Esperando a Batman
Casi puedo escuchar el eco de mis pasos al pasar delante del candybar del Multicine. Salvo por un niño disfrazado con máscara y capa, podría decirse que las funciones de The Batman de esta soleada tarde de marzo se llevarán a cabo en un espacio liminal. Cuesta creer que hace apenas tres meses este lugar estaba repleto de gente de todas las edades, estilos y gustos, muchos disfrazados, pero todos locos por el estreno de Spider-Man: No Way Home (SM:NWH) en diciembre de 2021.
Viejos, somos todos viejos sentados en las butacas de la sala, con los ojos clavados en los celulares, esperando a que empiece el filme de Matt Reeves en el que Robert Pattinson encarna al héroe de DC. Pienso en el niño disfrazado. Seguro está en alguna de las funciones con doblaje y, de hecho, debe ser el único niño que asiste a esta película clasificada para mayores de 13 años. El resto somos adultos que pasamos infancia, adolescencia y juventud con películas, cómics y videojuegos del hombre murciélago.
Comienza la película. Son 175 minutos del superhéroe con muchos aciertos y algunas movidas de más, de esas que hacen pensar que, si bien la película está buena, podría haber estado mejor. En términos futboleros, la peli es un gol, no un golazo.
En SM: NWH, para alegría de los cines que pasaron una fuerte crisis gracias a la cuarentena por COVID-19, las salas de Bolivia y el mundo estuvieron repletas por tres semanas seguidas, y la película siguió atrayendo público hasta febrero del 2022, cuando la sacaron, pues en unos días más tendrían el estreno de The Batman.
Unos días después, la fila para comprar entradas para Batman está más larga. Al verlo me pongo a pensar en cómo, desde 2020, en los periódicos de cada país hay, al mes, una o dos notas acerca de un cine en bancarrota o que hace malabares para seguir en pie. De hecho, en Reino Unido, las grandes cadenas de cine llegaron a acusar a James Bond de “asesinar a los cines” por reprogramar tres veces el estreno de No Time to Die, ya que las limitaciones de la cuarentena no auguraban un buen desempeño de taquilla.
Entonces llegó Spidey para salvar a las salas de proyección de la quiebra, pues, cansados del encierro, “estábamos dispuestos a arriesgarnos al contagio con tal de ver una peli que, era obvio, iba a ser divertida”, dice Joaquín B., un médico que espera conmigo en la fila para la que será nuestra segunda vez viendo el filme de Matt Reeves.
Juntos recordamos aquel día del estreno de Spidey, la grata sensación de haber compartido una experiencia tipo montaña rusa con el resto del público. Gritábamos, aplaudíamos, llorábamos y vitoreábamos según lo que sucedía con el héroe arácnido en la pantalla grande, tal como las primeras personas que vieron un tren moviéndose en una pantalla y huyeron despavoridos pensando que este los iba a arrollar.
Pero a medida que volvía a ver esa película, más se perdía el vértigo que la hizo especial. Ya para la tercera visita al cine, me daba flojera volver a ver un filme con trama entrañable, pero predecible; bien armado, pero complaciente; de buenos efectos especiales, pero visualmente plano y demasiado nostálgico. Así y todo, leí que NWH terminó recaudando $1,876,285,954 a nivel mundial, recuperando con creces los $200,000,000 que costó hacerla.
The Batman, en cambio, se va llenando poco a poco. Cada función tiene más público y en el internet –esa nación poblada de opinólogos–, aparecen personas dispuestas a discutir con todo el mundo con tal de aclamar a esta como su nueva película de superhéroes favorita: “Una obra maestra”, “Pattinson es un genio”, “Marvel nunca logrará algo así”, etcétera, etcétera, etcétera.
En otras palabras, los cines se llenarán. Y durante un buen tiempo el superhéroe de DC Cómics los ayudará a mantenerse a flote o incluso a resurgir. Porque, puede que sea un poco más compleja que NWH, pero, al fin y al cabo, The Batman es una película pipoquera que en dos semanas recaudó $465.732.047.
Me entero de todo esto mientras espero en una sala de cine, acompañado por apenas seis personas. En unos minutos más, veremos El gran movimiento, el segundo filme de Kiro Russo, que ganó premio especial del jurado de la sección Horizontes de la 78° edición del festival de cine de Venecia. Pero, sin importar que sea un experimento interesante, una entrada más o menos diferente en nuestro cine, no es una película pipoquera. Más allá de la locura de los días de estreno, este filme no se llenará como los de superhéroes y tampoco durará tanto en cartelera.
Y si les preguntas por qué a los cines, les echarán la culpa a las distribuidoras. Si les preguntas a las distribuidoras, te dirán que es cosa de los cines. Si les vuelves a preguntar a los cines, alegarán que es culpa del público. Y si le preguntas al público, pues a la mayoría esto no le importa. Estamos los locos que hacemos estas preguntas, pero son más los que opinan que ir al cine tiene que ser una excusa perfecta para comer pipocas y dejar de pensar.
Tal vez por eso es que, si les pides cifras de asistencia, de ganancias o de lo que sea a cines o distribuidoras, se ponen a la defensiva y te dicen que esos números no pueden verlos ni ellos ni nadie, cuando en otros países son datos importantes y disponibles para la prensa y el público.
Supongo que no todos pueden ser Mi Socio 2.0, cuyos productores se encargaron de que estas cifras estén disponibles, revelando que más de 60.000 personas la habían visto. Un nuevo récord de asistencia a un filme nacional, que se sostuvo pese a la llegada de Batman.
Y es bueno que el cine boliviano tenga capacidad pipoquera, pero ¿y 98 segundos sin sombra?, ¿y Cuidando al sol? ¿Qué hay de Licorice Pizza?, ¿The worst person in the world?, ¿Drive my car? Todas buenas películas, nada pipoqueras y que duraron máximo 10 días en la cartelera de nuestro país.
Quizás depende de cómo preguntas, o quién pregunta. Quizás es cosa de que preguntemos todos, pero intuyo que los cines y las distribuidoras no dirán mucho sobre esto mientras sigan esperando a que Batman genere lo que Spider-Man generó en su momento.
¿Y yo? Espero estar equivocado.