sencillamente una caricia a los sentidos.

*Las entradas están a la venta en superticket.com.bo

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Parecen descansar, pero sus mentes siguen creando constantemente.
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