Unas cuantas palabras para Adela De César Maffei
Adela Zamudio es uno de los personajes más relevantes de la literatura boliviana y de la historia del feminismo de nuestro país. Por lo tanto, mucho se ha escrito respecto a su obra y a su legado literario. Pero a pesar de los muchos ensayos que se pueden encontrar actualmente sobre su obra literaria y su rol como educadora, sorprende el notar lo poco que sabemos realmente sobre la vida privada de tan distinguido personaje. La personalidad que se escondía detrás de una mujer tan destacable y única, y de la ferocidad de un gran número de escritos muy adelantados para su época, es todavía un misterio.
Esta omisión no resulta nada extraña dentro de nuestro contexto, en el que a menudo es más sencillo simplificar a los grandes personajes históricos y reducirlos a imágenes sin rostro. Y es que es más fácil pensar en ellos como seres nebulosos que alcanzaron la grandeza trepando escalones lógicos, antes que considerarlos seres humanos con dificultades mundanas. Y resulta todavía más sencillo el pensar en sus obras como la encarnación de las personas que fueron, eliminando el factor humano que en algún momento fue la pieza clave de su creación.
Es precisamente por estos motivos que Adela, el libro de César Maffei, se destaca notoriamente al tomar un enfoque completamente diferente al esperado y adquiriendo por esto una profundidad maravillosa. Y es esta cualidad de disección de personalidad y de enfoques humanos sobre académicos los que hacen que Adela sea un libro que vale la pena leer.
Leer este libro es habitar momentáneamente la piel de Adela Zamudio a un nivel personal y no como la escritora que fue, ni como el personaje boliviano ilustre en el que pensamos cuando escuchamos su nombre. Leer este libro es llegar a conocer a la Adela Zamudio que fue la hija de una madre decorosa y un padre amoroso, la hermana de Amalia, Arturo y Mauro, la tía de Rodolfo que la lleva del brazo al inicio del libro y, sobre todo, la mujer terriblemente disconforme que desde la más temprana juventud se encontró insatisfecha con el rol que le deparaba su posición en la sociedad en la que había nacido.
A través de esta no-ficción ficcionada, que César hila cuidadosamente, empezamos a comprender su incomodidad en la sociedad boliviana de 1900, situándonos en el contexto geográfico e histórico de la Cochabamba de ese momento, con toda la idiosincrasia que, en algunos sentidos, parece haber perdurado hasta la actualidad. Es ahí que encontramos a Adela, primero joven e inquieta, escribiendo poemas que avergonzaban a su madre, pero que su padre se esforzaba por enaltecer. La acompañamos durante la alegría de su primera publicación y las fuertes decepciones que sufriría con las siguientes. La seguimos durante su resistencia perpetua contra la sociedad que intenta encasillarla en roles conservadores, rebelándose ante sus pares, recibiendo sus duras críticas, quedando cada vez más relegada, pero sin flaquear jamás en sus convicciones, hasta llegar al extremo de enfrentarse a la misma iglesia católica, arriesgándose a recibir el oprobio de la sociedad entera.
Observamos a Adela en el frente de conflictos sociales y políticos, demostrando un aplomo y una inteligencia fría que maravillaban a los intelectuales de la época y que habría de traerle la infelicidad que fue el rasgo primordial de su vida entera. Ya al final del libro nos encontramos a Adela anciana y amarga, viviendo hundida en una pobreza digna, en medio de aplausos artificiales y orquestados que solo conseguían herir su frágil orgullo, saboreando cada vez más cerca la aspereza de la absoluta soledad.
Por medio de diálogos muy bien construidos, en los que se reconoce la verdadera voz de Adela, y una caracterización extremadamente estudiada del contexto social de la época, somos capaces de apreciar la historia de la vida de Adela Zamudio a través de un lente muy fino, que por instantes nos permite presenciar sus exabruptos y su rebeldía como algo inconcebible para su época, pero también como un aporte indispensable para el desarrollo de su personalidad como artista, como educadora y como prototipo de feminista.
En el libro de Maffei encontramos una prosa muy introspectiva que también sabe construir muy bien el mundo interno de Adela, dotándola de una lengua afilada que no temblaba al emitir hasta las opiniones más controversiales. Los diálogos, las charlas y el contenido de las cartas son los pilares en los que se basa esta construcción íntima y que funcionan de manera extraordinaria, recreando escenas verídicas que se enriquecen con detalles escogidos a la perfección. Y en medio de ellas tenemos fragmentos de poemas, cuentos y otros escritos que calzan con los sentimientos de Adela en el momento preciso. Es por esta razón que no es difícil aceptar esta versión como la única verdadera. En especial cuando leemos acerca de sus dificultades para publicar y ser reconocida al nivel de los escritores varones más famosos del momento, o cuando la acompañamos en su lucha por lograr visibilidad para su colegio de mujeres. El libro logra que uno cambie la perspectiva y poemas como Nacer, A un suicida y Amanecer adquieren un aire completamente nuevo al comprender el contexto en el que fueron concebidos y los sentimientos al rojo vivo que experimentaba su creadora cuando sintió que escribir era la única salida posible para su desahogo.
La relación cariñosa con su padre que culmina en su dolorosa despedida. La muerte progresiva de su madre y sus hermanos. El suicidio de un amigo despechado. El alejamiento de conocidos. El repudio de la sociedad. El sorpresivo apoyo de las amigas más insospechadas. La desgarradora despedida de su hermana Amalia. El cariño por los sobrinos. La rebelión perpetua ante la injusticia. La soledad espesa. La casita en el campo. La pobreza digna. Las alumnas de la escuela. Las maestras que la admiraban. Todos los ojos sobre ella y su silencio que siempre dijo más que sus palabras. Pequeñas piezas que conforman la vida de una mujer memorable en un libro que debería ser leído por todos los bolivianos como parte fundamental de nuestra historia.