Coral Nova, 50 años entre el misterio y la plenitud de la música
El coro de hoy

Todos fuimos testigos de que la pandemia del coronavirus no tuvo piedad con nadie. Atacó y paralizó a muchos grupos humanos sin hacer excepciones. Sin embargo, todos, después de algún tiempo prolongado, lograron acomodarse. Barbijo en la boca y alcohol en las manos de por medio, fueron retomando sus vidas. Pero la mascarilla no era una opción para todos. A Coral Nova le amordazó la voz por dos años y medio. Hoy ha vuelto a cantar. ¡Y no es para menos! Cumple cincuenta años que celebra con la presencia de sus integrantes asiduos y antiguos, quienes están cantando después de una y hasta dos décadas.
Nunca, en el tiempo que conozco a Coral Nova, había participado como oyente en uno de sus ensayos. Fue una experiencia notable. Presencié una combinación de frecuencias melódicas conectadas a partir de un trabajo de relojería que solo se da en quienes entienden el arte como la cercanía a la perfección. Para alcanzarla, el relojero, que es el director Ramiro Soriano, acude a varios recursos. Uno de ellos es marcar el tiempo con el chasquido de los dedos, sonido que el coro sigue en un viaje unísono que, sin embargo, diferencia bellamente las cuatro voces.
El timbre agudo y armonioso de las sopranos, la rica sonoridad y la amplitud del registro grave de las contraltos, la fuerza expresiva y cálida de los tenores, la profundidad y potencia constantes de los bajos son capaces de conectarse en su diversidad, entregando un canto que sobrecoge el espíritu.
Soriano escucha simultáneamente cada una de las cuatro voces y las dirige interviniendo con instrucciones precisas como “muy abierto” o “no se bajen” o “en esta nota no hay calderón” (que es la prolongación de una nota musical) o “todos respiraron, traidores” o “tienen que mirarme” para finalmente decir “¡ahora sí!”, guiándolas siempre para garantizar su corrección y expresividad.
Y entonces el director entra en el coro y el coro en el director, quien se transforma en los personajes de las voces con gestos, con baile, con movimiento y se ve cómo la música fluye, impregna gratamente, se eleva, se expresa en caminos que son toboganes emocionales por los que sube, baja, se suspende y finalmente se estabiliza en la serenidad de la tibieza melancólica.
El resultado es siempre la entrega de obras sonoras que pueden ser sutiles, delicadas, poderosas, jocosas, festivas, alegres, ¡en fin! Eso sí, siempre afinadas. Bellamente lo dice el compositor Javier Parrado: “Colores inauditos, giros armónicos inesperados, la afinación al servicio de la expresión, texturas cálidas con el acento preciso que descubre la belleza escondida en el texto y el sonido; de esta manera, nos regalan un repertorio tan ecléctico como necesario, eso es Coral Nova bajo la guía de Ramiro Soriano”.
“Prelúdio pra ninar gente grande” (Spotify), el “Anónimo” y “El Paraná en una zamba” te arropan gratamente. La cueca “Acuarela” (Spotify) te alegra, te abraza con sensualidad. “Buenos Aires hora zero” (Spotify) de Astor Piazzola te empodera con la fuerza del tango moderno. “Gracias a Dios soy soltero” y el “Clásico paceño” (Spotify) te divierten y te hacen sonreír con entusiasmo y, con las canciones religiosas en latín, como “Angelis suis” o “Salve regina” (Spotify), sientes que tu alma se libera produciéndose una conexión espiritual indescriptible.

El coro de ayer
Conozco a Coral Nova desde hace más de 30 años y a su director desde hace 28 personalmente. Esto me permite decir que sé quiénes son sus integrantes antiguos, o medianamente antiguos y puedo dar fe de que es gente con sensibilidad, que ha aportado mucho desde la fundación del coro.
Coral Nova se creó en el año 1972 con el empeño de explorar nuevos repertorios, especialmente en la música folclórica boliviana. Personas cercanas, que vieron nacer a este grupo coral, como el musicólogo Carlos Seoane, fueron testigos de que, en este primer periodo, se agregaron obras originales para instrumentos en versiones vocales: “El nombre inicial fue ‘Instrumento Coral Nova’ porque se pretendía hacer un tipo de calidad sonora, que amalgame lo estrictamente vocal y lo estrictamente coral con una calidad instrumental”1, afirma Seoane.
En esa etapa, que abarcó casi una década dirigida por Julio Barragán, se cantaron desde arreglos de música folclórica boliviana, calificados como “sencillos” por él mismo, hasta otros de mayor complejidad como la obra Kalasasaya del músico Jorge Ortiz. Se completó incluso un disco que fue grabado por la disquera más importante de esa época: Discolandia, que, como cuenta Julio, “decidió lanzarlo en un sello, que en ese momento era el último grito de la tecnología de la grabación London phase four”.
Tanto para Barragán como para Soriano, el segundo director, desde 1982 hasta ahora, Coral Nova significó una vida dedicada a la música y una experiencia musical determinante. El mérito era que las piezas que cantaban se distinguían por estar más elaboradas que las que se oían en la época, y eso se debía, en gran medida, dice Ramiro, a que Julio siempre tuvo “una obsesión por hacer bien, sin concesiones”, característica que perduró con otros grupos, en los años previos a su muerte, en febrero de 2017.
Cuando Ramiro comenzó a dirigir el coro, hace cuarenta años, se empezó con los arreglos de la música folclórica a capela. Inmediatamente después vinieron las composiciones originales para coro a capela, lo que fue agrupado en un ámbito llamado la “Música Coral Contemporánea de Bolivia”. Paralelamente a todas estas manifestaciones y desde el inicio mismo de la actividad de Coral Nova se cantaba obras del repertorio colonial boliviano, principalmente en los años noventa.
Además de tener proveedores de obras dentro y fuera, Coral Nova tenía personas allegadas que apoyaban desinteresadamente lo que hacía. Una de ellas era don Gustavo Navarre, compositor y profesor de armonía del Conservatorio Nacional de Música, músico muy cercano, “don Gus era nuestro referente… era nuestro tótem”, afirma Soriano.

Y, por supuesto, había un respaldo constante de los padres de los integrantes, testigos ellos del entusiasmo, compromiso y talento de sus hijos, atributos que años más tarde marcarían a decenas de personas que pasaron o permanecieron en este clan musical. Luis y María Eugenia Soux, Martha Rodo y Lucho Ibarguen, Armando y Etna Soriano eran algunos de los cómplices felices de esta empresa musical que vivía bajo cobijo y admiración. En palabras de Soriano: “Nuestras familias sufrían las consecuencias de nuestros desvaríos porque se ensayaba en las casas en los horarios más inesperados”.
La música boliviana, la obsesión de Coral Nova
Ser un vehículo de difusión de la música boliviana ha sido siempre la razón de ser de Coral Nova. Esto no quiere decir que no se hayan abordado programas de la música universal de todas partes del mundo. Sin embargo, el trabajo arduo y hasta obsesivo ha estado siempre enfocado en la elaboración de arreglos y de composiciones hechas especialmente para el coro, a menudo con repertorios que no son fáciles de ser escuchados ni de ser interpretados, habiéndose convertido así en un pequeño taller de composiciones bolivianas.
Tres son las esferas en las que se ha dividido la filosofía de acción musical de este grupo coral: los arreglos de la música folclórica, la difusión de la música colonial y la música contemporánea. Y a esas tres bases se suma la actividad musical del repertorio universal, imprescindible de conocer, tanto por parte de los intérpretes como por los públicos de Coral Nova.
La música colonial boliviana interpretada por Coral Nova
El repertorio musical colonial estuvo presente en las voces de Coral Nova desde sus inicios. Su primer disco fue grabado en los años ochenta con unas cuantas obras puntuales porque en esa época no había muchas. Es el caso de “Hanac Pachap cusi cuinin”, “O vos omnes” o “Sub tuum praesidium”, obras transcritas por Carlos Seoane.
Posteriormente, se cantaron piezas de Domenico Zipoli2 en las transcripciones del musicólogo Bernardo Illari, quien editó gran parte de su obra, entre ellas “Confitebor tibi Domine” y “Tantum ergo”. Con ese material, al que se sumó la Misa a Cuatro Voces de Roque Ceruti en la transcripción de Carlos Seoane, se hizo una segunda grabación que salió editada en formato de cassette, también en los años ochenta.

La llegada del musicólogo polaco Piotr Nawrot en los años 90 fue un hito en lo concerniente a la recuperación de la música catedralicia y sobre todo misional de la época de la colonia en Bolivia. Este hecho no solo benefició a Coral Nova, por el importante número de obras transcritas, sino que significó para Bolivia una notable recuperación histórica, principalmente de los siglos XVII y XVIII. Con un enorme trabajo de transcripción y, en el caso de las misiones jesuíticas de Chiquitos, de restauración musical de obras, Nawrot entregó una numerosa cantidad de piezas para ser interpretadas por Coral Nova, varias de ellas anónimas y, a decir del investigador, claramente compuestas por indígenas chiquitanos albergados por la evangelización jesuítica.
Esto hizo posible que, entre 1995 y 2000, se produjera un trabajo muy intenso que luego se reflejaría en cinco discos compactos con música colonial de diverso carácter. Música navideña, música de semana santa, misas, en fin, un abanico de muestras de nuestra música colonial, y sobre todo de nuestra música colonial misional, que no era tan conocida porque no había habido investigaciones al respecto. La mayoría de las obras que hasta entonces había interpretado Coral Nova provenían del Archivo Nacional de Sucre.
Ramiro Soriano recuerda que fue un momento muy interesante de Coral Nova porque permitió acceder a un repertorio extraordinario y enorme, “nos dio posibilidades y satisfacciones como la de haber ido y llevado la música misional de retorno a sus lugares originales después de 300 años. Recuerdo los conciertos que hicimos en San Javier, en Concepción el año 1995 cabalmente, cuando todavía no había el Festival de Chiquitos que vino después. Hicimos conciertos en unos pueblitos que no tenían ninguna infraestructura para recibir gente, pero fueron experiencias muy importantes”.
Coral Nova es fundamental en la recuperación de todo el patrimonio del archivo colonial boliviano, que no es poco decir, más si se toma en cuenta que hace 45 años poco se sabía de este acervo. La notable producción discográfica de este coro permite tener una clara referencia del contenido de esta herencia cultural.
La música contemporánea boliviana
La transición que hace Coral Nova de música coral con acompañamiento instrumental a música coral a capela, cuando Ramiro Soriano se hace cargo de su dirección en el año 1982, podría entenderse como su inicio de la interpretación de música contemporánea en Bolivia. “Fue una manera de entender que eso era lo que se requería en ese momento”, dice Soriano explicando quizá la influencia que él tuvo sobre el coro, luego de llegar de Moscú, donde estudió ocho años dirección de orquesta, una buena parte de este tiempo, con Guennady Rozhdéstvensky, profesor muy ligado a la música contemporánea que, en esos años de la Unión Soviética, era considerado como un director cuasi revolucionario.
Fue la época de hacer más creaciones propias y no arreglos, comenzando la corriente en la que varios arreglistas se empezaron a probar con composiciones. “Manena (María Eugenia Soux) llegaba con sus canciones, yo tenía otras, Julio (Barragán) también tenía. Estaba Carlos Alborta que tiene varias muy particulares composiciones, Claudia Prudencio, que hacía arreglos, comenzó a hacer composiciones”, cuenta Soriano.

Entonces el coro empezó a mirar y a buscar qué tenían los compositores del momento para así armar repertorios con esa música. De esa manera, de ser algo cerrado dentro del coro, abrió la posibilidad de que varios músicos bolivianos pudieran mostrar sus obras a través de la interpretación de Coral Nova a lo largo de muchos años; es el caso de Nicolás Suárez, Cergio Prudencio, Gastón Arce y Javier Parrado.
La gente de Coral Nova
Trasciende que Coral Nova es su gente. “El hecho de que yo sea el director es una circunstancia, pero en realidad los que han hecho este grupo, este coro, son la gente que ha pasado por aquí”, afirma Soriano, quien enfatiza en el valor de los presentes, pero también de los que ya partieron como Alberto Palacios, Jorge Ugarteche, Carmencita Peñaloza y Julio Barragán. De ahí la importancia de las expresiones y los sentimientos referidos a la actividad musical de tantas personas que integraron el coro. Estas son sus voces, que expresan por qué asisten, qué sienten y qué le agradecen a Coral Nova:
“Hoy en día es muy difícil encontrar algún espacio como este, en el que se trabaje por puro gusto en pos de un objetivo de forma desinteresada, colaborativa y en comunidad” (Oscar Soriano Arce). Me gusta estar en el coro “porque es como ir a un servicio de nutrición espiritual que hace que sienta que soy parte de algo más grande que yo” (Scherezada Exeni Ballivian) y, además, “he encontrado a una familia en el canto” (Noemí Cazas).
“Me encanta ver cómo se va armando el repertorio y cómo se va perfeccionando todo con cada detalle que se trabaja” (Gustavo Navarre), y es que “la búsqueda permanece: lograr ejecutar las dinámicas, los pianissimos, los diálogos entre las voces” (Isvar Abraxas Vega). Cantar “es como transportarme a un sitio fuera de mí, estar en un espacio inmenso y abierto, así es como debe ser flotar en una esfera espiritual” (Claudia Prudencio Navarro). Es ahí donde “siento plenitud de alma y mucho agradecimiento” (Javier Diez de Medina).
Coral Nova me hace dar cuenta de que “el hecho de crear (y de creer en) algo bello genera un nivel de complicidad y de fraternidad que sobrepasa otro tipo de relaciones” (Julia Peredo Guzmán), “dando un soplo a su sostenibilidad en el tiempo con mi voz amalgamada entre las voces de tantos otros” (Lenard Pareja) y “cuya existencia me hace crecer musicalmente” (Mariela Muñoz Vera). Allí percibo “la música como un misterio y cantar en el coro es poder aproximarme a ese misterio sin ser competente” (Pablo Velasco), entendiendo que “la música me llena de buena energía” (Mónica Guzmán) y “me desconecta de la rutina” (María Esther Jitton), consiguiendo “la capacidad de compartir su magia y lograr una sinergia espiritual” (Pilar Soriano Arce).
Además de cantar, los integrantes de Coral Nova son amigos entrañables. Su amistad data de décadas. Ellos hacen juntos lo que les gusta, que es cantar y, como son amigos, la pasan muy bien.

De esta cercanía, como no podría ser de otra manera, se han generado parejas y luego familias cuyos hijos son ahora parte del coro. Esto es lo que piensan algunos de ellos:
“En realidad no soy yo la integrante, sino es Coral Nova la que está integrada a mi vida desde que tengo memoria” (Valentina Soriano Orozco). “Siento que soy parte de un proyecto más grande que nosotros mismos, que crea, que nos transforma” (Isabel Ugarteche Soriano), que “me hizo respetar y amar la música” (Mariela Jordán Prudencio), que “es parte de mi vida y esencia” (Catalina Jordán Prudencio). Por esto, Coral Nova es “una familia musical, expandida con todos los coralistas con quienes compartimos melodías del alma juntos” (Carmen Ugarteche Soriano).
Cumplir cincuenta años así, con la idea principal de hacer música por la música misma, sin deberle nada a nadie, sin haber esperado otra cosa que hacer bien y colmar el espíritu, es una señal mayor de que un medio a veces hostil como el nuestro puede tornarse más amable con el canto de Coral Nova.
1 Varios de los testimonios de Carlos Seoane, Julio Barragán y Ramiro Soriano que reproduce el texto aparecen en el documental “¿Quién llena de armonía las esferas?” (video) realizado por Pablo Michel en 2012.
2 Zipoli Doménico es considerado como el compositor europeo más famoso que haya viajado hacia América durante el período colonial, y también el músico más dotado que haya contribuido a las misiones jesuíticas en el continente.